Los conceptos de emoción y sentimiento pueden ser confundidos con facilidad y, de hecho, incluso dentro del mundo de la psicología es frecuente que se utilicen como si fuesen sinónimos. La diferencia entre ambos, con frecuencia produce confusión a la hora de entender cómo funciona la mente humana.
Cuando hablamos sobre este tema es importante tener presente que existen diferentes teorías sobre la emoción, las cuales aportan explicaciones distintas acerca de cómo funciona nuestra faceta emocional y anímica y, desde la perspectiva de las neurociencias, acerca de cómo trabaja la parte del cerebro encargada de producir emociones: el sistema límbico. Sin embargo, dentro de los autores e investigadores que separan los conceptos de sentimientos y emociones, hay cierto consenso a la hora de indicar en qué se diferencian.
Una emoción es un conjunto de respuestas neuroquímicas y hormonales que nos predisponen a reaccionar de cierta manera ante un estímulo externo (como ver un insecto) o interno (como un recuerdo de la infancia). Eso significa que una emoción es lo que es generado por el sistema límbico del cerebro cuando los grupos de neuronas relacionados con ciertas experiencias, de manera que estamos predispuestos a actuar de cierto modo. Eso ocurre porque, a lo largo de nuestra vida, nuestro cerebro no se limita a “memorizar datos”, sino que también aprende ciertos modos en los que hay que reaccionar a esas experiencias. De algún modo, la información de lo que experimentamos va de la mano de la información acerca de cómo reaccionamos ante eso; no son dos clases de informaciones separadas. Es por eso que, si aprendemos a asociar los insectos a las picaduras, cuando veamos uno tenderemos a experimentar la sensación del miedo: nuestro cuerpo habrá aprendido que, con esa información visual, esa es la reacción adecuada.
Un sentimiento es similar a una emoción y está muy relacionado con el sistema límbico, pero además de esta predisposición espontánea, incontrolable y automática, incluye la evaluación consciente que hacemos de esta experiencia. Es decir, que en un sentimiento hay una valoración consciente de la emoción y de la experiencia subjetiva en general. Por ejemplo, si vemos una araña, seremos capaces de auto-examinar lo que sentimos y lo que pensamos en una situación así y reflexionar a qué otras experiencias nos recuerda esa situación, cuáles son las diferentes maneras en las que se puede reaccionar a ese estímulo, hasta qué punto es racional el asco o el miedo que sentimos, etc.
Tanto las emociones como los sentimientos tienen que ver con algo irracional que tiene que ver con la manera subjetiva con la que experimentamos una situación. Ninguno de los dos fenómenos puede ser traducido en forma de palabras de manera fiel y sin dejarnos muchos matices en el tintero, y es la otra persona la que, haciendo un esfuerzo de empatía, debe construir en su mente y a partir de sus propias experiencias cómo nos debemos sentir. Sin embargo, la diferencia fundamental entre la emoción y los sentimientos es que la primera es totalmente básica, primitiva y unidireccional (en el sentido de que es algo que aparece automáticamente al presentarse un estímulo) mientras que el sentimiento incluye la capacidad de pensar y reflexionar de manera consciente sobre lo que se siente y, por tanto, tiene que ver con la capacidad de pensar en términos abstractos y simbólicos.
Las obras de arte, por ejemplo, son la caracterización clásica de los sentimientos, porque son sublimaciones abstractas de las emociones. En un poema, no hay sólo emociones, sino que necesariamente debe haber también sentimiento, algo que permita expresar de manera simbólica lo que se siente. Los sentimientos son bidireccionales, ya que hay algo que va desde los procesos mentales más básicos y primitivos hacia la consciencia, pero también hay algo que va desde la consciencia al modo en el que se valora y se experimenta esa situación de forma holística y global.
A pesar de que los conceptos de sentimiento y emoción se refieren a cosas diferentes, a la práctica allí donde hay una emoción hay siempre un sentimiento (o varios). Los dos se presentan a la vez, y las palabras que utilizamos para separados conceptualmente solo existen en la teoría para permitirnos entender de un modo más preciso acerca de qué parte de la experiencia consciente estamos describiendo. Del mismo modo en el que allí donde hay unos genes hay un entorno que influye en el modo en el que estos se expresan, emoción y sentimientos no pueden presentarse por separado (en el ser humano consciente y sano) y por consiguiente se solaparán. La distinción entre ambos es más virtual y teórica que material.
Es por eso que la diferencia entre sentimiento y emoción solo se utiliza porque resulta útil en ciertos casos y porque cada una de ellas podría explicar diferentes procesos neurológicos que funcionan en paralelo, no porque efectivamente podamos aislar un sentimiento y separarlo de la emoción con la que se presenta. En psicología y neurociencias, para bien y para mal, las cosas no resultan tan sencillas.