“Lo que quiero en la vida es compasión, una corriente que fluya entre los demás y yo, basada en un mutuo dar desde el corazón”
La comunicación no violenta o empática
Gran parte de nuestras relaciones se deterioran porque no sabemos comunicarnos e incluso muchos conflictos surgen por este motivo. Creemos que comunicar es hablar y se nos olvida la otra parte fundamental: escuchar. Una alternativa para solucionarlo es la comunicación no violenta o empática que propone Rosenberg, fundamentada en dar desde el corazón. A través de ella, seremos capaz de conectar con nosotros mismos para luego conectar con los demás. Permitiendo así que aflore nuestra compasión natural.
Este tipo de comunicación se basa en aquellas habilidades relacionadas con el lenguaje, verbal y no verbal, que permiten que sigamos siendo humanos incluso en condiciones extremas. Es decir, con este enfoque lo que se pretende es controlar los impulsos, por muy tentadoras que sean las condiciones para que estos se hagan con el control. De esta manera podremos mantener la comunicación sincera y auténtica que nace de nuestros corazones.
La comunicación no violenta o empática nos ayuda a reestructurar nuestra forma de expresarnos y de escuchar a las personas con las que nos relacionamos. Como vemos, no es nada nuevo. Hace siglos que se conocen todos los elementos que componen este tipo de comunicación, solo se trata de sacarlos del baúl de los recuerdos, ser conscientes de ellos y aplicarlos en nuestro día a día.
Los componentes de la comunicación empática
Comunicarnos de forma no violenta tiene un profundo poder de transformación. Que esta etiqueta -no violenta- se adhiera a nuestra forma de comunicarnos implica ir más allá de nuestras necesidades, escuchando también las de los demás, en lugar de obedecer a reacciones habituales y automáticas. Pero, ¿cómo hacerlo?
Para aprender a dar desde el corazón, tenemos que enfocar la luz de nuestra conciencia, de manera que ilumine cuatro zonas (los cuatros componentes de la comunicación no violenta):
- Observación. Este primer componente consiste en observar lo que sucede en una situación. ¿Sirve para enriquecernos la vida lo que dicen o hacen los demás? La clave está en saber expresar de manera adecuada qué cosas de las que hace la gente nos gustan o no, sin evaluar ni emitir juicios. Porque bservar sin evaluar constituye la forma suprema de la inteligencia humana.
- Sentimiento. El siguiente componente es comprobar cómo nos sentimos. ¿Nos encontramos dolidos, alegres o tal vez irritados? La cuestión es detectar qué emociones y sentimientos tenemos en ese momento.
- Necesidades. El tercer componente tiene que ver con cuáles de nuestras necesidades tienen que ver con los sentimientos que hemos identificado.
- Petición. El último componente de la comunicación no verbal consiste en centrarnos en aquello que esperamos que haga la otra persona para enriquecer la vida tanto suya como nuestra. La forma de ponerlo en marcha, sería a través de una petición muy específica.
Ahora bien, la comunicación no violenta o empática no solo se refiere a lo que nosotros somos capaces de expresar honestamente desde nuestra conciencia, sino también de saber recibirlo de manera empática por parte de los demás.
Así, cuando centramos nuestra atención en todos los aspectos de este proceso y ayudamos a los demás a hacer lo mismo, se pone en marcha una comunicación en ambos sentidos. Una apertura doble del canal en el que entran en juego las dos perspectivas: por un lado, observo, siento e identifico qué necesito para enriquecer mi vida; por otro, qué observa, siente y necesita el otro para enriquecer también su vida.
El poder del lenguaje compasivo
La comunicación no violenta es el lenguaje en el que habla la compasión. El enlace hacia la conexión interior y el puente hacia los demás desde una actitud honesta y auténtica. Porque, más allá de ser un tipo de comunicación, es una actitud ante las circunstancias que nos lleva a hacernos responsables de nuestros procesos internos. Antes de dejarnos llevar por nuestros impulsos y pronunciar palabras de las que luego nos arrepintamos, conviene que hagamos una pausa y nos escuchemos, para luego entendernos e intentar comprender a los demás. Los gritos y desprecios no ayudan. Pero el silencio y la calma pueden ser unas herramientas muy útiles en nuestro propósito de iluminar los momentos de tinieblas.
No olvidemos que la forma de comunicarnos en buena medida determina nuestro día a día. Hagamos que la comunicación no violenta predomine en nuestras vidas, de esta manera será más probable que predomine en las de los demás.