A pesar de que existe la creencia de que lo mejor para formar una pareja es elegir a alguien muy diferente a nosotros y que, incluso, es común que esto ocurra de manera natural bajo la conocida frase “los polos opuesto se atraen”, la realidad parece no confirmar esta teoría.
Por un proceso psicológico tenemos tendencia a elegir aquello que más se parece a nosotros. Así, es probable que nos sintamos atraídos por alguien con características físicas similares a las que tenemos o por una persona que entre las letras de su nombre tenga algunas de las que forman el nuestro. Esto sucede porque inconscientemente buscamos aquello que nos resulta familiar porque nos da una sensación de mayor comodidad. Esta tendencia no sólo aplica en la pareja sino también en todas las otras elecciones que hacemos en la vida: la casa y el lugar donde vivimos, el trabajo, etc.
Está comprobado que preferimos personas que coincidan con nuestros gustos, nuestros valores, que tengan nuestras costumbres y mantengan estilos de vida parecidos. Solemos escoger a quienes tienen un nivel social y educativo similar al nuestro. Nos inclinamos por quienes comparten experiencias semejantes y que tienen una proyección al futuro que coincide con la nuestra. Incluso vamos más allá y no es raro formar una pareja como la de nuestros padres.
En resumen, es como si quisiéramos salir con nosotros mismos. ¿Es vanidad? ¿Es ego? En absoluto. Se trata simplemente de desear sentirnos identificados con aquél a quien elegimos como compañero o compañera de vida. Es mucho más sencillo compartir metas, llevar a cabo planes y criar hijos con alguien que está de acuerdo con nosotros en la mayor parte de los aspectos y que comparte nuestra forma de pensar.
¿Es negativa esta preferencia para nosotros?
Si se transforma en narcicismo o en un excesivo gusto por mostrarnos y que los demás nos admiren, sí que lo es. De igual forma, si nuestros padres viven roles de violencia y nosotros los imitamos, también será un problema y deberíamos buscar el opuesto que nos pueda ayudar a tener una relación amorosa sana.
El extremo contrario absoluto también es un problema si la decisión está basada en una autoestima demasiado baja produce inseguridad y puede llevar a desembocar en cuadros de ansiedad o depresión. Todo en su justa medida. Un amor propio equilibrado y justo nos llevará por el camino de tomar las mejores decisiones para nuestra vida.