Existe un aumento de consultas de padres porque tanto en los hogares, como en el colegio, sus hijos/as manifiestan problemáticas relacionadas con el autocontrol, la impulsividad, la regulación emocional o la gestión de la ira. No es fácil encontrar un tratamiento adecuado para cada caso, pero ni mucho menos resulta imposible. La psicología nos brinda grandes herramientas y recursos para transitar junto al niño en su camino hacia un óptimo desarrollo, y para hacerlo de una forma más llevadera. Una de estas herramientas es el entrenamiento en autoinstrucciones de Donald Meichenbaum.
El entrenamiento en autoinstrucciones de Meichenbaum (1977) es una técnica psicoeducativa que el psicólogo canadiense Donald Meichenbaum desarrolló tomando las influencias de Luria y Vygotsky, autores que sugerían que el lenguaje era el regulador de la conducta. El objetivo de esta técnica es producir un cambio en las autoverbalizaciones del paciente (que éste emite en cualquier tarea o problema) para generar cambios en la conducta manifiesta.
Esta técnica consta de 5 fases bien diferenciadas que permiten acompañar al niño a la hora de mejorar su atención, instaurar o consolidar determinadas conductas y tareas o reducir su impulsividad, entre otras posibilidades. A grandes rasgos, ya que el objetivo será modificar la conducta meta (es decir, la conducta que queremos emitir o potenciar en el paciente), será necesario analizar la secuencia de repuestas y pensamientos automáticos que la conforman y “desautomatizar” la conducta utilizando mediadores verbales, eso es, las llamadas autoinstrucciones.
Las autoinstrucciones también pueden denominarse autoverbalizaciones y constituyen la herramienta fundamental para hablarnos a nosotros mismos a través de un diálogo interno (o externo). Así, se trata de una serie de pensamientos, ideas o pasos que la persona verbaliza (o piensa) para llegar a una meta o concluir una tarea. Constituyen pautas que nos guían y nos ayudan a resolver tareas de forma autónoma.
El entrenamiento en autoinstrucciones de Meichenbaum (así como las autoinstrucciones aisladas) puede emplearse tanto en niños y adolescentes como en adultos, aunque se utiliza sobre todo en niños con el fin de instaurar/consolidar conductas y trabajar temas de autocontrol e impulsividad, entre otros. En este sentido, las autoinstrucciones son una técnica bastante efectiva para favorecer la atención, reducir la impulsividad y la hiperactividad, controlar la ira y mejorar la capacidad de organización y planificación. Es por ello que se utilizan con frecuencia en trastornos como el TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad).
Las 5 fases
1. Modelado cognitivo
En la primera fase o etapa del entrenamiento, el terapeuta actúa como modelo. ¿Cómo? Realiza una tarea concreta mientras emite las autoverabalizaciones en voz alta. Es decir, va diciendo los pasos que realiza en voz alta, a la vez que expone las dudas que puedan surgir en el niño o el adulto. También, comenta las estrategias utilizadas (preferiblemente al finalizar la tarea). En pocas palabras: el terapeuta actúa mientras “piensa en voz alta”. La tarea o conducta realizada (concretada al inicio con el paciente), puede ser de cualquier tipo. Ejemplos de éstas pueden ser: preparar la mochila para ir a la escuela (en niños) o lavarse los dientes.
2. Guía externa en voz alta
En la segunda fase del entrenamiento en autoinstrucciones, el terapeuta (o adulto) habla mientras el niño actúa. Es decir, el adulto va verbalizando las autoinstrucciones de la acción mientras el niño (o paciente) ejecuta la conducta o tarea.
3. Autoinstrucciones en voz alta
En esta tercera fase de la técnica el adulto es relegado a un segundo plano, y el paciente adquiere protagonismo. Así, el niño (o paciente adulto) habla en voz alta (verbalizando las autoinstrucciones) mientras actúa/realiza la tarea. Es decir, es aquí cuando el niño ya empieza a ejecutar su propia conducta. ¿Qué pasos o frases (autoinstrucciones) emitirá el paciente? Las mismas que emitía el terapeuta en las fases anteriores (y que se delimitan al inicio). Se trata de una fase donde es probable que el niño necesite ayuda (ya que no es fácil que lo recuerde todo de forma exacta y en el mismo orden), por lo que se le deberá ir instruyendo poco a poco para que adquiera autonomía y seguridad personal.
4. Autoinstrucciones enmascaradas
También denominadas “autoinstrucciones en voz baja”, implican el hecho de hablar en susurros mientras se actúa (acción que seguirá realizando el paciente).
5. Autoinstrucciones encubiertas
Finalmente, en la última fase del entrenamiento el niño pensará las autoinstrucciones a la vez que ejecuta la conducta. Es decir, se trata de integrar estas instrucciones y repetirlas solo mentalmente. En esta última fase el niño debe ser capaz de generar sus propios pensamientos-guía (autoinstrucciones) de forma mental.
Aunque las etapas descriptas pueden generalizarse a infancia, adolescencia y adultos, el procedimiento en niños aún puede concretarse/complementarse más, a través los siguientes puntos o etapas:
- Definir el problema. ¿Qué ocurre? ¿Qué queremos cambiar? ¿Qué conducta queremos conseguir?
- Guía de la respuesta. ¿Qué pasos (autoinstrucciones) pautaremos?
- Autorrefuerzo. Reforzar todo aquello que se aproxime a la conducta deseada, así como los pasos hasta conseguirla.
- Autocorrección. Corregir los errores e ir instruyendo paso a paso en la conducta deseada.
La alianza terapéutica aquí resultarán fundamentales.
¿En qué trastornos o situaciones podemos aplicar el entrenamiento en autroinstrucciones?
- Impulsividad y TDAH: ideal para reducir la impulsividad propia del TDAH (o aislada).
- Falta de autocontrol: las autoinstrucciones permiten regular la conducta e incluso a veces, las emociones.
- Dificultades de aprendizaje: también resultan útiles para trabajar con niños con trastornos como la dislexia, por ejemplo.
- Problemas secundarios a pensamientos negativos: sobre todo cuando éstos últimos interfieren en la realización de la tarea y generan ansiedad.
- Otros: también puede emplearse para incrementar las habilidades interpersonales en el aula, mejorar la atención hacia el profesor o profesora y favorecer la creatividad.
La autorregulación y el autocontrol son dos mecanismos que los niños van adquiriendo con el tiempo y que constituyen dos hitos importantes en su desarrollo. Gracias a estos mecanismos, los niños aprenden a controlar sus momentos de ira, a escucharse a sí mismos y regular sus emociones. No es un camino sencillo, pero para ello siempre podremos optar por técnicas, con el objetivo de beneficiar el bienestar del niño y de potenciar su autonomía.