Muchas veces nos preguntamos qué puede estar motivando la conducta de una persona. En relación a ello, los psicólogos Murray y McClelland descubrieron que necesitamos cubrir una serie de necesidades.
¿Qué elementos son los que regulan la conducta? Son muchos los teóricos que han hablado acerca de las motivaciones de los seres humanos en relación a las necesidades sociales, así como los estudiosos que han tratado de determinar por qué nos comportamos de una determinada manera cuando tenemos muchas alternativas. En la base de todo comportamiento se encuentran factores motivacionales. Es decir, ciertos elementos que potencian que una conducta sea de cierta manera o no vaya por una dirección concreta. Entre esos factores motivacionales se encuentran las necesidades sociales.
Los factores motivacionales no son solo objetivos que las personas quieren alcanzar. De hecho, en el estudio de la motivación existen dos enfoques diferentes:
- La motivación entendida como objetivos, metas y valores.
- La motivación entendida como instintos, necesidades o pulsiones.
A partir del segundo enfoque, varios autores han estudiado cuales son aquellos instintos o necesidades que el ser humano «esconde» detrás de la puesta en marcha de un comportamiento.
Las necesidades se clasifican dentro del grupo de factores motivacionales primarios. Esto significa que cubrir las necesidades (también las necesidades sociales) es una condición para la supervivencia. Murray (1938) entendía las necesidades como la propensión a actuar de cierta manera. Para él, las necesidades son internas (tanto biológicas como psicológicas). En su esquema, en este punto no se incluyen aquellas presiones del medio para comportarnos de una determinada manera en un determinado momento. Las necesidades, además, incluyen procesos cognitivos, emocionales y conductuales que integran verdaderas líneas de acción para la persona. Así, las necesidades marcarían aquello que la persona hace.
Murray dedicó gran parte de su trabajo teórico al estudio de las necesidades. De su trabajo heredamos el Test de Apercepción Temática (TAT), donde se evalúan las necesidades personales de cada individuo. Asimismo, también elaboró el Personality Research Form (PRF), donde Murray trataba de evaluar la personalidad a partir de su modelo de necesidades.
McClelland, psicólogo estadounidense que desarrolla su actividad profesional en la universidad de Harvard y Boston, plantea tres necesidades primarias que para él se encontrarían en la base de nuestro pensar, sentir y actuar: las necesidades sociales. Define las tres necesidades más importantes del ser humano, aquellas a las que añade el adjetivo «social». Estas necesidades surgen de la propia naturaleza del hombre, que es un animal social y necesita un proceso de socialización para desarrollar sus habilidades. Las necesidades sociales que McClelland identifica son: La necesidad de logro, la necesidad de poder, la necesidad de motivación. Estas necesidades no son universales, puesto que son fruto de la naturaleza histórica del ser humano pero también de su contexto social y cultural. Por ello, el listado de necesidades puede ser, aunque consistente, relativamente cambiante.
McClelland identifica la necesidad de logro en la base del comportamiento del ser humano. Por su necesidad de logro, la persona suele querer optimizar su rendimiento, no tanto por los beneficios materiales que esto puede reportar como por la satisfacción de haberlo hecho y bien. A partir de una tarea, uno puede aumentar sus sentimientos de autoeficacia al saberse mejor, al sentirse competente. Por ello, la necesidad de logro se relaciona con la realización de algo bien hecho simplemente por la satisfacción del resultado que se obtiene, y la mejoría y desarrollo de habilidades personales.
La necesidad de poder o de prestigio influye en que ciertas personas quieran el control de las situaciones y de las personas, así como de su capacidad de acción. Engloba la búsqueda del estatus y de posiciones de control institucional, social y grupal. Por ello, las características de estas personas están relacionadas con el poderío, el control y el dominio. Asimismo, las personas con una necesidad de poder muy disparada son también individuos que no saben asumir el fracaso, la frustración y la derrota. Esta necesidad de poder, llevada al extremo, puede estar relacionada con problemas arteriales, estrés y enfermedad. Por ello, cuando la necesidad de poder es alta, es importante trabajar el sentido de la responsabilidad de la persona.
La necesidad de afiliación parece ser la necesidad más clara, y seguramente la que más personas tendrán en común. A partir ella, la persona buscaría mantener relaciones afectivas y sociales con una persona o un grupo de personas. Aunque esto parece obvio, no está de más exponer que la socialización es una motivación para el desarrollo de habilidades o capacidades importantes, desde el lenguaje a la empatía. Por eso, en base a esta necesidad, las personas se preocupan por resultar atractivas para el resto. Quieren ser aceptados e incluidas en el grupo. La necesidad de afiliación ilustra como las personas prefieren las relaciones cálidas con un grupo amplio de personas, donde poder sentirse parte de un grupo en el que se sienten valoradas. De la necesidad de afiliación puede derivar la necesidad de intimidad, más específica de relaciones afectivas amorosas. McAdams define la necesidad de intimidad como la búsqueda de una interacción afectuosa y cercana con el otro. Se observó que esta necesidad era más alta en mujeres que en hombres.
Las necesidades sociales expuestas no son las únicas que se encuentran en la base del comportamiento del ser humano. De hecho, existen muchos otros elementos, como la motivación de control. Desde la perspectiva de R. W. White (1959), se estudió cómo el hombre buscaba a toda costa poder controlar su entorno y equilibrar las transacciones existentes entre organismo y contexto. Deci (2008), por otro lado, entiende que la motivación intrínseca más importante del ser humano es la de ejercitar sus propias capacidades y alcanzar la maestría en distintos entornos (sin que de esto se deriven recompensas externas). En la teoría de la autodeterminación, se entiende que la necesidad del hombre reside en aprender y obtener recursos suficientes para ser independiente. Esto significa que el hombre busca retos y desafíos para practicar, volverse habilidoso y sentirse competente ante las tareas que se le proponen.
Sea como fuere, y despojándolos de toda acepción, parece claro que, entre nuestras necesidades más importantes como motivadoras del comportamiento se encontrarían la necesidad de sentirse competente, la necesidad de sentirse en un grupo y la necesidad de control dentro de ese grupo. Por otro lado, conocer su faceta motivadora nos permite explicar, entender e intervenir sobre comportamientos disfuncionales.