La psicología de la alquimia es, por encima de todo, una propuesta para la transformación. Ahí donde el factor más decisivo es nuestra intencionalidad y la creatividad.
La psicología de la alquimia enunciada por Carl Jung nos dejó un legado tan fascinante como polémico. Para el célebre psiquiatra suizo una de las finalidades del ser humano era su transformación en un ser libre e individual. No obstante, este logro pasaba por decodificar cada símbolo contenido en nuestro inconsciente. El tema no resulta fácil de asimilar en un primer momento. Sin embargo, muchas de las teorías y enfoques heredados de Carl Jung suponen a día de hoy pequeños desafíos teóricos en los que siempre es interesante sumergirse. Nos permite abrir perspectivas, flexibilizar enfoques y enriquecernos un poco más con el legado de una de las personalidades más controvertidas e interesantes de la historia de la psicología.

Quien se sumerja en la lectura del primer libro de Jung “Psicología y Alquimia”, publicado en 1944, lo primero que experimentará es confusión. Sin embargo, si hay algo que definió desde el principio a Carl Jung fue su maestría para acercarnos a esa vida anímica, difusa y misteriosa que trasciende a la propia psique.

Quizás tengamos la idea de que la alquimia es una práctica protocientífica, a medio camino entre lo místico, lo espiritual y filosófico que hunde sus raíces en Hermes Trimegisto, una deidad grecoegipcia. Quizás también tengamos en mente esos propósitos que en apariencia la alquimia buscó en el pasado: la juventud eterna o el poder transformar cualquier material en oro.

Cuando nos referimos a la psicología de la alquimia de Carl Jung, cabe decir que no tiene nada en común con estos propósitos. En este caso, lo que hay es un sentido de elevación, de evolución personal. De este modo, si profundizamos un poco, descubriremos su interés por revivificar el concepto de alquimia en un intento apasionado por renovar nuestra cultura filosófica y psicológica.

Para Jung, el conocimiento de uno mismo parte de la capacidad para entender no solo la psique, sino también cada una de las manifestaciones del inconsciente. Solo mirando los sueños, por ejemplo, podríamos alcanzar una visión más holística de lo propio, un tejido más rico y profundo con el que dar forma a una mejor versión de nosotros mismos. Alcanzar el auténtico autoconocimiento, implicaría antes de nada tener una visión más amplia, atrevida y sobre todo profunda del ser humano.

Jung decía que la alquimia era una forma de arte, y como tal no dejaba de ser una ciencia, una donde todo conocimiento puede volverse mucho más luminoso, elevado, y un viaje personal de transformación. Un impulso instintivo de crecimiento. Para él, quienes tuviesen una mente inflexible y un tipo de conciencia enfocada hacia lo objetivo, lo material y lo observable sólo tendrán una vida limitada.

También, en su enfoque manifiesta que para favorecer una conciencia más amplia y elevada como la deberíamos desarrollar los 4 elementos alquímicos: intuición (fuego), pensamiento (aire), sentimiento (agua) y sensación (tierra). Asimismo, la psicología de la alquimia parte también de muchos de nuestros elementos psíquicos no resueltos. Debemos profundizar antes de nada en esa oscuridad alquímica donde se hallan nuestras sombras para sacarlas a la luz. Toda transformación exige cierto esfuerzo y un alto sentido de creatividad.

Hay dos clases de alquimia. Una que se esforzaría por conocer el cosmos como un todo y recrearlo. Es en cierto sentido, el precursor de la ciencia natural moderna. Algo que consiguió con creces el propio Isaac Newton. La otra alquimia, se centraría en la posibilidad de una transformación que nos lleve a ser nosotros mismos.

“Psicología y alquimia” es el volumen número 12 de las obras completas de Carl Jung. Para comprender este trabajo, vamos a describir el contexto: estamos al final de la II Guerra Mundial y en plena crisis de valores. Aún más, Jung experimentaba una auténtica fractura personal relacionada con la confianza en el ser humano. Busca llegar a la esencia más profunda de nuestro ser, hasta esa alma que de algún modo podía ser rescatada mediante un proceso alquímico. Dicho viaje, casi a modo del infierno de Dante, debía seguir el siguiente recorrido iniciático, un trayecto que partía desde los círculos más profundos, emergiendo poco a poco hasta la iluminación:

  • Conocer la materia prima del ser humano. Para ello debemos dejar caer nuestras máscaras sociales.
  • Trabajar el “nigredo”, esa masa oscura donde yace nuestras sombras, esas partes oscuras que no queremos ver de nosotros mismos.
  • Entender la unión de los opuestos en nuestra personalidad (nuestra maldad y nuestra capacidad por hacer la bondad)
  • Diferenciar nuestra ánima femenina de la masculina, así como esos arquetipos que subyacen en nuestro ser (el héroe, el padre, el sabio…)
  • Descifrar el significado de nuestros sueños.

Para concluir, la psicología de la alquimia enunciada por Jung es una invitación directa a ir más allá de la ciencia más ortodoxa y empírica. Fue uno más de sus intentos por hacernos cruzar el umbral del conocimiento más ordinario para llegar hasta lo extraordinario, hasta esa esencia simbólica y espiritual contenida en nuestra propia psique.

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