Cómo aprender a ejercer el autocontrol
Suele decirse que el autocontrol es un tema asociado con la buena educación o con la fuerza de voluntad. No es raro que te sorprendas enviándote severos mandatos para no hacer algo que visceralmente deseas llevar a cabo, por ejemplo responder agresivamente ante una injuria, o comerte un delicioso chocolate en plena dieta. Muchas veces terminamos sucumbiendo ante la tentación que querímos dominar. Es entonces cuando podemos caer en las redes de la culpa. Quizás invertís buena parte de tu energía en justificar esa pequeña traición a tus propósitos.
“No podía quedarme callado”, dices cuando respondiste como una explosión después de que sentirte ofendido. “Ya nunca más lo haré”, te prometés a vos mismo. Sucede lo mismo con la bebiba o ciertas comidas que por nuestra salud no debemos comer. pero ya nunca más”. Podés hasta creer que contás con la voluntad suficinte y , entonces, te terminás sintiendo peor.
El asunto del autocontrol es más complicado de lo que puede parecer a primera vista. Se trata de una condición que supone el desarrollo de mecanismos muy sofisticados en el cerebro. También, implica contar con una reserva de energía suficiente como para sortear el conflicto que se desata cuando querés con muchas gana algo y tené que optar por contenerte.
Desde el punto de vista físico, hay una serie de procesos que se activan en el cerebro para hacer posible el autocontrol. En elmomento de decidir cómo actuar, entran en juego 2 zonas de nuestro cerebro. Una de ellas es como una alerta que te indica la necesidad de dar una respuesta ante determinado estímulo. En fracción de segundos aparecen distintas alternativas de acción. La otra tiene una función de evaluación. Te permite decidir cuál de las reacciones es la que más te conviene, de acuerdo con las circunstancias. Esa segunda zona no siempre está operando al 100%. Cuando una persona está fatigada, esta región cerebral tiene mucha menor actividad y, por lo tanto, el autocontrol disminuye sustancialmente.
El cansancio puede derivarse de una jornada laboral o escolar extenuante. Pero, también tiene su origen en una actividad intelectual o emocional muy elevada. Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando tenés en tu cabeza problema que ocupa tu mente y te angustia o te mantiene pensando en ello de manera constante. Lo que ocurre entonces, es que lo que llamamos “voluntad” no está disponible para su uso. Por eso, aunque sabés de manera consciente que es mejor ser tolerante y no reaccionar con agresividad ante un estímulo de ofensa o ataque, te dejás llevar por tus impulsos y hasta terminás metido en una discusión o pelea en la cual, en el fondo, no estabas interesado. O, también, terminás tomando una bebida que no deberías o te rendís ante una comida que tenés “prhibida” en tu dieta.
Lo más recomendable es darle a tu cuerpo suficiente descanso, especialmente antes de enfrentar realidades que resulten tensionantes para uno. Nada mejor que tomar una siesta, o jugar, o escuchar música relajante un par de horas antes de entrar en una reunión de trabajo difícil, o cualquier otra situación que pueda ser conflictiva. El descanso no solo es físico. Recordá que si tenés un problema sin resolver, es seguro que estás empleando gran parte de tu energía mental en darle vueltas y vueltas en tu cabeza. Ese gasto, muchas veces inconsciente, te resta posibilidades para actuar de una forma mejor controlada.
En el caso de los niños y los jóvenes la corteza cerebral no ha alcanzado un desarrollo pleno. Por eso no tienen a su disposición todos los recursos anatómicos de un adulto para mantener el autocontrol. Es bueno que no olvides esto a la hora de exigirles conductas que probablemente no estén capacitaos para manejar y sostener.
Si notás que tenés problemas para autocontrolarte, o percibís que algo así le ocurre a una persona cercana, lo aconsejable es revisar si , en el fondo, no está operando un factor de fatiga. Los buenos patrones de descanso tienen un efecto decisivo en tu vida y por eso debemos cuidarlos, tanto como cuidamos nuestros hábitos de trabajo.