No solo la tristeza continua e intensa, ese estado de ánimo desesperanzado y desanimado es indicativo de depresión. La tristeza, como síntoma, puede NO manifestarse en una persona deprimida, siendo su prima hermana la irritabilidad. Aunque parezca extraño, una persona deprimida puede no mostrarse triste pero sí manifestarse irritable, inestable o frustrada.

La tristeza y la irritabilidad por sí mismas son estados emocionales sanos, ya que buscan informarnos de que hay algo que nos incomoda y nos está perjudicando. Sólo se convierten en patológicos cuando distorsionan nuestra vida y deterioran enormemente nuestras esferas personales, sociales y laborales durante mucho tiempo.

Las quejas somáticas, el mal humor, las molestias, los dolores físicos, las montañas rusas emocionales, etc. Todo esto puede sustituir a la tristeza como síntoma de un problema emocional como la depresión. Las manifestaciones de rabia como la insensibilidad, la irritabilidad, la agresividad y el comportamiento autoritario son a veces pedidos a gritos de ayuda, para aquella persona que se encuentra ahogándose en la depresión.

Una persona constantemente malhumorada que muestra una ira persistente, una tendencia a responder a los acontecimientos con arranques de ira o insultado a los demás o un sentimiento exagerado de frustración por cosas sin importancia, puede estar sumida en un estado de ánimo depresivo patológico.  En niños y adolescentes puede presentarse un estado de ánimo irritable o inestable más que un estado de ánimo triste y desanimado. Esto debe diferenciarse de lo que se considera el patrón de “niño mimado” con irritabilidad ante las frustraciones.

Con la irritabilidad generalmente hay que tener cuidado porque a través de ella podemos hacer cualquier cosa sin que nos importe que pase algo negativo. Así, un estado persistente teñido de esta característica inestabilidad puede llegar a ser devastador. Perder los estribos con facilidad, hacer comentarios desagradables, ser poco tolerante, mostrar impaciencia, sentir nerviosismo, manifestar agitación, tener reacciones impropias, empezar a alejarse de ciertas personas por ser desagradable, etc., todo esto es indicativo de que algo no está bien en nuestra vida y que se deben tomar medidas.

Sin embargo, cabe destacar que, al igual que la tristeza por sí misma no es criterio suficiente de depresión y necesita de otras connotaciones para ser considerada patológica, lo mismo ocurre con la irritabilidad. Para hacer un diagnóstico de depresión estas dos condiciones por separado y con suficiente intensidad son necesarias pero no suficientes. No hay que creer que basta con estar tristes o irritados para estar deprimidos.

La persona deprimida tiene la sensación de estar oprimida. Esto la hace sentirse hundida, sentir que su vitalidad se desvanece y que no puede ni dar dos pasos, entorpeciendo su vida y descompensando su ánimo. Esto da cuenta de la inestabilidad y de la dificultad que estas personas tienen para llevar a cabo actividades en su día a día. Incluso, con las pocas fuerzas que les queda, apenas consiguen como mucho comer algo y dormir. Este es el peso de la angustia, la cual se traduce en una realidad asfixiante de tristeza o irritación según la persona y, por supuesto, según el momento.

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