La literatura actual nos acerca una gran variabilidad de datos, los mismos rondan entre los 12.000 a los 80.000 pensamientos diarios.
Con este alto volumen de actividad mental, no todos nuestros pensamientos pueden ser verdaderos, útiles, o dignos de atención. A menudo, actuamos como si nuestros pensamientos fueran la verdad más absoluta y permitimos que dicten nuestros estados de ánimo y nuestras reacciones. Eso es lo que hacemos normalmente, al menos que tengamos un método, una razón de peso, o la motivación necesaria para hacer lo contrario. Nuestra era tecnológica nos proporciona un flujo constante de entrada de estímulos, y las técnicas para la observación y el control de la mente son cada vez más habituales como antídoto a este ritmo frenético moderno.
Uno de los pilares de la psicología cognitiva es la atención selectiva de estímulo. Es decir, como se percibe e interpreta la información a través de sesgos. El mecanismo adaptativo del olvido evita la saturación del campo de la memoria con sobreinformación y asimismo genera mecanismos de protección en lo que respecta a la sumatoria de memoria patológica por así llamarla (malos recuerdos, situaciones desagradables, rostros no deseados, etc.)
Puede resultarnos dificultoso observar nuestros pensamientos y sus reacciones concomitantes, sobre todo si estamos acostumbrados a un alto nivel de estimulación y de distracción. Hay que tener en cuenta estructuras como la formación reticular, el septum, la amígdala, el hipocampo y ciertas porciones del hipotálamo para tener una idea que determinados elementos neuroanatómicos implicados en la memoria participan de manera activa para efectuar la fijación permanente o transitoria del PENSAMIENTO CATASTROFICO.
“El olvido (del Latín oblitus ) de acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española es la falta de memoria o cesación de lo que se tenía de una cosa. Cesación del cariño que antes se tenía. Descuido de una cosa que se ha de tener presente.”
Dentro de la psicología es la experiencia que ha desaparecido de la continuidad aparente de la vida psíquica. La memoria es la capacidad de retener y recordar lo pasado. El recuerdo de una cosa. Desde el punto de vista psicológico es la supervivencia del pasado individual. Sin memoria toda la vida psíquica desaparecería. El sujeto no podría adquirir ni hábitos ni conocimientos. No habría imaginación, ni sentimiento ni voluntad. Existe de hecho una colaboración del pasado en el cumplimiento de los actos psíquicos presentes.
Como dice Sabina: “… Mas vale no tengamos que elegir entre el olvido y la memoria…”
Nuestros pensamientos están dentro de la danza constante entre los dos cuerpos del olvido y la memoria.
Si nos proponemos ser observadores tanto del contenido como del proceso de pensamiento. Podemos observar la cantidad de ellos en los cuales llenan espacios mentales sin ajustarse a ninguna necesidad de la realidad o hasta invadiendo nuestro campo emocional. Hay que estar preparados para refutarlos, dialogar con ellos, reducir la velocidad del proceso y convertirlo en curiosidad. Tener conciencia es el primer paso. Hay que tener en cuenta que los pensamientos son incesantes e implacables. Puede ser agotador darse cuenta de lo que pensamos todo el tiempo. Pero podemos ser participantes más activos en el proceso, y cambiar y reorientar nuestro diálogo interno.
Las personas que padecen TOC, por ejemplo:
• tienen pensamientos o imágenes repetidas sobre muchas cosas diferentes, como miedo a gérmenes, la suciedad o intrusos; violencia; herir a seres queridos; actos sexuales; conflictos con creencias religiosas; o higiene personal excesivas.
• tienen pensamientos y comportamientos indeseados que no pueden controlar.
• no obtienen placer de tales comportamientos o rituales, pero sienten un leve alivio de la ansiedad que estos pensamientos causan.
• pasan por lo menos una hora al día con estos pensamientos o rituales, los cuales causan angustia e interfieren con sus vidas cotidianas.
Pensar, es realmente una actividad compulsiva para el ser humano, pero el enfoque y la atención adecuada nos puede ayudar a dirigir nuestros pensamientos de un modo útil y provechoso.
En la actualidad se pueden caracterizar diferentes estadios o factores básicos en la composición de la estructura psicológica del pensamiento. El primero supone que el pensamiento aparece solamente cuando el sujeto tiene un motivo apropiado que hace la tarea urgente, que moviliza todos los recursos psicológicos orientados hacia su objetivo para satisfacer dicha demanda o necesidad que pueden ser actores de la búsqueda de la autorrealización, o por el contrario, la cultivación de juicios irracionales producto de una distorsionada internalización producto de la desmotivación. Por lo tanto, el descubrimiento de la tarea no es, un intento de responder adecuadamente, sino la restricción de las respuestas impulsivas.
Podemos conocernos y entender como cada uno de nosotros procesa la capacidad el pensamiento. Cuanto más se practica reducir la velocidad y simplemente darse cuenta de los pensamientos, más se desarrolla el potencial de incluirlos en la conciencia de una manera nueva y productiva. No podemos modificar y reorientar lo que antes no hemos hecho consciente. Se trata de aliarse creativamente con los propios pensamientos y administrarlos de manera responsable. Para ello debemos comenzar observando, eligiendo un sólo hilo de pensamiento por día para practicar.