El consumo de psicofármacos debe estar controlado
Cuando hablamos de psicofármacos nos referimos a muchos tipos de medicamentos diferentes, pero los más importantes son los antidepresivos, los ansiolíticos y los antipsicóticos. Son muy útiles para ayudar a las personas con algún trastorno psicológico. Pero si no se utilizan correctamente acaban generando un gran costo económico, sanitario y terapéutico.
Para poder hacer una vida normal y con bienestar, nuestro cerebro necesita producir ciertos neurotransmisores, y hacerlo en la cantidad correcta. Los neurotransmisores son como mensajeros que viajan entre las neuronas para provocar ciertas reacciones. El estado de ánimo, el sueño, los sentidos, el dolor y muchas otras funciones dependen de estos neurotransmisores. Si la cantidad de un neutrotransmisor es demasiado alta o demasiado baja el cerebro pone en marcha mecanismos para corregirlo. Pero a veces, no lo puede corregir, y aquí es donde entran los psicofármacos. Estos medicamentos sustituyen la función que los neurotransmisores no pueden hacer. Por lo tanto, son necesarios. Y lo pueden ser de manera temporal (por ejemplo, durante el tiempo que dura un trastorno depresivo), o de manera definitiva (es el caso de algunos trastornos psicóticos como la esquizofrenia).
El consumo adecuado, inadecuado o excesivo
Los psicofármacos se dan por trastornos que, como decíamos, pueden ser temporales o permanentes. Para algunos de estos trastornos hay muchas terapias psicológicas que han demostrado su eficacia sin necesidad de ningún medicamento. Es el caso de la terapia de conducta para el Trastorno Depresivo Mayor. Esta terapia consiste en planificar actividades que el paciente realiza y evalúa. A veces, el paciente está tan desanimado que necesita un psicofármaco que le ayude a situarse en el punto en que puede comenzar la terapia psicológica.
En otros casos la terapia farmacológica se considera imprescindible, como en el caso de la esquizofrenia. Algunos de los síntomas de esta patología se explican por la alteración de un neurotransmisor llamado dopamina. Por lo tanto, hay que solucionar esto antes de hacer nada más. Hay terapia psicológica, también para la esquizofrenia, pero sin fármaco no resulta eficaz.
Los ansiolíticos son un ejemplo de psicofármaco mal utilizado. Ante cualquier situación de ansiedad se suelen administrar para calmar los síntomas, pero no siempre se aborda el problema de fondo que los provoca. Y, la realidad es que sólo se deberían administrar cuando la intervención no se puede llevar a cabo sin ellos. El diazepam, por ejemplo, es un relajante muscular, que ayuda a calmar la ansiedad. No es un somnífero, pero sin embargo, no son pocas las personas que lo utilizan para tener un buen descanso… Otro ejemplo es la medicalización del duelo. A raíz de la pérdida de una persona cercana se experimenta un duelo, marcado por la tristeza, la sensación de soledad y el recuerdo constante de la persona que ha muerto. El duelo es una reacción natural que ayuda a asumir la pérdida. Gracias a este proceso aprendemos a vivir sin la persona que ha muerto. Tomar medicamentos para el duelo lo que hace es enmascararlo. Tapar los síntomas con una manta y posponer el duelo para más adelante. Pero, tarde o temprano se tendrá que hacer. Y hacerlo es la manera de curarlo. Es muy difícil decirle a una persona que tiene que pasar este malestar por estar mejor después, pero es que es la manera.
Es importante remarcar la importancia de hacer caso al médico cuando nos dice que tomemos algún medicamento. El consumo excesivo de psicofármacos es un problema a nivel de población, no de personas a título individual. Si el médico nos receta un medicamento, hay que tomarlo. Y si de todos modos lo queremos dejar porque nos molestan sus efectos secundarios, hay que avisarle. Abandonar por nuestra cuenta un psicofármaco puede hacer rebrotar los síntomas. Podemos preguntar al médico si hay alternativas: un cambio de hábitos, una terapia psicológica, etc. Si pensamos que lo que nos preocupa no tiene nada que ver con ningún problema físico podemos ir directamente al psicólogo. En caso de que la causa sea médica, el psicólogo lo verá y nos recomendará que vayamos al médico. Claro que a veces ir al psicólogo puede significar unas cuantas sesiones, y hacer un trabajo continuado. Y que, en cambio, el médico da una pastilla mágica que hace desvanecer los síntomas rápidamente. Pero si la causa es psicológica lo mejor es abordarla y tratarla psicológicamente.