No es fácil tomar la decisión de exponer todo tu mundo interior a una persona que no conoces. Sabés que es un profesional, pero eso no elimina el hecho de que todos, o la menos la mayoría, necesitamos un mínimo grado de confianza o de afinidad para compartir nuestros sentimientos. Si buscamos un psicoterapeuta, lo hacemos porque sentimos que necesitamos ayuda. Pero a veces, simplemente pasa “algo” y no logramos que ese proceso sea exitoso.
Una psicoterapia fracasa por diferentes razones, pero siempre ese fracaso es relativo. El solo hecho de haber iniciado el proceso ya es un paso adelante. La misma disposición a mejorar y el interés por hacerlo denotan amor propio y voluntad de estar mejor.
Sin importar cuál sea la razón por la que la psicoterapia fracasa, siempre se debe volver a intentar. En el mundo de lo humano nada funciona con total perfección. Lo más importante, en todo caso, es nuestra decisión de estar mejor. Y siempre es bueno tener en cuenta cuáles son las principales razones por las que una psicoterapia fracasa. Esto nos puede ayudar a evitar que ocurra.
- Existe una gran resistencia
Es usual que tendamos a apegarnos a nuestros problemas y también a las formas erróneas de resolverlos. Todo problema, por grave que sea, ofrece beneficios secundarios. Por ejemplo, victimizarse contribuye a justificar la inacción o la falta de decisión para cambiar de vida. Por eso siempre nos cuesta trabajo abandonar nuestros problemas. A eso se le llama “resistencia”. En la mayoría de los casos es una realidad inconsciente o pre-consciente. Las resistencias llevan a, por ejemplo, abandonar las sesiones cuando se alcanzan puntos álgidos. Y, es así como la psicoterapia fracasa porque quien acude a ella no logra vencer esas resistencias al cambio.
- No comprometerse
El principal protagonista en una terapia psicológica es aquel que en algunos enfoques se llama “paciente” y en otros “analizante” o “cliente”. No importa de qué clase de escuela se trate, en todos los casos la persona que acude a una psicoterapia debe tener un compromiso básico. Ese compromiso es, sobre todo, consigo mismo. Se refleja con la asistencia puntual a las sesiones y con poner todo lo que sea posible de su parte para superar sus problemas. Querer, con honestidad, encontrar las razones y los caminos que le lleven a superar sus dificultades. Lamentablemente, no siempre es así.
- Se pone mucha expectiva en el psicólogo y/o psiquiatra
Una de las razones más frecuentes por las que una psicoterapia fracasa es una expectativa demasiado elevada en relación con el terapeuta. Hay quienes esperan de él todas las respuestas para sus dificultades. Nada más equivocado que esto. El psicólogo no es un mago, ni un sabio, ni un vidente. Tampoco es un guía, en sentido estricto. Su papel es el de acompañar y enmarcar el proceso que le permite a una persona conocerse mejor. Está entrenado para ayudar a quien le consulta, el objetivo es que interprete de una manera más objetiva o inteligente lo que le ocurre. Estrictamente, no tiene el poder de cambiar la vida de nadie.
- La motivación es incorrecta
El espacio terapéutico permite revisar la forma el la que pensamos, sentimos o actuamos. El objetivo es identificar los factores que generan el malestar que nos lleva a consulta. También identificar otras maneras de abordar nuestra realidad personal, para construir una vida más plena y satisfactoria. Sin embargo, no siempre las personas consultan motivadas por esos propósitos. A veces lo hacen porque desean resolver un problema puntual. No quieren explorar dentro de sí mismos, sino encontrar la fórmula para solucionar un impasse. Una psicoterapia fracasa si parte de una motivación de este tipo.
- No hay “feeling” con el psicólogo y/o psiquiatra
La relación que se establece en psicoterapia es de tipo profesional. Sin embargo, esto no elimina el hecho de que se trata de un vínculo entre dos seres humanos. Como tal, no hay garantía de que haya eso que llamamos “química” o buen “feeling”. La psicoterapia fracasa en algunas ocasiones por ese factor.
Una buena psicoterapia es un regalo que toda persona debería darse alguna vez. No es algo que vaya a solucionar todos sus problemas ni a garantizarle la felicidad. Nadie la tiene garantizada. Sin embargo, sí se trata de un espacio que permite repensarse y renovarse. Hacer una limpieza en nuestro mundo interior y poner algunas cosas en orden. Incluso si fracasa, siempre deja algún aporte.