Como salir adelante después de un abismo emocional
Cuando hablamos de un abismo emocional, hacemos referencia a un dolor profundo, incapacitante, a diferentes niveles. Los desencadenantes pueden ser varios y la mayoría de ellos tienen que ver con el conflicto o la pérdida. Pueden derivar en lo que conocemos como crisis existencial, ya que nos obliga a plantearnos respuestas a cuestiones realmente profundas y que afectan a nuestro autoconcepto. Son momentos en los que un mar de emociones -no siempre definidas- nos atropella y no sabemos cómo gestionarlas.
Hablar de un abismo emocional supone, en primer lugar, un reconocimiento: a veces pasamos por momentos de profunda tristeza. Aquellos instantes en los que nos resulta poco sencillo ver una salida, sentimos como si nuestro mundo se derrumbara y llegamos a pensar que nada podemos hacer. Sin duda, se trata de un asunto que nos puede traer dolor y sufrimiento. Pero no es lo único, también puede aportarnos a nuestro bienestar. Así, sumamos peldaños para mejorar nuestra calidad de vida.
Conocernos facilita que sepamos cuál es el origen de ese dolor inmenso. Sabiendo de qué se trata, podremos buscar estrategias para resolver eso que tanto nos agobia, transformarlo o seguir adelante. También estaremos en mejor posición para gestionar una pérdida. Además, la autodisciplina nos ayuda a mantener las referencias: valores e intereses. Así, salvando los puntos de referencia de nuestra brújula, podremos ir saliendo del abismo emocional. Es decir, poniendo empeño, siendo constantes y yendo en sintonía con nuestros objetivos, estamos más cerca de soltar ese dolor inmenso.
Podemos sentirnos tan agobiados, sin saber qué hacer. Entonces, un paso importante es darnos permiso para sentir. Las emociones no son malas ni buenas; su misión es mandarnos u tipo de energía especial y mandarnos un mensaje para reaccionar. Darnos permiso, significa dejar fluir ese mar de emociones. Cada vez iremos siendo más asertivos y sabremos en qué momento es adecuado darle a nuestros sentimientos y pensamientos esa libertad.
La culpa y la vergüenza son emociones complejas muy limitantes. Por eso, en ocasiones es importante despedirnos de ellas. No significa que dejemos de sentirlas y que las neguemos o reprimamos por completo, más bien dejarlas ser, pero separando nuestra conducta o corriente de pensamiento de ellas. Cuando surjan, podríamos sentirlas y pensarlas. Posteriormente, podríamos despedirnos de ellas, porque si dejamos que sean “protagonistas”, nos terminaríamos haciendo más daño. Estaríamos vivenciando una y otra vez esas situaciones asociadas con el abismo emocional en el que nos encontramos.
Muchas veces nos avergonzamos de pedir ayuda, cuando en realidad podría ser una gran opción. Todos necesitamos a los demás, la disposición social así lo entiende y de alguna manera la naturaleza también. La evolución nos ha llevado a la especialización en diferentes trabajos y servicios. Lo importante es saber cuándo pedir ayuda, a quién pedírsela, igual que aceptarla y agradecerla. Hay algunos asuntos que las personas más cercanas no saben manejar, para eso existen profesionales de la salud mental. Podríamos acudir a algún psicólogo o psiquiatra. Sabiendo siempre que no se trata de que otro nos resuelva la vida, sino más bien de que actúe como un soporte o andamiaje que nos ayude a salir adelante.
Cuando estamos en medio de un abismo emocional puede que no sepamos cómo seguir ni a dónde dirigirnos. Es clave en esos episodios que emprendamos un viaje en búsqueda del sentido de nuestra vida. Víctor Frankl, neurólogo, psiquiatra austriaco, formuló un tipo de terapia y conocimiento maravilloso que nos invita a rescatarnos aún en las peores circunstancias. Lo llamó “logoterapia”, y sugería que no podemos cambiar las situaciones externas, pero si la forma de asumirlas y nuestras acciones. Consiste en dotar a nuestra vida con un significado: es un ejercicio de análisis pero también de acción, de modificación y de diseño a partir de las herramientas y oportunidades con las que contamos. Entonces, aunque haya un abismo emocional en nuestras vidas, podemos cultivar la resiliencia para sobreponernos a nuestros problemas. Para eso, es necesario autoconocernos, contar con autodisciplina, dejar fluir, pedir ayuda, y no estancarnos en sentimientos como la culpa y la vergüenza.