La psicosis y la esquizofrenia son dos conceptos utilizados en psiquiatría y psicología clínica que pueden llegar a ser confundidos. Los síntomas de ambas llaman la atención de forma particular dentro del amplio rango de los trastornos mentales: las alucinaciones o los delirios encajan perfectamente con la idea de psicopatología que tiene mucha gente. Con frecuencia, se usan los términos “psicosis” y “esquizofrenia” de forma intercambiable. Sin embargo, existen diferencias conceptuales claras entre ellos.
Se conoce como “psicosis” a una serie de síntomas relacionados con la pérdida de contacto con la realidad. Frecuentemente se asocia a alteraciones del pensamiento y de la conducta, incluida la verbal, que provocan alteraciones en muchas áreas de funcionamiento. El término se empezó a utilizar en 1841 por el psiquiatra alemán Karl Friedrich Canstatt. Proviene del latín y se puede traducir como “alteración del alma o de la mente”. Inicialmente incluía la esquizofrenia y el trastorno bipolar y se usaba en oposición al concepto “neurosis”, lo cual sigue siendo habitual en la actualidad.
Las experiencias englobadas en el concepto de psicosis son múltiples y variadas. Las alucinaciones, los delirios y la catatonia (un estado de inmovilidad psicógena) son 3 de las manifestaciones psicóticas más características, pero no siempre se dan en contextos patológicos; por ejemplo, las alucinaciones hipnagógicas, que aparecen en ocasiones justo antes de que caigamos dormidos, son formalmente equivalentes a la psicosis. Los síntomas psicóticos pueden tener causas muy distintas. Como sucede en la esquizofrenia, el trastorno bipolar o la demencia, suelen ser consecuencia de la conjunción de estrés psicosocial con alteraciones cerebrales, o bien con el consumo excesivo de determinadas sustancias y fármacos, entre ellas el alcohol y las anfetaminas. Por otro lado, los trastornos psicóticos incluyen la esquizofrenia, el trastorno esquizotípico de personalidad, el esquizoafectivo, el delirante, el esquizofreniforme, el trastorno psicótico breve, la catatonia y las psicosis inducidas por enfermedades y consumo de sustancias.
La esquizofrenia es una alteración que se incluye en el grupo de los trastornos psicóticos, siendo el más representativo y conocido dentro de éstos. Sus síntomas cardinales son de tipo psicótico, como la desorganización del pensamiento o la presencia de delirios y alucinaciones. Se trata de un trastorno que genera frecuentemente inadaptación social y favorece la aparición de depresión, ansiedad y abuso de sustancias. En muchos casos se da de forma crónica y se maneja mediante fármacos antipsicóticos muy potentes, requiriendo frecuentemente internamiento.
Los síntomas de la esquizofrenia se dividen en positivos y negativos. Los síntomas positivos se relacionan con la alteración de las funciones mentales, como las alucinaciones, mientras que los negativos son déficits emocionales, motivacionales o sociales, entre otros. Este trastorno mental se divide en tipos: paranoide, desorganizada, catatónica, indiferenciada y residual. Esta clasificación se realiza en función de los síntomas predominantes y del curso del trastorno. Para diagnosticar esquizofrenia es necesario que se hayan dado delirios, alucinaciones, lenguaje desorganizado, catatonia o síntomas negativos de forma continua durante al menos 6 meses. Además, estos síntomas deben causar dificultades personales, sociales o laborales y no pueden deberse directamente a una enfermedad o al consumo de fármacos o drogas.
La psicosis y la esquizofrenia son dos conceptos íntimamente relacionados, pero la esquizofrenia es un trastorno mental con criterios diagnósticos concretos mientras que la psicosis es un grupo de síntomas que se pueden dar a causa de la esquizofrenia o por otros motivos. La esquizofrenia es un trastorno que provoca múltiples síntomas, entre los que destacan los de tipo psicótico, aunque no son los únicos: por ejemplo, la ansiedad y la depresión también son muy frecuentes en el contexto de la esquizofrenia. Por su parte, la psicosis engloba a la esquizofrenia si entendemos el término de “psicosis” como equivalente a “trastorno psicótico”. Esto sucede habitualmente cuando nos referimos a este grupo de alteraciones como “las psicosis”.
Las experiencias de tipo psicótico son relativamente frecuentes en determinados marcos, como el consumo de sustancias alucinógenas o el daño cerebral por demencia. Así, no es necesario que se cumplan los criterios de esquizofrenia para poder hablar de la existencia de una psicosis, sobre todo si se trata de un episodio breve.
Cuando se dan a consecuencia de la esquizofrenia o de otros alteraciones más o menos similares, como la depresión psicótica o el trastorno esquizoafectivo, los síntomas psicóticos se consideran un indicador clave de psicopatología. En los trastornos afectivos o en la demencia los síntomas psicóticos se asocian con un aumento en la gravedad o con el progreso de la alteración. No obstante, los síntomas psicóticos no siempre implican una mayor severidad: las personas diagnosticadas de esquizofrenia paranoide, que se caracteriza por alucinaciones y delirios, tienen mejor pronóstico que aquellas en las que predominan los síntomas negativos.
La duración de las manifestaciones psicóticas varía en gran medida, desde los episodios de pocos segundos o minutos inducidos por el consumo de drogas hasta la esquizofrenia, que requiere que los síntomas se mantengan durante 6 meses por lo menos. En un punto intermedio se sitúa el trastorno psicótico breve, que tiene una duración máxima de un mes. Si bien las alteraciones cerebrales propias de la esquizofrenia pueden provocar experiencias psicóticas, estas también pueden deberse a otras causas psicológicas y biológicas. Entre ellas destacan el estrés y la fatiga intensos, la depresión, las lesiones cerebrales y el consumo de algunas sustancias.