“El enamoramiento es un estado de miseria mental en que la vida de nuestra conciencia se estrecha, empobrece y paraliza”. -José Ortega y Gasset-
El enamoramiento es un estado que mucha gente disfruta y añora porque provoca sensaciones muy intensas y casi todas agradables. Incluso los sufrimientos que genera son satisfactorios para quien se encuentra en ese estado, en el cual la imaginación vuela, la motivación llega al máximo y cada experiencia se vive a flor de piel.
Si lo pensamos un poco, esa descripción del enamoramiento se parece mucho a lo que algunas personas experimentan cuando consumen algún alucinógeno. En ambos casos, hay sensaciones sumamente placenteras y la vida deja de ser algo “corriente” para transformarse en un hecho mágico. También, se trata de algo temporal. Más tarde o más temprano se retorna del enamoramiento, como se retorna del efecto de una droga. Esa vuelta a la realidad es negativa cuando tal “realidad” resulta poco alentadora o no tiene efectos tan importantes si en lo cotidiano también hay muchos elementos y factores que enriquecen la vida. Lamentablemente, lo que suele suceder es lo primero: un aterrizaje que desilusiona.
Lo que le da estabilidad a una relación de pareja no es la intensidad del enamoramiento, sino la compatibilidad real entre dos personas. Si existe esa afinidad y la decisión de mantener la relación, el enamoramiento se vive de manera serena a largo plazo.
Suele suceder que las personas con carencias afectivas le otorgan un valor desproporcionado al amor de pareja. Sin proponérselo, existe una fantasía de fondo que los lleva a sentir o intuir que una pareja puede ser la respuesta a sus vacíos, su insatisfacción vital o su sufrimiento. En esos casos las personas llegan a enamorarse con una intensidad desbordada. También, ocurre que idealizan notablemente al otro y le otorgan poderes que realmente no tiene. Por ejemplo, el poder de ofrecer la felicidad que ellos no han conocido, o de brindar la seguridad y el sentimiento de amparo que no han experimentado. Es tan fuerte esta convicción que en verdad llegan a sentirse inmensamente felices y más seguros y completos.
El punto es que toda esa experiencia del enamoramiento tiene mucho de ilusión. Se parece mucho a la función de un mago en la que te consta que levita, pero, mirado de fondo, en realidad no está levitando. O a la experiencia con un narcótico, en la que efectivamente experimentas sensaciones muy placenteras, pero en realidad no nacen de uno mismo. Particularmente, en el caso de las personas con grandes carencias afectivas o fuertes dificultades en la personalidad, el enamoramiento cobra una importancia inusitada. Por eso, cuando se va diluyendo, porque necesariamente se diluye, surge una fuerte angustia. Este hecho no se asume como algo natural, sino que aparece una gran resistencia a aceptar que ocurre. Esto causa gran sufrimiento.
No es raro que alguien con problemas pendientes consigo mismo quiera vivir un enamoramiento eterno. Intentará una y otra vez perpetuarlo y, de hecho, llegará a culparse por no lograrlo. Las señales de que se está diluyendo esa etapa exultante son vistas como una amenaza terrible y la transición se invade de angustia. A veces, el enamoramiento mismo lleva a apresurar un compromiso que no tiene bases sólidas. Después viene una larga seguidilla de desilusiones, ansiedad y, con frecuencia, rupturas. La sensación que queda es la de desconcierto, como si no se entendiera qué ocurrió o por qué sucedió.
¿Existe otra opción para abordar la elección de pareja?
SÍ. Son muchas las parejas que consiguen hacer funcionar una relación y la vuelven estable, pese a no vivir un apasionado romance.
Las relaciones de pareja más estables son aquellas en las que hay compatibilidad de fondo entre dos personas. Si comparten gustos y valores y sus temperamentos y personalidades son afines, existe una mayor probabilidad de que construyan una relación sólida y duradera. Todos los amores profundos y perseverantes tienen un alto componente de amistad y esta solo es genuina y posible cuando hay compatibilidad en aspectos relevantes.
Los imaginarios románticos nos llevan a creer que los grandes amores son aquellos que están marcados por el apasionamiento mutuo. La realidad demuestra que no es así. Con frecuencia, ese ardor inicial se convierte en desilusión mutua con el tiempo; sin esas emociones extremas, el vínculo resulta ordinario y poco gratificante.
En la pareja debe existir atracción sexual, pero al lado de ella debe haber un buen componente de afinidad psicológica. Por eso, es posible pensar en parejas estables sin enamoramiento previo. Una elección más serena puede ser la clave para ganar estabilidad y solidez en un vínculo que de por sí es deleznable con el tiempo.