¿Por qué soy de ésta manera? ¿Soy el resultado de mis circunstancias? ¿Ha influido mi familia para que yo sea de este modo? Gran parte de nosotros se ha hecho estas mismas preguntas en alguna ocasión. Decía el biólogo Julian Huxley que la variedad de personalidades individuales es tan amplia, compleja y maravillosa que dota de auténtica belleza a nuestro mundo. Sin embargo, a veces cuesta convivir. Porque nuestra personalidad, en ocasiones, puede chocar con otras. Incluso hay quien se siente limitado por su forma de ser.
Tu forma de ser es única. No hay otra persona igual a vos. Sin embargo ¿qué ha hecho que tu personalidad sea de ese modo? ¿Es por todo lo que has vivido, herencia de tu familia? ¿O existen quizá otros factores?
No todos están satisfechos con su tipo de personalidad y desearían mejorarla, potenciar algunos aspectos y lograr que desaparezcan otros. ¿Es esto posible? ¿Podemos cambiar nuestro carácter?
Desde el campo de la psicología llevamos décadas estudiando estos aspectos. Señalaba Carl Jung que la personalidad es la realización suprema de la idiosincrasia innata de un ser vivo. En esta dimensión se conjugan en realidad múltiples factores, desde aspectos genéticos, ambientales, experienciales y hasta motivacionales.
Factores que marcan nuestra personalidad
Cuando nos preguntamos «¿por qué soy así?» lo hacemos buscando los orígenes causales. Se nos olvida que, en cierto modo, también uno mismo es responsable de su forma de ser. Lo es, por ejemplo, al responder e interpretar las cosas de un modo determinado. Existe, por tanto, la posibilidad de cambio, de variar algunos pequeños rasgos para lograr adaptarnos mejor al entorno y sentirnos más felices y satisfechos.
Así, hay algo que se observa a menudo en terapia psicológica y que es conveniente destacar. Muchas personas piensan que son como son por efecto directo de su educación y la influencia de sus padres. Es cierto que hay un peso y una determinación. Sin embargo, todos podemos mejorar y sanar ciertos aspectos, construir un perfil más fuerte y saludable. Porque la personalidad, más allá de lo que nos hayan hecho creer, no es fija. Es más, diversos estudios nos indican que las personas podemos cambiar alguno de los rasgos que definen la conocida teoría de los 5 grandes sobre la personalidad humana. Esos factores serían la apertura a la experiencia, la sociabilidad, nuestra eficiencia, la amabilidad y el ser más o menos seguro.
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La interacción biológico-ambiental
En la formación de nuestra personalidad influye tanto la genética como el ambiente en el que crecemos. El entorno, los hábitos de comunicación y la relación que establecemos con nuestras familias y la escuela, las vivencias tempranas, el afecto recibido e incluso las variables socioeconómicas (sufrir carencias o tener un buen bienestar) va cincelando nuestra personalidad. Tampoco podemos dejar de lado aspectos tan importantes como la nutrición, la salud física y el desarrollo neuropsicológico.
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Nuestras experiencias y la forma en que las percibimos e interpretamos
La personalidad es una entidad demasiado compleja como para enredarse en una camisa de fuerza conceptual. Sin embargo, pocas cosas nos interesan más que intentar definirla y entenderla. Así, cada vez que nos preguntemos por qué soy así, vale la pena hacer un repaso de todas las vivencias que hemos tenido. Todo lo sufrido, sentido, experimentado, reído, llorado y asustado conforma la persona que somos ahora. Sufrir una pérdida temprana, haber sufrido bullying en la infancia, el abandono materno o paterno, habernos enamorado y aprendido de ese proceso… Cada una de esas cosas nos influye. Sin embargo, más que el hecho que nos pudo haber ocurrido, influye la manera en que lo interpretemos.
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Carácter, temperamento e inteligencia
Hans J. Eysenck , fue un psicólogo inglés que dedicó toda su vida al estudio de la personalidad. Según él, la estructura de personalidad se definía por tres áreas muy concretas:
- El carácter, el cual viene definido por la educación recibida, el contexto cultural y el ambiente en el que crecemos y nos desarrollamos.
- El temperamento. Esta área se vincula con nuestra biología y, sobre todo, con esos procesos cerebrales en los que los neurotransmisores hacen que seamos más extrovertidos, introvertidos, impulsivos, emotivos, etc.
- Nuestra inteligencia, ese factor cognitivo que no solo evidencia nuestro potencial, sino que también esculpe la propia personalidad.
Nuestra personalidad se desarrolla más bien alrededor de nuestras motivaciones (necesidades y objetivos). Eso significa que las personas no estamos mediados por unos rasgos fijos e invariables.
En cierto modo, esta idea supone una crítica a la clásica del Modelo de los Cinco grandes Rasgos o Big Five (Golberg 1993). En la actualidad, la psicología se orienta más bien a pensar que todos podemos invertir en nuestro crecimiento humano y cambiar fciertas dimensiones para alcanzar el bienestar.
Todo depende de nuestras motivaciones y necesidades. Por ejemplo, si me siento limitado por mi inseguridad y timidez, cabe la posibilidad de que con trabajo, terapia y firmes compromisos conmigo mismo, consiga ser un poco más seguro y abierto a los demás. Por ende, el cambio SI es posible.