El TDAH es un trastorno caracterizado por síntomas que se agrupan en 3 tipos y unas condiciones en las que estos síntomas se manifiestan.

Los tres grupos de síntomas son:

  • Inatención: Dar la apariencia de no escuchar, cometer errores por descuidos (en la escuela o en el trabajo), no poder mantener la atención sobre lo que se está haciendo, distraerse fácilmente, dejar tareas inacabadas, manejar mal el tiempo, desorganización en el día a día, pérdida de objetos, etc.
  • Hiperactividad: Dificultad para estar quieto, hacer más movimientos de los necesarios para una actividad determinada, hablar demasiado, querer hacer muchas cosas a la vez, etc.
  • Impulsividad: Responder a las preguntas antes de que terminen de formularse, interrumpir a los demás cuando hablan, impaciencia (por ejemplo, saltarse el turno en una cola), etc.

Para tener un TDAH los síntomas deben ser numerosos (no se tiene el trastorno con sólo 2 o 3 síntomas). Al menos algunos de ellos deben haber comenzado antes de los 12 años (aunque el diagnóstico se puede hacer a cualquier edad). Además, se han de manifestar en más de un ambiente (por ejemplo, en la casa y en el trabajo) y, han de provocar un deterioro importante y significativo en las actividades de la vida diaria. NO es un trastorno inventado, NO es un mito para vender medicamentos. Se trata de un trastorno neurobiológico (que hace que el cerebro de los pacientes tenga algunas diferencias, como un menor desarrollo de la corteza prefrontal). Cada parte del cerebro se encarga de una serie de actividades, y la corteza prefrontal procesa las funciones ejecutivas. Éstas funciones son la memoria de trabajo (la que nos permite retener alguna información durante un tiempo corto, como cuando memorizamos un teléfono para ir luego a escribirlo en papel), la capacidad de planificación de actividades, el manejo del tiempo, el inicio y mantenimiento de las actividades, el control de las emociones, o la auto-monitorización.

El TDAH afecta al 5% de los niños y niñas, de una manera u otra. Como empieza en la infancia está clasificado como trastorno infantil. Pero, la última versión del Manual de Diagnóstico de los Trastornos Mentales (DSM-V) introduce, como novedad, características propias del TDAH en adultos. Aproximadamente la mitad de los niños con el trastorno, lo mantienen durante la juventud y la edad adulta. El TDAH en adultos tiene características propias, como un aumento del riesgo de abuso de sustancias o dificultades en las relaciones sociales.

Para diagnosticar el TDAH en adultos hay que ir a una unidad especializada. La vía óptima es explicar al/la médico de cabecera que creemos que podemos tener el trastorno (a partir de los síntomas descritos), y él/ella valorará si se debe iniciar el diagnóstico.

La evaluación incluye pruebas como:

  • Repaso de los síntomas y de cómo afectan al paciente, tanto cuando los describe el propio paciente como cuando lo hace alguien de su familia. Como algunos síntomas empezaron en la infancia, es posible que el paciente no los recuerde. Sus familiares pueden hacer descripciones más precisas.
  • Entrevista clínica para descartar que el cuadro se deba a algún otro trastorno, o que ni siquiera sea un trastorno.
  • Estudio de la atención sostenida: Para ver cuánto tiempo se puede mantener la concentración sobre una actividad.
  • Evaluación de la inteligencia: Algunas pruebas de medida del cociente intelectual ayudan a ver si hay un TDAH.
  • Evaluación de la personalidad: Para ver cómo afectan los síntomas al ámbito social del paciente.

Estas pruebas se hacen a lo largo de varios días y con la participación de más de un profesional. Si se hicieran todas juntas el resultado podría variar según el estado del paciente ese día (por ejemplo, el hecho de haber dormido menos que de costumbre podría sesgar los resultados).

El tratamiento combina (o debería combinar) la terapia farmacológica con la psicología. Un medicamento eficaz es el metilfenidato, que ayuda a incrementar la atención y la concentración para evitar distracciones. La terapia psicológica incluye el establecimiento de pautas que ayudan a la gestión del día día. Las veremos más adelante en este mismo artículo.

El TDAH en adultos tiene unas manifestaciones diferentes de las de los niños. En general, la parte más visible de la hiperactividad (el no parar quieto) se reduce mucho.

Aparecen otras características como:

  • Dificultades en el control de la propia conducta: Las personas sin TDAH, cuando ven que están haciendo algo mal, pueden parar, reflexionar y reorientar su conducta. A los que tienen TDAH les cuesta más.
  • Procrastinación: Les falta motivación o voluntad para comenzar una tarea que preveen aburrida.
  • Distracción: En el TDAH en adultos es frecuente estar haciendo una actividad y abandonarla para comenzar otra, que también se abandona para iniciar una tercera. Cuesta mantener el esfuerzo en lo que se está haciendo.
  • Problemas en el cálculo del tiempo necesario para realizar una actividad. Esto hace que lleguen tarde a las citas, o que les cueste cumplir los plazos.
  • Mayor riesgo de siniestralidad cuando conducen: Parece que el trastorno se asocia a una conducción más temeraria, exceso de velocidad, etc. Los estudios dicen que la medicación ayudaría a reducir estos efectos.
  • Problemas en el control del dinero: Los estudios atribuyen a los adultos con TDAH más dificultades para controlar el gasto (compras compulsivas), menos tendencia a ahorrar y olvidos en los pagos.
  • Dificultad para regular las emociones: El TDAH en adultos conlleva un aumento del riesgo de tener más trastornos, entre ellos, de ansiedad o del estado de ánimo.
  • Cambios de empleo más frecuentes: Dificultades que parecen ubicarse en las relaciones con los compañeros, despidos o abandonos del empleo por aburrimiento.
  • Mayor riesgo de abuso de sustancias: Sobre todo alcohol, cocaína y cannabis. Los adultos con TDAH que abusan de estas sustancias siguen siendo una minoría, pero con números más altos que las personas sin TDAH.
  • Problemas en las relaciones de pareja: Más insatisfacción conyugal y menos calidad en las relaciones. Pero los estudios NO identifican que la tasa de divorcio sea superior a la de las personas sin TDAH. Esto también se explica por la dificultad en las relaciones sociales, probablemente debida a los síntomas de impulsividad.

Cómo convivir con el TDAH

Explicar a nuestro entorno que tenemos TDAH. Al menos a las personas de confianza. No servirá como excusa, pero les ayudará a comprender algunas cosas que nos pasan e incluso nos podrán ayudar en el día a día. Nuestros conocimientos sobre el trastorno también pueden servir para deshacer falsos mitos y resolver dudas.

  1. Darnos permiso para cometer errores. El TDAH en adultos hace que sean habituales los descuidos, los olvidos o las pérdidas de información. Son tareas cotidianas que para casi todo el mundo son simples y sencillas, pero que para un adulto con este trastorno se hacen más difíciles. El tratamiento reduce algunos síntomas, pero no permite llegar a todas partes. Aceptarlo ayuda a evitar frustraciones.
  2. Utiliza estrategias mnemotécnicas para recordar las cosas: post-its, avisos en el celular, etc. Establecer un protocolo que podamos memorizar, para así salir del hogar con todo lo que necesitamos. Guardar las cosas donde sabemos que es seguro que luego las encontraremos. Organizar las tareas según su prioridad: urgentes, importantes y poco importantes. Realizarlas siguiendo este orden.
  3. Evitar distracciones. Trabajar en un espacio que sólo tenga lo que necesitamos. Silenciar el WhatsApp, cerrar el Facebook, apagar la tele, etc. No conviene ubicarse delante de una ventana ya que cualquier movimiento puede provocar distracción. No comenzar una actividad hasta que hayamos terminado la anterior.

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