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Diferencias entre el Psicólogo Clínico y el Psiquiatra

Dada la complejidad de la mente humana y la cantidad de factores implicados en el bienestar psicológico, es necesario tratar a cada paciente de manera adecuada. Para ello, debemos ser capaces de discernir qué especialidad es la encargada de cada ámbito. En la rama de la salud mental existen dos profesiones que a menudo generan confusión y se emplean como sinónimas, cuando no lo son:  el psiquiatra y el psicólogo clínico, una de las ramas de especialización de la psicología en el campo de la salud. Y , aunque en ocasiones se requiera de una coordinación mutua entre ambos para tratar determinados casos, esto no siempre es necesario.

Tras acabar la carrera de psicología, estos profesionales tienen múltiples salidas: neuropsicología, recursos humanos, criminalística… Quienes optan por la psicología clínica estarán encargados de la evaluación, diagnóstico, tratamiento y prevención de las alteraciones psicológicas.

Si analizamos con detenimiento el origen etimológico de las palabras que conforman ambas profesiones, encontramos pistas sobre cuál es la labor de cada profesional. Por un lado, el prefijo “psi” deriva de la palabra latina “mente”. Y “logía” significa “teoría” o “ciencia”. Psicología podemos definirla entonces como la “ciencia de la mente”. Por otra parte, “iatría” tiene origen griego y alude al concepto de curación o de medicina. Aunando ambos afijos, psiquiatría derivaría en medicina de la mente.

Psiquiatra y psicólogo tienen diferente formación

El psiquiatra estudia Medicina y, posteriormente, se especializa en la rama de Psiquiatría. El psicólogo cursa propiamente la carrera de Psicología y luego realiza una especialización en clínica. Como se puede deducir, las habilidades y los conocimientos que adquieren estos profesionales son diferentes. El primero tiene que dominar el funcionamiento neurológico y las bases anatómicas del cuerpo humano. Para el psicólogo clínico, es básico conocer las Ciencias Sociales, algo que le permitirá analizar la forma de interactuar de las personas y cómo actúan las dinámicas culturales.

En ambas carreras existen subespecialidades establecidas con base en la etapa de desarrollo personal y al ámbito de intervención en el que se enmarquen. Así, se pueden estudiar trastornos más propios de la etapa infantil, la adolescencia, la adultez o la tercera edad o adecuarse al marco de actuación, también muy diverso: familiar, social, empresarial, comunitario, sexual…

El psicólogo evalúa y trata problemas de índole psicológica. Es decir, los relacionados con los procesos mentales, las sensaciones, las percepciones y el comportamiento de las personas. Analiza su origen y sus causas, siempre en relación con el contexto personal. En concreto, el psicólogo clínico se centra en la prevención, diagnóstico, rehabilitación y tratamiento de las alteraciones psicológicas que se pueden dar a lo largo de todo nuestro ciclo vital.

El ámbito de especialización del psiquiatra es la evaluación fisiológica y química de los problemas psicológicos. Es decir, realiza su labor desde una perspectiva médica y farmacológica. Por ejemplo, puede buscar reestablecer el equilibrio de una determinada hormona en el cerebro.

El psicólogo, independientemente de su especialización, tiene como objetivo mejorar el bienestar emocional y psicológico del paciente. Para ello, mediante el empleo de ciertas técnicas y el uso de habilidades, trata de mejorar ese malestar de la persona. Asimismo, proporciona al paciente herramientas para que sea capaz de mantener en el tiempo los cambios logrados durante la intervención. El psiquiatra, al tener formación médica y saber sobre el funcionamiento neuroquímico del cerebro, está habilitado para recetar fármacos. Los ansiolíticos y los antidepresivos son los más habituales. Además, puede prestar atención médica y admitir ingresos hospitalarios.

El psicólogo clínico entiende el problema del paciente en términos de adaptación o inadaptación. Se centra en establecer las causas del trastorno, así como en estudiar los factores que han convertido su conducta en patológica. Para ello, busca explicaciones en sus rasgos de personalidad, su infancia, su desarrollo evolutivo, su condición fisiológica o su entorno. El psiquiatra entiende los problemas emocionales de manera muy distinta. Lo hace en términos de normalidad o anormalidad. El trastorno es, por lo tanto, una anomalía o un mal funcionamiento del organismo, como puede ser, por ejemplo, un desequilibrio químico cerebral.

Las derivaciones

Cuando se acude al médico de atención primaria y se le expone el problema, este puede derivar al psiquiatra o al psicólogo. Una vez en su consulta, si este lo cree necesario para el tratamiento, puede remitir al paciente a un médico psiquiatra. Así, ambos profesionales realizarán una intervención conjunta. Por un lado, el psicólogo trabajará el comportamiento y el bienestar cognitivo-emocional de la persona. Y por otro, el psiquiatra será el encargado de preescribir y supervisar la medicación correspondiente. Dependiendo de la magnitud y el tipo de conflicto ante el que nos encontremos, un paciente puede acudir al psicólogo sin tener que ir también a la consulta de un psiquiatra. Psiquiatra y psicólogo pueden realizar, en ocasiones, una intervención conjunta.

Psiquiatra y psicólogo dedican distinto tiempo a sus pacientes cuando estos acuden a la consulta. A su vez, esto va ligado a la  manera de abordar la problemática. En general, los psicólogos suelen establecer un período que oscila entre los 45-60 minutos. Así, tienen tiempo para ahondar en el conflicto psicológico y realizar las debidas técnicas de intervención. Los psiquiatras no suelen extenderse más allá de los 20 minutos. No tienden a realizar una evaluación psicológica tan exhaustiva, sino que se encargan de saber cómo ha evolucionado el paciente desde que le prescribió la medicación. Su tarea es ajustarla en base a los progresos de la persona, así como mantener revisiones periódicas. Su formación especializada en la salud mental proporciona a ambos profesionales un conocimiento integral del funcionamiento cerebral.

En conclusión: ambos tienen el objetivo de mejorar el estado psicológico del paciente. Sin embargo, lo hacen por vías diferentes:

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