Ver más allá de lo evidente es entender que hay fenómenos que existen «por debajo» de la información que llega a través de nuestros sentidos. Para conquistar esta opacidad es recomendable no conformarnos con lo accesible y comprender el trasfondo de las situaciones. Es una habilidad del pensamiento complejo que se puede desarrollar con la práctica. Sin embargo, es un arte en desuso. Cuando recibimos información acerca de un problema, tendemos a simplificar su planteamiento, casi de forma automática. Y lo hacemos, con asiduidad.
Intentar buscar otras alternativas más complejas frente algunos planteamientos es infrecuente y no sería coherente con el principio de economía cognitiva. Esa propensión natural de las personas a procesar del modo más económico posible la información que recibimos. Por si fuera poco, cada vez no solo las respuestas a ciertos problemas tendemos a hacerlas simples, sino que, gracias a la accesibilidad que nos alcanza el desarrollo tecnológico, de alguna manera, los problemas se han podido simplificar y con ellos, sus planteamientos.
Si bien personas con alta intuición pueden ver más allá de lo que es evidente, no todo el mundo desarrolla esta habilidad. Existen profesiones que basan su ejercicio en es este tipo de pensamiento. Médicos, psicólogos o investigadores o peritos judiciales tienen que conocer más allá de los hechos aparentes o evidencia, para concluir con una conclusión final.
Desarrollar el pensamiento complejo
Esta necesidad, de ver más allá de lo evidente para aproximarse a la verdad, la estudia el sociólogo y filósofo francés, Edgar Morin. Según él, a mayor complejidad, más detalles debemos tener en cuenta sobre la sociedad en la que se vive. De lo contrario, resulta fácil ignorar los que son prioritarios o relevantes. Así pues, debido a las características de la sociedad actual, es necesario que para que una persona pueda tener una opinión bien fundamentada, reflexione detenidamente la información que recibe. Esta capacidad reflexiva es lo que denominó como pensamiento complejo. La persona no debería pensar reduciendo lo que está viviendo.
En lugar de caer en un pensamiento simplista para aproximarse a la verdad, aboga por lo contrario: aumentar la información. La persona no debería pensar reduciendo lo que está viviendo, ni tampoco decantarse por una postura en función de uno o pocos hechos.
Sin embargo, el pensamiento complejo tiene el inconveniente de que no es innato. Se debe educar en él y potenciar su aplicación. El filósofo especializado en pedagogía Matthew Lipman opinaba que era extremadamente necesario inculcar este tipo de pensamiento a los niños ya a tempranas edades.
El término de complejidad, dentro del pensamiento de Edgar Morin, puede ser representado como una especie de gran red, cuyos delgados hilos se entrelazan y relacionan sus componentes. Los hilos son eventos, acciones, retroacciones, determinaciones o azares. Aunque el fundador de este tipo de pensamiento es Edgar Morin, en el SXX, su precursor, Leonardo da Vinci, en el S.XV, ya lo estudió y propuso estrategias para desarrollar el pensamiento complejo que se observa en su teoría de la complejidad. Sus obras, fundamentaron esta visión, suscitando al espectador, la búsqueda de información sobre los aspectos no evidentes.
Los filósofos griegos utilizaban la noética, la filosofía que estudia el pensamiento, especialmente, el objetivo e inteligible. Sin embargo, en algunas ocasiones ignoramos información o no tenemos acceso a ella. Los griegos utilizaban este verbo con el significado próximo a «intuir», en el sentido de ver inteligible.
Entender que existe información que desconocemos es el primer paso para desarrollar el pensamiento complejo. Ver más allá de lo evidente es accesible para todos. Sin embargo, para ver más allá de lo evidente, hay que tener más intención que intuición. Para ver lo evidente, primero habría que ver lo no tan evidente.