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Las dos caras de la insatisfacción crónica

¿Alguna vez sentiste que hagas lo que hagas nunca es suficiente? ¿Pensás que podrías haberlo hecho mejor? ¿Te exigís mucho y te comparas constantemente? La insatisfacción crónica es tóxica y nos conduce al perfeccionismo y a la exigencia. Saber cómo transformarla en un sentimiento positivo nos ayuda a equilibrar nuestra vida con más facilidad.

Vivimos en una sociedad líquida y del consumo, que busca satisfacer las necesidades materiales de forma inmediata. Esto genera que los productos que gastamos se terminen rápidamente, dando pie a que nuestras necesidades nunca sean satisfechas, y queramos consumir más, para sentirnos completos. Por lo tanto, una parte de responsabilidad, de la gran insatisfacción general que experimentamos, es a nivel social. Nos pasamos el día deseando cosas nuevas y en cuanto las tenemos, ya queremos algo nuevo. Como sociedad del consumo que somos, toda novedad prácticamente suscita un deseo.

La insatisfacción crónica no solo se trata de un fenómeno social, sino también de un problema personal e individual. Puede ser que sientas que normalmente nada te llena, te encontrás abrumado por lo que tenés pendiente, y una vez que lo hacés, no encontrás recompensa alguna. Además, se distingue por la necesidad de aprobación constante por parte de los demás y la sensación de que nunca llegás a tiempo, siempre hay algo pendiente que se puede hacer mejor. Si esto te ocurre, es probable que también sientas que todo te amarga, y que te marques objetivos imposibles de alcanzar. La comparación y la envidia son también dos características que frecuentemente se asocian a la insatisfacción. Cuanto más te comparas, más insatisfecho estás. La paradoja de la envidia es que te aleja de tu bienestar psicológico en vez de ayudarte a alcanzar tus deseos. Si sentís que nada te satisface, puede que tengas algún asunto pendiente relacionado con tu autoestima. La inseguridad es otro punto que está presente en la sensación de insatisfacción crónica. Al dudar, podés sentir un gran miedo al fracaso, y por ende, esto te frena para tomar decisiones y avanzar en tus objetivos.

La buena noticia es que la insatisfacción tiene dos caras. Una, como acabamos de describir, puede amargarte y otra que te puede ayudar a progresar. La insatisfacción ocasional puede ser positiva, te lleva a mejorar, y a superarte en tu día a día. En pequeñas dosis, te da energía y motivación para no dejarte vencer por los obstáculos. Además, te empuja a no conformarte con lo establecido y buscar solución a tus problemas. La cara amarga de la insatisfacción viene cuando permitís que se instale en tu rutina y te dejás vencer por la exigencia, la comparación, el afán de perfeccionismo y la ambición. Para dejar que la insatisfacción sea solamente ocasional, es necesario no caer en la trampa de la comparación.

La insatisfacción te puede dar señales de que algo debemos cambiar dentro de nosotros o en nuestro entorno y, eso puede llegar a ser positivo si lo sabemos aprovechar. Se vuelve dañina cuando prolongamos la queja y el descontento, teñimos nuestra vida de ambición y nos centramos en el pasado o en el futuro en vez de en el momento presente. Las ganas de controlarlo todo hacen que no nos podamos relajar y olvidemos lo realmente importante: disfrutar de las pequeñas cosas.

¿Cómo liberarnos de la insatisfacción tóxica?

La confianza en ti y en lo que está por venir nutren tu alma y tu cuerpo. Si aportás flexibilidad a tu vida podrás dejar ir con mayor facilidad el control y la necesidad de perfección que arrastra la insatisfacción crónica. Así, aprenderás a quererte con tus defectos y virtudes para poder soltar tu exigencia y estar más feliz contigo y con los demás.

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