Las terapias contextuales o de tercera generación brindan una nueva perspectiva sobre lo que entendemos sobre trastornos psicológicos y su tratamiento. Su popularidad en consulta cada vez es mayor y de alguna manera han supuesto una revolución que hoy son analizadas.

Aunque algunos autores señalen que estas terapias son descendencia directa del conductismo radical de Skinner, aun aceptando la idea como válida, seríamos demasiado simplistas si redujéramos los postulados de las hijas -terapias de tercera generación- a los del «padre» -Skinner-. La teoría de los marcos relacionales (TMR) es uno de los principales puntos en común de todas estas terapias. Esta teoría parte de los preceptos teóricos de análisis funcional de la conducta (AFC) enfocada en el lenguaje y la cognición. Otro de sus puntos en común sería no considerar a los eventos privados y desagradables como fenómenos a eliminar, ya que conlleva una alta evitación experiencial, con el precio que impone esta dinámica. La importancia de los valores de la persona como eje que guíe la intervención terapia varía de una terapia a otra.

Como principales exponentes de las terapias contextuales o de tercera generación estarían:

  1. La terapia de aceptación y compromiso (ACT).
  2. La terapia dialéctico-conductual (DBT).
  3. La psicoterapia analítico funcional.
  4. La activación conductual (AC).

LA ACTIVACIÓN CONDUCTUAL (AC)

Es una nueva terapia para la depresión desarrollada sobre las bases de las terapias contextuales y funcionales. La AC sostiene que el contexto explica más eficientemente la depresión. Sostiene que las conductas que caracterizan a las personas deprimidas juegan un papel significativo en la evolución de la depresión. No son meramente síntomas de un cuadro. Buena parte de la conducta de las personas deprimidas viene a funcionar en realidad como evitación conductual de importantes ámbitos de la vida. La activación conductual trata de reponer a la persona cara a la vida, poniéndola en contacto con las condiciones que pudieran reordenar el “disorder” o trastorno dado.

Se puede decir que la terapia es un procedimiento para incrementar conductas que hagan probable el contacto con las contingencias ambientales reforzantes. Estas conductas producirán cambios en los pensamientos, el humor y la calidad de vida. Se trata de activa a la persona en la medida de sus posibilidades actuales y de acuerdo con sus intereses y valores. A este respecto, es fundamental el análisis funcional de la conducta, a partir del cual poner en juego las actividades que pudieran ser relevantes.

LA TERAPIA INTEGRAL DE PAREJA

Entiende que los problemas de pareja no solo requieren cambios de primer orden (que se modifique un comportamiento u otro). Se deben dar también cambios de segundo orden, es decir, que la persona que realiza la queja procure aceptar el comportamiento del otro. La TIP no promueva el cambio de comportamiento, sino que alienta el cambio en uno mismo en vez de en el otro. Un cambio, por tanto, en el contexto del problema más que en el comportamiento problemático. Pone su énfasis en tres aspectos fundamentales:

  1. Se vuelve al análisis funcional como forma de evaluar los problemas de pareja.
  2. Hincapié en el reforzamiento natural usando menos reglas.
  3. Más importancia al contexto en el que surgen los problemas, esto es, se atiende mucho más al papel de la historia del individuo en los problemas actuales.

Se tiene muy en cuenta qué antecedentes y qué consecuentes son los que mantienen un comportamiento dado. Esto no está exento de dificultades, pues para el terapeuta es imposible hallarse presente en cada uno de los conflictos de una determinada pareja, por lo que se vuelve inevitable confiar en su criterio.

LA TERAPIA DE ACEPTACIÓN Y COMROMISO (ACT)

Trata, al igual que la activación conductual, de aclarar los valores del paciente y promover el desarrollo de conductas acordes con dichos valores. Con hacer tan solo esto, el terapeuta ya tendrá mucho ganado. Los principales objetivos de la ACT serían tratar el denominado trastorno de evitación experiencial, fomentar la aceptación y tener en cuenta en todo momento de la terapia los valores personales del cliente.

LA EVITACIÓN EXPERIENCIAL

Esta terapia ha sido concebida como un tratamiento específico para aquellos problemas psicológicos que se pueden encuadrar en lo que se conoce como trastorno de evitación experiencial (TEE). El TEE ocurre cuando una persona no está dispuesta a hacer contacto con sus experiencias privadas (pensamientos, sentimientos, recuerdos, etc.). La persona se comporta deliberadamente para alterar la forma o la frecuencia de dichos sucesos. El TEE está conceptuado desde una perspectiva analítica- funcional. Es un diagnóstico funcional en contraste con las concepciones topográficas y mecanicistas imperantes en la actualidad, en especial con las del DSM. En ocasiones, se ha relacionado el TEE con la carencia de flexibilidad cognitiva. Dicho de otro modo, es un estado de “fusión cognitiva” con los eventos privados. La terapia pretende un doble objetivo: Por un lado, se busca que el paciente llegue a aceptar aquellos aspectos de su experiencia (pensamientos, emociones, recuerdos, etc.) que ha estado intentando modificar sin éxito. Por otro lado, se trata de que tales sucesos privados no paralicen ya la vida de la persona.

LA PSICOTERAPIA ANALÍTICO FUNCIONAL (PAF)

Es una forma de terapia de conducta que enfatiza el uso de la relación terapeuta-cliente. El fin es utilizar con toda su intensidad las oportunidades de aprendizaje que surgen en la sesión terapéutica. La PAF produce el cambio a través de contingencias de reforzamiento naturales y curativas que suceden dentro de una relación terapeuta-cliente emocional, cercana y con un alto grado de implicación.

Kohlenberg y M. Tsai hallaron que algunos de sus clientes tratados con técnicas de terapia cognitivo-conductual convencional experimentaban notables mejorías que iban más allá de los objetivos iniciales del tratamiento. Observaron que estos progresos se daban en aquellos pacientes con los que se había establecido una relación terapéutica intensa y comprometida.

La PAF valora enormemente las oportunidades de aprendizaje in vivo, es decir, la aparición real de los problemas del paciente en su interacción con el terapeuta. Podemos distinguir 3tipos de conductas clínicamente relevantes dentro de la terapia:

  1. Las conductas relevantes tipo 1 (CCR1) son aquellas conductas relacionadas con el problema que el cliente presenta en la sesión y cuya frecuencia debe ser reducida a lo largo de la terapia.
  2. Las tipo 2 (CCR2) son las conductas que ocurren en la sesión y que suponen una mejoría en relación al problema por el que se acude a consulta.
  3. Las conductas clínicamente relevantes tipo 3 (CCR3) son las interpretaciones del cliente sobre su propio comportamiento. Junto a estas también se incluyen descripciones de la equivalencia funcional que indican semejanzas entre lo que ocurre en la sesión y su vida diaria.

Conclusión

Las terapias contextuales o terapias de tercera generación suponen una ruptura respecto las terapias cognitivas o de segunda generación. Se centran en aceptar y cambiar la relación que tenemos con nuestros eventos internos (pensamientos, emociones). Proponen que el fin no sea suprimir aquellos pensamientos negativos que nos resulten desagradables, pues aparecen de forma automática y el coste experiencial es muy alto. La aceptación de los pensamientos y sentamientos negativos como algo normal en nuestra vida es uno de los objetivos de estas terapias, algo que les chocará a los pacientes en un primer momento.

Las terapias contextuales se alejan de la forma tradicional de diagnóstico, ya que consideran que una enumeración interminable de síntomas y un tratamiento de estos no irá a la raíz del problema. Habrá que hacer un análisis funcional de la conducta para tener en cuenta que es más importante conocer qué función cumplen esos síntomas a agruparlos en una etiqueta -un defecto que muchos le achacan al DSM-.

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