Suele ser bastante habitual encontrarnos con un tipo de personas en las cuales el enojo es una materia constante. Son aquellas que poseen una personalidad susceptible. Es una clase de gente con la que es complicado poder comunicarse y la convivencia se torna más que difícil.
Cualquier palabra la analizan en detalle para encontrar algo en su contra, interpretan las palabras a su manera (equivocadamente) y, siempre se sienten amenazados o atacados donde sólo hay buen trato y cordialidad.
¿A qué se debe?
Todos somos susceptibles en algún aspecto personal, no podemos negarlo. Hay dimensiones más sensibles que otras que nos pueden hacer estallar en algún momento dado. Sin embargo, hay personas que parecen vivir en una constante y contínua susceptibilidad. Es algo sin duda complicado que dificulta nuestra relación con ellas. Pero es interesante y vale la pena adentrarnos un poco más en estos perfiles para comprenderlos y ahondar en su comportamiento.
Son muchos los psicólogos que afirman que el enojo es un acto de elección. Yo elijo si me enojo o no lo hago. Cada uno de nosotros tenemos un umbral de sensibilidad más grande o más limitado a la hora de vernos afectados por los actos ajenos. Depende de nuestra personalidad, de nuestro carácter. De ahí la famosa expresión de “dos no se enfadan si uno no quiere”. Hay personas más sosegadas que en un momento dado se dicen a sí mismas que no vale la pena, que es mejor dejarlo y no caer en un estado de enojo o enfado que es inútil y no conduce a buen puerto.
Sin embargo, las personalidades susceptibles prefieren caer siempre en el enojo. Son aquellas que disponen de menos empatía. Cualquier cosa que sucede a su alrededor lo procesan de acuerdo a su propio patrón, a su propio universo y su código de lo que es correcto y lo que no. Y, la principal dificultad es que cualquier hecho es interpretado como un ataque personal.
Además, suelen ser hábiles generadores de culpa. Si nos increpan que lo dejamos de lado conseguirán que nos sintamos culpables. Un rasgo tras el cual, además de falta de empatía hay un claro intento de victimizarse casi a cada instante. Si en una fiesta no los atendemos a ellos, lo ven como un desprecio. Si hacemos una comida familiar o para las amistades, nos llamarán la atención por no haber hecho su plato preferido. Incluso, si nos envían un mensaje y no lo respondemos de inmediato, lo verán como una falta de atención. Como una demostración clara de que los estamos dejando de lado.
¿Cómo podemos actuar?
Sabemos que cuesta, que es difícil y que en ocasiones, nos gustaría dejarlos de lado. Pero antes de nada, debemos tener claro un aspecto: no todas las personas serán iguales a nosotros. Y no todos pueden expresarse o comportarse como a nosotros nos gustaría que lo hicieran. Deberemos respetarlos. Pero eso sí, marcando distancia y protegiéndonos.
Un modo sencillo y práctico es utilizar el sentido del humor. Pensá que con las personas con personalidades susceptibles es muy fácil caer en el enojo, en un serio enfado al ver cómo reaccionan y como nos echan en cara cosas que no son ciertas. Lo mejor es mantener la calma y hacerles ver la incongruencia en la que ellas mismas han caído, pero desde un punto humorístico. El humor inteligente es una perspectiva sanadora excelente ya que en principio quita la tensión al instante. Intentá protegerte y establecer una prudente distancia para que no te afecten sus palabras, pero recordá que vale la pena que les hagas ver lo incongruentes que llegan a ser.