Ayudar a una mujer maltratada no es fácil. No lo es porque a menudo estas realidades habitan en la esfera del silencio y la invisibilidad. Es posible que tengamos muy cerca a alguien que lo esté viviendo ahora mismo y no seamos conscientes de ello. Una amiga, una hermana, una compañera de trabajo… El abuso y el maltrato no siempre dejan huella física.
La violencia de género es un hecho estructural incuestionable en nuestra sociedad. Instituciones como la Organización Mundial de la Salud nos ofrecen datos a través de estudios periódicos sobre este drama. Se estima que un 70 % de las mujeres ha experimentado violencia física o sexual por parte de un compañero sentimental en algún momento. El año pasado, la cifra de mujeres fallecidas a causa de esta realidad fueron 87.000 de las cuales, el 58 % (unas 50.000) fueron asesinadas por sus parejas. Este problema tiene una magnitud de la que todos deberíamos ser plenamente conscientes y también sensibles. Según el Instituto de la mujer, cerca del 3 % de la población femenina se siente maltratada por sus parejas y el 10 % no es conscientes de que lo están sufriendo.
Claves y estrategias para ayudar a una mujer maltratada
El primer paso para ayudar a la mujer que está sufriendo maltrato es transmitirle que no está sola y que la creemos. Validar sus emociones, hacerle ver que no merece lo que está experimentando y que queremos ayudarla es el mejor punto de partida. Es prioritario que el entorno, la familia, amigos e incluso vecinos actúen como ese primer círculo de ayuda y también de detección. La violencia de género tiene muchas formas, muchas dinámicas y todas ellas presentan un mismo resultado: el dolor, la humillación y la vulneración de una persona.
Hay quien sigue pensando que el maltrato tiene la forma de un moretón en el rostro. Sin embargo, son miles las personas que caminan por el mundo con la piel intacta y con la dignidad hecha pedazos. Porque el terror también duele, al igual que los insultos, la infravaloración, los celos obsesivos y esa necesidad de control en la que uno acaba sin poder respirar, perdiendo la autoestima, la calma, la identidad…
No hay que esperar a que la mujer que sufre de maltrato pida ayuda. En gran parte de los casos, la propia víctima no se atreve a compartir con su entorno lo que le está sucediendo. No lo hacen por vergüenza y, sobre todo, por miedo. Muchas se sienten incapaces de descubrir a su familia o amistades lo que están viviendo porque piensan que no van a creerles. Al fin y al cabo, el agresor adquiere su auténtico rostro de puertas para adentro. Socialmente, y para el resto del mundo es, por término medio, el hombre perfecto.
Tampoco podemos dejar de lado un hecho: muchas mujeres establecen relaciones de gran dependencia. No siempre son capaces de ver lo que está ocurriendo. El amor en ocasiones es lo bastante ciego como para no atender la herida del abuso constante. Por eso, debemos conocer en primer lugar los indicadores, y más tarde, actuar de manera adecuada.
Las marcas del maltrato no siempre son visibles. Es por ello que no solo debemos estar atentos a esos moretones. Es esencial que atendamos cambios emocionales y de conducta o comportamiento. Son los siguientes:
- Cambios en la autoestima.
- Altibajos emocionales.
- Pérdida de interés en esas cosas que antes le apasionaban.
- Problemas para concentrarse en las conversaciones.
- Comportamiento retraído, sobre todo cuando está el agresor delante.
- Cancelar citas en el último momento.
- Tendencia a aislarse de los amigos y familiares.
- Evita hablar de asuntos personales, de su pareja, de cosas del hogar.
La primera estrategia no es poner una denuncia. Hay que ir poco a poco y el escalón previo siempre es apoyar a la mujer maltratada emocionalmente. Hacerle ver que la creemos, que entendemos cómo se siente y que estamos junto a ella es prioritario.
- Es importante que les hagamos llegar frases como «Yo te creo, estoy contigo», «Esto no es culpa tuya, no tienes por qué sentir vergüenza», «No te mereces esto» o «No estás sola en esto, vamos a solucionarlo».
- Debemos validar sus emociones. La mujer que sufre maltrato experimenta ira a la vez que culpa. También, vergüenza a la vez que angustia y también otra combinación no menos desesperante: amor y miedo. Todas esas emociones son válidas y comprensibles y así se lo debemos hacer llegar.
Hay algo que es importante tener en cuenta: la mujer que sufre maltrato no siempre denuncia. Hay miedo, hay reticencia e incluso negativas. En estos casos debemos ser prudentes y estar alerta en todo momento. Lo ideal es ofrecer ayuda y también recursos.
- Mantener con ella una comunicación constante.
- Le haremos ver siempre que estamos preocupados por su seguridad y bienestar. Por ello, le indicaremos la necesidad de acudir a servicios sociales o a los organismos locales de ayuda a la violencia de género para que ponga en evidencia su situación.
- Hay que crear una red de apoyo que esté pendiente de su situación: familia, amistades, vecinos…
- Cuidar de que el agresor no logre en ningún momento dejarla aislada. Si en algún instante no podemos ponernos en contacto con ella hay que ponerlo en evidencia de la policía.
- Evitaremos jugzarla. Debemos ser ese recurso siempre cercano al que pueda acudir cuando lo necesite.
- Crearemos con ella un plan de seguridad. Si aún no da el paso para dejar a la pareja o efectuar una denuncia, lo ideal es crear una estrategia de rápida huida cuando lo necesite, una palabra clave entre nosotros que nos ayude a detectar que necesita ayuda inmediata…
- Ayudar a una mujer maltratada implica aceptar que no siempre va a dar el paso, que el dejar a la pareja no es la primera opción para muchas de ellas. En este caso, debemos animarla a hacer cosas fuera del ámbito familiar. De ese modo, le ampliamos perspectivas para que tome conciencia de su realidad.
- En caso de que finalmente dé el paso y deje esa relación, el apoyo debe ser constante en esa nueva etapa. Asimismo, no podemos dejar de lado una evidencia: cuando la mujer maltratada deja a la pareja es cuando más aumenta el riesgo de represalias y acoso por parte de la otra persona.
Para concluir, la violencia de género no solo necesita de adecuadas políticas sociales capaces asistir, de dar respuesta a las víctimas. Es importante también contar con un cambio de conciencia profundo que nos permita vivir en igualdad y respeto. En esto último, la educación es clave.