Como ya sabemos, dado que sobre su cerebro se suceden constantes cambios durante toda su vida, la realidad de una mujer no es tan estable como la de un hombre. En este sentido se dice que la realidad neurológica de un hombre es como una montaña que va gastando de manera imperceptible los glaciares, el tiempo y los profundos movimientos tectónicos de la tierra. Sin embargo, la realidad de una mujer es más bien como el clima, constantemente cambiante y difícil de predecir.
El cerebro de una mujer después de los 40 es fabuloso. Cada año de la vida de la mujer actúa como un fertilizante de las conexiones neuronales, lo que a su vez supone nuevos pensamientos, emociones e intereses. Por lo tanto, si el cerebro de la mujer es capaz de cambiar semana a semana, imaginemos qué supone toda una vida de cambios hormonales masivos.
Normalmente, la década de los 40 comienza a ser una etapa en la que te encuentras entre dos generaciones que ponen en evidencia lo efímero de la vida. Así, como es de esperar, comenzás a cuestionarte los imperativos que te han llevado hasta el lugar en el que te encontrás. De este modo, intentás conciliar las responsabilidades asumiendo ciertos riesgos que te permitan descubrir el camino a todos esos sueños de los que un día te apartaron las exigencias y las situaciones opresivas que te agotaron emocionalmente. Asimismo, de repente, cuando vas cumpliendo años parece que la niebla se disipa y empezás a ver aquello que antes no podías.
Podría decirse que las hormonas crean gran parte de la realidad femenina, ayudando a conformar junto a las experiencias los valores y deseos de una mujer. Así, el cerebro de la mujer después de los 40 es un reflejo claro de lo que es importante día a día para ella. De todas maneras, el cerebro solo es una máquina de aprender que está dotada de talento; o sea que a pesar de que la biología es poderosa, nuestro carácter y nuestro comportamiento se conforman en su confluencia con el mundo. Así, durante toda nuestra vida, cuando el cerebro se nos inunda de estrógenos comenzamos a concentrarnos de manera intensa en nuestras emociones, así como en comunicar y comprender.
Generalmente, el cerebro femenino toma decisiones sobre valores que empujan a la conexión y a la comunicación. Así, la estructura, la función y la química de una mujer afectan a su humor, a sus procesos de pensamiento, de energía, impulsos sexuales, comportamiento y bienestar. El cerebro femenino tiene muchas aptitudes únicas: sobresaliente agilidad mental, habilidad para involucrarse profundamente en la amistad, capacidad casi mágica para leer las caras y el tono de voz en cuanto a emociones y estados de ánimo y una gran destreza para desactivar conflictos.
Ciertos cambios ocurren de manera frecuente tras años de seguir los ritos de las mujeres sacrificadas que se desviven por todo y para todo y se olvidan de sí mismas. Es decir, que suceden en busca de una libertad que va más allá de lo físico y se traslada a lo emocional. Aunque parezca desconcertante, el reloj biológico también toca su campana para que una mujer cuide de sí misma y se autocomplazca.
Esta etapa en el desarrollo psicológico también está impulsada por una realidad biológica: la del cerebro que emprende su último viaje o cambio hormonal. A partir de los 45 años, la constancia en el flujo de impulsos sustituye a la montaña rusa hormonal (de estrógenos y de progesterona) del ciclo menstrual. A partir de esa edad, el cerebro se va transformando en una máquina precisa y estable.
Asimismo, ya no veríamos cómo los circuitos más fugaces de la amígdala se alteran por efecto de las hormonas haciendo ver tinieblas que no existen o interpretando como insultante algo que no lo era. Por el contrario, veríamos cómo los circuitos que unen a nuestra procesador emocional (la amígdala) y al área de análisis y juicio de las emociones (el córtex prefrontal), actúan de manera coordinada y coherente. Dado que ya no se sobreexcitan estas zonas por la acción desproporcionada de las hormonas, la mujer está mucho más equilibrada, puede pensar con mayor claridad y no se ve tan desbordada por sus emociones como antes.
Así, especialmente al final de la cuarta década de la vida suele comenzar este viraje emocional que impulsa a la mujer a observar la realidad que le rodea de otra manera. Gracias a la reducción del flujo de dopamina y de oxitocina, la mujer comienza a dejar de sentirse tan recompensada a través del cuidado de los demás y busca el contacto consigo misma. En esta búsqueda la mujer se maravilla de su propia energía y comienza a rumiar una nueva visión del mundo que va más allá de la necesidad de conectar y de cuidar a los demás. Ahora, la mujer contempla la vida con la premisa de no hacerse prisionera y de estrenar un nuevo equilibrio.
El poder que una mujer se da a sí misma con los años. Así, esta verdad biológica representa un nuevo camino a seguir, un misterio que cambia los pensamientos y emociones de la mujer, a la vez que le anima a conducirse hacia la redefinición de sus relaciones y cometidos, así como a la asunción de nuevos retos y aventuras.