En la actualidad estamos demasiado ocupados y, a veces no comprendemos qué nos ocurre. No nos tomamos el tiempo para analizar nuestras emociones cotidianas y nos cuesta mucho tomar decisiones profundas. Si estás todo el día de aquí para allá nunca podrás podrás ver que necesitamos llorar. Así, no podemos desprendernos de lo malo.
Lloramos desde el momento en que nacemos. A veces, lloramos de tristeza, otras de felicidad.
La risa y el llanto son dos fenómenos que están más que presentes en nuestro día a día. Si los analizamos fisiológicamente, ambos son similares, ya que modifican la respiración y la presión sanguínea.Así, como la risa puede hacer que nos cambie el humor, también lo logra el llanto. Es verdad que en muchas ocasiones nos guardamos las ganas de llorar porque pensamos que así somos más valientes o porque no está bien visto derramar lágrimas y , de esta manera, crecemos creyendo que no necesitamos llorar. Sin embargo, este tipo de descarga es vital para expresarnos, salir adelante o demostrar lo que nos sucede. Llorar nos da alivio, nos hace sentir más tranquilos y nos puede ayudar a ser conscientes de cosas que no veíamos (o nos resistíamos a ello). El llanto sirve para quitarnos un gran peso de encima.

Las lágrimas son una herramienta usada para todo tipo de fines. Desde desahogar las penas hasta llamar la atención, pasando por mostrar nuestra tristeza o decepción. Podemos llorar al recordar algo ocurrido en el pasado o incluso cuando estornudamos, tenemos alergia o nos reímos a carcajadas.

Si lloramos por alguna pena, el líquido salino conocido como lágrima tiene la capacidad de limpiar los lagrimales de los ojos e hidratar los globos oculares de forma natural. ¿Esto para qué sirve? Para liberar hormonas de bienestar, ni más ni menos. Cuando estamos estresados, existe una mayor posibilidad de llorar y, esto tiene una razón. Al expulsar las lágrimas eliminamos oxitocina, noradrenalina y adrenalina. Estos elementos tienen en el cuerpo el mismo efecto que un analgésico. Las hormonas fijan la atención en lo que sentimos. Por eso, después de un gran llanto tenemos esa extraña sensación de sentirnos mejor.

Existen personas que tienen la capacidad para llorar, pero hay otras que no lo pueden hacer tan fácilmente. Cuando somos chiquitos los adultos nos retan cuando lloramos porque nos dicen que eso es de débiles, o de niños caprichosos. Eso nos queda grabado a fuego en nuestra mente y por eso, no nos permitimos llorar cuando lo necesitamos. Controlar demasiado las emociones (negándolas o disfrazándolas con una sonrisa falsa) es perjudicial para la salud.

En cuanto a los padecimientos físicos causados por no llorar podemos destacar el dolor de cabeza o de cuello, los malestares estomacales y los mareos. Las defensas se reducirán y seremos más propenso a sufrir enfermedades de todo tipo.

Si el cuerpo acumula demasiadas sensaciones negativas por no llorar genera una serie de trastornos emocionales:

  • Depresión.
  • Tensión
  • Estrés.
  • Cambio de carácter
  • Mayor irritabilidad
  • Aumento del malhumor
  • Nervios.

Por algún sitio el organismo debe expulsar todo lo que le duele o le hace mal. Un día no podrá soportar más tanto “guardar” lágrimas y tristezas y estallará en un gran llanto o en un ataque de ira. Además las emociones contenidas bloquean el flujo de energía y eso también influye en la salud. El llanto profundo es una excelente manera natural para desahogar nuestras penas y entender cuáles son nuestros dolores y tristezas. Eso no quiere decir que tengamos que esperar a acumular todo lo malo, sino saber de qué manera ir soltando lo que nos perjudica de a poco.

Quizás uno pueda aprovechar el momento de la ducha o al irnos a dormir. También, podemos respirar profundamente. Esta técnica puede funcionar cuando necesitamos llorar. Todo esto no nos transforma en depremidos crónicos, sino en personas que saben canalizar sus angustias de una manera positiva. Nos terminaremos sintiendo realmente reconfortados, liberados y con mucha energía para salir adelante.

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