Todos conocemos la famosa frase de las mariposas en la panza. La gran mayoría de nosotros hemos vivido situaciones de esa índole. Ese estado en el cual la pasión es la protagonista y la atracción sexual como máxima representación del amor. Y esto que vivimos nos confirma que estamos enamorados, aunque sólo sea por comparación con lo que se nos ha enseñado que es el amor en la pareja, ese ya es otro plano…

En nuestra sociedad, el amor romántico es el que se transmite por los diferentes agentes de socialización, las redes sociales son adeptas a estos simplismos, con el agravante de las aplicaciones de citas. El imaginario colectivo, las novelas de la tarde de cuando éramos niños, desde la infancia, a través de los discursos, cuentos, imágenes y posteriormente en la adolescencia y la adultez se nos introyectan ideas inalcanzables sobre las relaciones que tienen que ver con la pasión duradera e inalterable al paso de los años, la carencia de dificultades y el mito de que el amor todo lo puede, contigo pan y cebolla.

La frustración será el desencadenante de este postulado en el cual nos han inserto, junto con el fracaso afectivo al comparar ese ideal que damos por válido, sin apenas cuestionarlo, con nuestra relación de pareja real. No entender que las mariposas en el estómago terminan muriendo y que el amor romántico se va transformando en amor compañero, mucho más basado en afinidades que en la pasión, puede llevar a sufrir el Síndrome de Estrés Post Romántico (SEPR).

Este término fue acuñado por el psicólogo estadounidense Robert Sternberg para referirse a la tristeza derivada precisamente de confundir la falta de pasión con la pérdida del tipo de amor que se supone se debe sentir hacia el otro. Cuando en lugar de vivir esa transformación como algo natural, la falta de amor apasionado o “la llama” se valora como prueba de que la relación de pareja va mal pese a otras evidencias en contra, la posibilidad de finalizar la relación sobrevuela en quien más se aferra a la concepción romántica del amor.

Todas las relaciones de pareja evolucionan. Es obvio que una relación normalmente ya no tiene la misma pasión cuando inicia que cuando ya está más consolidada y hay un compromiso verdadero con el otro, por ambas partes. En esa transición, muchas parejas padecen el llamado estrés post romántico.

Pasados unos 12-18 meses el cerebro deja de producir esa química fundamental que nos hace sentir atracción y libido sexual por el otro. Esto es algo que surge en un corto lapso de tiempo y es justo ahí cuando este síndrome puede aparecer. Para nada implica que las parejas dejen de quererse, sino que sencillamente tipo de amor que se profesan evoluciona hacia otro estado que se ha de aceptar y comprender como algo natural o, de lo contrario, se puede terminar destruyendo a la propia pareja.

Es la propia naturaleza la que se asevera que no estén completamente enamorados. Es en esta fase en la que se originan mayores rupturas y es aquí cuando precisamente hay que pretender que la relación sea más fuerte porque sólo cerca de un 15% de las parejas son realmente incompatibles.

Saber adaptarse es la clave para seguir juntos.

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