Muchas personas poseen personalidades que nos ocasionan mucho daño. Los tenemos muy cerca y, a menudo, caemos en su juego de poder durante determinados momentos de nuestra vida. Debemos aprender a identificar cuándo algo es realmente culpa nuestra y cuándo nos quieren adjudicar un problema que no tiene nada que ver con nosotros.
Se trata de personas habituadas a proyectar en los demás un profundo y hábil sentimiento de culpa con el cual dominar y, a su vez, hacernos caer en una dinámica continua de emociones negativas donde creer que todo lo hacemos mal y que no servimos para nada. Estamos, sin duda, ante un tipo de manipulación tan afilada como destructiva. Este tipo de dinámica se ejerce a todos los niveles. En la familia, entre parejas y en muchos ámbitos laborales. Tanto es así que podríamos decir, casi sin equivocarnos, que todos conocemos a más de una persona que ejerce esta habilidad, este tráfico de culpa que tantas secuelas nos puede dejar.
Uno de los “juegos” de poder más letales que podemos llevar a cabo en nuestros lazos de amistad, de familia o en nuestras interacciones en contextos laborales es la proyección de la culpa. Hay muchos modos de llevar a cabo estas artimañas. Ahora bien, la forma en que nos responsabilicen de unas cosas y no de otras depende siempre del tipo de manipulador. No es lo mismo el juego de poder que lleva a cabo nuestra pareja que, por ejemplo, el que pueda aplicar un familiar.
¿Cuáles son las personalidades dañinas más comunes?
- Los caritativos y afectuosos: suelen decir frases como “Te lo digo porque te quiero y porque te deseo lo mejor, pero eso que estás haciendo no te conviene y estás descuidando a quienes se preocupan por vos”. Este tipo de verbalización es un claro ejemplo de un abuso emocional. Son frases donde, a través del cariño y del afecto, nos humillan y, a su vez, nos culpabilizan de su infelicidad o del malestar de quienes nos rodea. Este tipo de comportamientos son muy comunes a nivel de familia. La culpa que nos proyectan se acompaña de ese afecto de alguien que nos es significativo. Además, al tener un vínculo tan cercano con este tipo de personas, el impacto es mayor y más profundo.
- Los que nos responsabilizan de todo: si se cae un plato es porque somos unos torpes irremediables. Si a ellos se les quema la comida es porque los despistamos con algo. Si se pincha la rueda del auto es porque nunca nos acordamos de pasar por el taller para hacer una revisión. Hay personas con este tipo de facultad: la de responsabilizar a los demás de todo lo malo que sucede y les sucede. Es una forma lenta y progresiva de destrucción que hay que intuir y frenar cuanto antes.
- Los que nos transforman en marionetas: suelen expresar frases como “La verdad es que sin mi, no sabés hacer nada” “Siempre estás haciendo quilombo con todo. Dejá que mejor, desde ahora en más, me ocupo yo”. Este ejemplo es una muestra directa de una relación tóxica y de un modo de dominación muy concreta. Quien ejerce el poder proyecta sobre nosotros una culpa infundada y logra ante todo validarse como persona. Lo consigue al infravalorar nuestras acciones, nuestros pensamientos, nuestra personalidad. En caso de no posicionarnos, el avance es imparable. Nos harán creer que no somos nada y que ellos lo son todo.
- Los que nunca se hacen cargo de sus errores: Suelen comerter errores, imprudencias y, hasta causan importantes problemas con sus actidudes y con su comportamiento pero, sin embargo, son incapaces de responsabilizarse de sus actos. Más aún, en lugar de asumir las culpas, son especialistas en proyectarlas sobre los demás.
- Los que lo hacen por nuestro bien: conseguir que otros asuman culpas ajenas es, para muchos, un modo de que los demás aprendan a responsabilizarse, a madurar. “Cargan” sobre la otra persona la culpa sólo por ser el mayor, el menor o la mujer. No es lo adecuado. En toda familia o entorno laboral cada persona debe ser consecuente de sus propias acciones y responsabilidades. Culpar a uno solo de todos los errores o descuidos es un modo de estresar, de mermar la autoestima de esa persona en concreto.