La mente ansiosa nos arrincona, alimenta el malestar y limita nuestro potencial humano. Si fuéramos capaces de entrenar un enfoque más reflexivo, nuestro pensamiento iría a nuestro favor y ganaríamos en salud psicológica. Pasar de un pensamiento ansioso a uno reflexivo requiere tiempo, compromiso con uno mismo y voluntad de cambio. Porque, cuando la mente se habitúa a procesar la realidad de una manera determinada, cuesta bastante convencerla de que lo haga de otro modo. Sin embargo, «educarla» para que aprenda a pensar de manera más saludable es, sin duda, uno de los mejores pasos para alcanzar el bienestar.
Gandhi decía que él no dejaba que nadie pasara por su mente con los pies sucios. De algún modo, esta simbólica sugerencia se ajusta a la perfección a nuestra necesidad por cuidar cada cosa que entra en el inmenso habitáculo que es nuestro universo mental. Porque, a fin de cuentas, higiene no es solo bañarnos cada día o lavarnos las manos antes comer. Higiene también es atender a qué ideas le damos valor, qué pensamientos dejamos que adquieran fortaleza en nuestro día a día y a qué enfoques les damos validez. Saber todo esto nos ayudaría a cultivar un poco más el equilibrio psicológico. Sin embargo, a veces nos sentimos como ese viajero que espera en el andén y solo ve trenes pasar a toda velocidad. Todo va muy rápido y no sabemos qué sucede en el interior de nuestros vehículos mentales. Nos descuidamos y nos dejamos llevar preocupándonos por lo que puede pasar mañana, sin saber qué está pasando hoy en el propio ser, en nuestro propio andén existencial.
Hay veces que al convencer a una persona de que debe pasar de un pensamiento ansioso a otro reflexivo, surge una repentina resistencia. Aparece porque hay quien vincula su ansiedad solo a los factores externos. Porque su vida es muy ajetreada, sus responsabilidades muchas y sus problemas infinitos. Somos el resultado de las historias que nos contamos a nosotros mismos, motivo por el que nos cuesta mucho empezar a desamueblar de la mente ciertas ideas y esquemas de pensamiento. El trastorno de ansiedad generalizado está alimentado por un gran número de distorsiones cognitivas. Son formas erróneas de procesar la realidad, esas a las que vamos dando cada vez más poder a lo largo de meses y años. Nuestra mente adquiere la obsesiva tendencia de funcionar del peor modo posible.
Unos pocos ejemplos de estas distorsiones serían las siguientes:
- Abstracción selectiva o visión de túnel (solo me pasan cosas malas, todo está en mi contra, etc)
- Sesgo confirmatorio (me he equivocado y ya sabía que iba a pasar, porque está claro que yo no sirvo para esto)
- Sobregeneralización (eso negativo que me pasó en el pasado va a volver a suceder)
- Personalización (mi jefe tiene mala cara, seguro que es por mi culpa)
Pasar de un pensamiento ansioso a uno reflexivo requiere cambios
- Distancia cognitiva: un modo de reducir la ansiedad es empezar a ver tus pensamientos como meras conjeturas y no como realidades absolutas. Sé crítico con cada idea que produzca tu mente o que surja como consecuencia de tu estado de ánimo, después deja que se vayan aquellas que no te hacen ningún bien -no tardarán en pasar al olvido si piensas que son algo externo a ti; ni propio ni definitorio.
- Sí a la atención plena (mindfulness): hay quien ve todavía la práctica del mindfulness como esa moda sin fundamento de la que todo el mundo habla. Sin embargo, estudios e investigaciones, nos confirman su efectividad para reducir el estrés y la ansiedad. Aprender a centrarnos en el momento presente, atender nuestros pensamientos en lugar de reaccionar a ellos, es un ejercicio al que deberíamos dedicarle tiempo y esfuerzo. Meditar es una forma de pasar de un pensamiento ansioso a uno reflexivo.
- Lo que sentís es real, lo que pensás no siempre es verdad: la mente crea sus propias historias, mientras nosotros les damos veracidad. Puede que te digas a ti mismo que eres un negado para ciertas cosas, que eres demasiado sensible y hay determinados aspectos que nunca podrás manejar. Dejá de alimentar ideas, sesgos, esquemas erróneos… Lo único real es tu estado de ánimo, tus emociones. Atendélas, cuidálas, gestionálas.
- Sí al pensamiento útil: las personas tenemos la singular tendencia de agrandar todo, de convertir un granito de arena una playa. Cuando el pensamiento ansioso toma las riendas, cualquier problema insignificante se magnifica, siendo incapaces de actuar de manera ajustada y creativa. En estas circunstancias, sería muy acertado que aprendiéramos a levantar la mirada, a relativizar y entonces, desde esa distancia psicológica, ver las cosas tal y como son, sin dramatismos ni negatividades. En ese momento, llegaría el segundo paso: animar a nuestra mente a generar ideas útiles, pensamientos que actúen a nuestro favor y no en nuestra contra.
Pasar de un pensamiento ansioso a uno reflexivo es un acto de voluntad y también de fortaleza. Requiere la firma de un contrato con uno mismo donde poder reeducar nuestra mente y convencerla, de que merecemos respeto, de que contamos con ella para valorarnos como merecemos y usar a nuestro favor todo el potencial que llevamos dentro.