El budismo plantea que hay cuatro principios de la comunicación que se deben preservar para conseguir la armonía entre los seres humanos. En su enfoque, tales preceptos no son mandatos como tales, sino unos patrones de orientación que solo deben seguirse cuando lo que nos motiva es un deseo auténtico de mantener las buenas relaciones con los demás. Con los cuatro principios de la comunicación, lo que se busca es mayor claridad y respeto en nuestra relación con los demás. Los seres humanos empleamos el habla para dar a conocer nuestras ideas, sentimientos y emociones. Cuando lo hacemos correctamente, logramos que nos comprendan mejor y elevamos la calidad de nuestras relaciones.
Para los budistas, los cuatro principios de la comunicación son: veracidad, amabilidad, utilidad y armonía. Cada uno de ellos tiene como propósito hacer más fluida y valiosa nuestra expresión. Así mismo, todos exigen conciencia y trabajo.
1. Veracidad
El primero de los principios de la comunicación es la veracidad. Es un concepto más complejo de lo que parece a primera vista. Ser veraz es ajustarse a la verdad o a la realidad. El problema es que no siempre conocemos esa verdad o esa realidad, pues también en muchas ocasiones nos engañamos a nosotros mismos. Por lo tanto, para ser realmente veraces, primero tenemos que hacer un ejercicio de honestidad con nosotros mismos. Si cada uno no se dice la verdad, tampoco va a poder decírsela a los demás. Así mismo, únicamente se puede ser veraz cuando se habla desde el corazón, con la intención de expresar y no con algún otro interés.
2. Amabilidad
El respeto y la consideración al otro son condiciones fundamentales para que tenga lugar una comunicación sana y enriquecedora. Son muchísimas las dificultades que se originan por las expresiones irrespetuosas que a veces acompañan a la comunicación. La ira y el miedo son en realidad expresiones del ego. A su vez, el ego a veces nos lleva a actuar de manera impositiva o irrespetuosa con los demás. En esos casos, habla el ego y no el corazón. Con frecuencia, esto conduce a una cadena de dificultades con otros y le resta tranquilidad a nuestra vida, sin necesidad. Mejor hablar solamente cuando estemos en paz con nosotros mismos.
3. Utilidad
Los budistas insisten en la importancia de aprender a valorar el silencio. Para muchos, se trata de un espacio vacío, que se debe llenar cuanto antes. El budismo lo ve como el espacio natural para la escucha, bien sea de uno mismo o de los demás. Sin escucha, no puede haber comunicación, ya que esta siempre debe ir en los dos sentidos. Hablar por hablar es una expresión de angustia que muy con frecuencia conduce a desvalorizar la palabra. Las palabras sin provecho impiden que se abra paso una verdadera comunicación. Lo que sí hacen es desgastar la mente y empobrecer las relaciones con los demás. También es muy usual que nutran las emociones más banales que llevamos dentro de nosotros.
4. Armonía
El último de los principios de la comunicación, según los budistas, es la armonía. Para ellos, las palabras solo se justifican cuando son una vía para alimentar la buena voluntad y la paz entre las personas. Todo mensaje que no tenga ese propósito solo contribuye a generar malos entendidos o sensaciones negativas entre los seres humanos. La comunicación armoniosa también es aquella que elige las palabras más claras y concisas para dar a conocer su mensaje. Los rodeos, las sutilezas y los adornos innecesarios generan ruido en la comunicación. No fomentan el entendimiento, sino que muy frecuentemente llevan a que haya confusiones y a que los mensajes centrales se diluyan.
Todos estos principios de la comunicación pueden resultar algo extraños para los occidentales. Vivimos en una cultura en la que cada vez resulta más difícil guardar silencio. Recibimos un bombardeo de información constante, de manera que lo extraño ha pasado a ser la ausencia de ruido. Lo más inquietante de esto es que pasamos por tiempos en los que la mayoría de la comunicación se dedica a asuntos completamente banales. Esto no solo afecta nuestra armonía interior, sino que también limita nuestro pensamiento y nos hace cada vez menos capaces de expresar y de escuchar. La palabra ha difuminado su valor, y quizás sea eso lo que nos ha llevado a que haya tanto malestar en el mundo.