Si alguien nos habla trastorno mental, probablemente una de las primeras palabras (posiblemente junto a depresión) que nos venga a la mente sea la que da título a este artículo: la esquizofrenia. Es una de las psicopatologías y alteraciones mentales con síntomas más graves.
Este trastorno es uno de los más conocidos y probablemente de los que mayor cantidad de literatura se ha publicado, existiendo vestigios y relatos que hacen pensar desde la antigüedad que diferentes personas (a quienes incluso se consideraban poseídas por espíritus) manifestaban visiones, pensamientos, conductas y expresiones extrañas que coinciden en gran medida con la sintomatología propia de este trastorno.
La esquizofrenia se considera actualmente un trastorno crónico. Este trastorno suele cursar en forma de brotes, aunque existen casos en que no surgen como tal sino que se va produciendo un deterioro constante. Generalmente, surgen brotes psicóticos, en los que abundan síntomas positivos tales como las alucinaciones y la agitación, tras los cuales hay generalmente una remisión completa o parcial. Es posible que surja un único brote psicótico con remisión completa, aunque por lo general se van produciendo varios a lo largo de la vida. Dicho deterioro puede permanecer estable o bien ir en progreso (motivo por el que Kraepelin denominó a este trastorno demencia precoz).
Estamos ante una alteración que supone y genera una alteración importante en la vida de quien lo padece, requiriendo su diagnóstico del cimplimiento una serie de criterios. Así, el diagnóstico de este trastorno mental requiere que durante un mínimo de seis meses se presentan durante la mayor parte del tiempo al menos dos de los siguientes síntomas (y cada uno al menos durante un mes): alucinaciones, delirios, alteraciones y desorganizaciones del lenguaje, catatonía o síntomas negativos como alogia, aplanamiento afectivo y/o abulia. Quizás el síntoma más habitual y prototípico es la presencia de alucinaciones, generalmente de carácter auditivo y en forma de voces en segunda persona, que puede ir acompañados de delirios autorreferenciales, de persecución y de robo.
Es importante tener en cuenta que dichas alucinaciones no son algo inventado: el sujeto las siente realmente como algo externo. Sin embargo, suele tratarse de pensamientos propios que son vividos como procedentes del exterior (se especula que pueden ser debido a la desconexión entre prefrontal y regiones del habla que dificulta la autoconciencia del habla subvocal) o bien de interpretaciones anómalas de ruidos exteriores.
Los síntomas de tipo psicótico predominantes en la esquizofrenia han sido agrupados generalmente en dos grandes categorías, síntomas positivos y negativos, que tienen diferentes características y efectos en el paciente. Los síntomas positivos harían referencia a aquellas alteraciones que suponen una exacerbación o alteración de las capacidades y funcionamiento habitual del paciente, generalmente añadiendo algo a dicho funcionamiento. Un ejemplo de ello serían las alucinaciones, delirios y comportamientos extraños). En lo que se refiere a síntomas negativos, se referirán a aquellas alteraciones que suponen una pérdida de las habilidades ya existentes con anterioridad. Es el caso de la alogia o empobrecimiento del pensamiento, el aplanamiento afectivo o la abulia.
El padecimiento de una esquizofrenia puede tener un gran número de consecuencias y generar severas dificultades. Y es que el conjunto de síntomas anteriormente descritos interfieren de forma significativa el funcionamiento habitual del sujeto en el día a día, en ámbitos como las relaciones interpersonales, el trabajo o el ámbito académico.
Las interacciones sociales suele reducirse y verse afectadas en gran medida, y la habilidad y posibilidades laborales e incluso académicas pueden verse también muy alteradas, especialmente si existe un deterioro. Los sujetos con esquizofrenia suelen presentar problemas atencionales y de procesamiento de la información, especialmente en aquellos casos que presentan sintomatología negativa. Su rendimiento en tareas de atención sostenida o selectiva es menor.
Además hay que tener en cuenta el efecto que tiene en el sujeto el propio diagnóstico: la esquizofrenia es un trastorno considerado crónico y que a día de hoy sigue estando muy estigmatizada, incluso por las propias personas que la padecen.
El diagnóstico es un momento muy duro y traumático para el sujeto, y es posible que aparezca sintomatología depresiva y/o un periodo de duelo, negación del diagnóstico y oposición al tratamiento. Este último aspecto es especialmente importante, ya que con tratamientos, los brotes psicóticos se reducen en gran medida o se previenen.
Hasta hace relativamente pocos años, dentro de la esquizofrenia podíamos encontrar que hacían referencia a un tipo de sintomatología predominante o una forma de presentación de la enfermedad concreta.
Concretamente se podía encontrar la esquizofrenia paranoide (centrada en las alucinaciones y delirios de carácter persecutorio y referencial, junto con agresividad y otras alteraciones), la desorganizada (cuya principal característica es el comportamiento y pensamiento caótico e incoherente y el aplanamiento e inadecuación afectiva) o la catatónica (en que los problemas más destacados eran las alteraciones psicomotrices, con mutismo e inmovilidad así como flexibilidad cérea y agitación), junto a la residual (en la que el sujeto se había recuperado de un brote con la excepción de algunos síntomas que permanecían, generalmente de tipo negativo) o la simple (con prevalencia de síntomas negativos, como alogia y aplanamiento afectivo).
Sin embargo, en la última versión de uno de los manuales más utilizados a nivel mundial, el DSM-5, se dejado de hacer dicha distinción para aglutinar todos los subtipos en una única entidad diagnóstica. Pese a ello, se trata de una decisión que no es compartida por muchos profesionales, que critican esta medida. De hecho, algunas personas proponen que más que esquizofrenia debería hablarse de trastornos del espectro psicótico, de manera semejante a lo que ha ocurrido con el autismo.
Las causas de este trastorno, al igual que las de otros muchos, son aún en día en gran medida desconocidas. Pese a ello se han ido elaborando a lo largo de la historia diferentes hipótesis sobre qué puede llegar a desencadenar la esquizofrenia.
Hipótesis biológicas
A nivel biológico, lo que sí se conoce es que las personas que padecen esquizofrenia presentan alteraciones en los niveles de dopamina en vías cerebrales determinadas. Concretamente aquellos sujetos que presentan alteraciones de tipo positivo como alucinaciones o delirios presentan un exceso o hiperfunción de la síntesis de dopamina en la vía mesolímbica, mientras que los síntomas negativos se han relacionado a un déficit de esta hormona en la vía dopaminérgica mesocortical. Sin embargo el porqué de este fenómeno es aún desconocido.
Cerebralmente, se ha observado que existen diferencias tales como un menor flujo de sangre a las áreas frontales del cerebro, diferencias entre ambos lóbulos temporales y un menor volumen de algunas estructuras como el hipocampo y la amígdala, así como unos ventrículos cerebrales de mayor tamaño.
Se ha observado que la genética parece tener cierto papel, a menudo buscándose la implicación de diferentes genes sobre la aparición del trastorno. Las investigaciones realizadas demuestran que sí parece haber una predisposición genética vinculada a una mayor vulnerabilidad de padecerla, si bien el trastorno no tiene porqué desencadenarse. Van a ser el conjunto de circunstancias vitales que rodeen al individuo las que determinen si dicha predisposición despierta o no el trastorno.
A día de hoy, una de las hipótesis más barajadas es que estamos ante un problema en la migración neural a lo largo del desarrollo que genera alteraciones que terminan estabilizándose y que solo llegarían a generar manifestaciones ante la presencia de estresores o cambios hormonales como las producidas por el paso a la adultez.
Otra hipótesis la vincula con la existencia de infecciones víricas durante el embarazo, en base a que muchos sujetos con este trastorno suelen nacer en invierno y que diferentes afecciones como la gripe podrían llegar a causar alteraciones a nivel cerebral.
Hipótesis psicológicas
El más conocido y predominante modelo es el modelo de diátesis (o vulnerabilidad)-estrés. Esta hipótesis establece la existencia de una vulnerabilidad estable y permanente, en parte biológica y en parte adquirida, a padecer este trastorno y a presentar problemas de procesamiento de información o problemas de competencia social y manejo del estrés.
Estos sujetos van a hacer frente en el día a día a diferentes tipos de estresores, como eventos vitales u otras circunstancias más permanentes (como por ejemplo un ambiente familiar muy crítico o con excesiva emoción expresada a las que deberán adaptarse. Pero dependiendo de las circunstancias, puede suceder que fracasen en dicha adaptación y no puedan ajustarse, esto termine por generar el desencadenamiento del trastorno.
Algunas de las teorías más antiguas, de carácter psicodinámico y especialmente vinculadas a la esquizofrenia de tipo paranoide, consideran que las causas del trastorno pueden encontrarse en la presencia de conflictos psíquicos profundos de los que el sujeto se defiende mediante proyección (situar una o algunas de las características propias en otra persona) y negación del conflicto, que en ocasiones terminan por generar la disociación de la mente con la realidad. Sin embargo, estas explicaciones no tienen valor científico.
Tratamiento
La esquizofrenia es un trastorno de carácter crónico que no tiene cura reconocida como tal por el momento, si bien puede tratarse los síntomas de tal manera que quienes lo padecen pueden tener una vida normal y permanecer estables, previniéndose la aparición de brotes. Para ello, sin embargo, el tratamiento ha de ser continuado a lo largo del ciclo vital del sujeto con el fin de prevenir la aparición de nuevos brotes. En general se emplean para ello los fármacos conocidos como antipsicóticos, que actúan tratando el exceso de dopamina en la vía mesolímbica y, en el caso de los clasificados como atípicos, mejorando también la sintomatología negativa en aumentar los niveles de dicha hormona en la vía mesocortical.
También, se trabaja desde el ámbito psicológico, con terapias como la de focalización para trabajar sobre las alucinaciones auditivas o la reestructuración cognitiva para cambiar cogniciones y creencias (delirantes y/o sobre el propio trastorno). La psicoeducación del sujeto y del entorno son fundamentales.