El abuso verbal es una agresión. Por esta razón, no debe ser permitido. De hecho, deben tomarse medidas y debe ser denunciado.

Se define como un “uso excesivo del lenguaje para minar la dignidad y la seguridad de alguien a través de insultos o humillaciones, de forma súbita o repetida”.  Su misma definición nos indica que puede presentarse de diversas formas. Es decir, puede ser un insulto, un comentario grosero, etc. De este modo, la dignidad y la autoestima de la persona abusada se ven afectadas por el abusador, que considera que tiene la “autoridad” o el “privilegio” de poder atacar de este modo a otro ser humano.

Como tipo de abuso emocional, debe ser erradicado pues atenta contra la dignidad de la persona de la víctima. Nadie tiene el derecho a insultar, menospreciar o denigrar a otro ser humano. En efecto, las relaciones interpersonales deben basarse en el respeto. Por esta razón, si existe abuso verbal, deben ponerse límites o denunciarse la situación. Puede darse en cualquier ámbito y afectar a cualquier persona. En este sentido, puede darse entre niños, adolescentes, adultos o personas mayores. Además, puede ocurrir en diferentes ámbitos como la pareja, entre amigos, en el trabajo, etc.

El abuso verbal no deja moratones ni heridas, pero es también un tipo de maltrato y agresión. No obstante, es más difícil de detectar.

Puede incluir:

  • Arrebatos agresivos (insultos y humillaciones)
  • Acusaciones
  • Culpar a la otra persona
  • Juzgar y criticar de forma humillante o grosera
  • Minimizar, desvalorar a la víctima
  • Desprecio
  • Ordenar, pedir las cosas exigiéndolas, hablar gritando
  • Amenazas
  • Apodos humillantes o denigrantes

En ocasiones, todos podemos perder los nervios. Sin embargo, debemos recapacitar y pedir perdón reconociendo el daño causado a la otra persona. En el caso del abuso verbal, se trata de una práctica reiterada y consciente para humillar y denigrar a la otra persona a la que el abusador considera inferior.

Ejemplos de abuso verbal

  • En la pareja. Uno de los integrantes de la pareja “ordena” cosas en lugar de pedirlas. Además, grita con prepotencia, humillando al otro. El abusador considera que la otra persona está a su servicio y que no tiene valor alguno. Además, cree que es obligación de la víctima “servirle”.
  • En el grupo de amigos. El abusador utiliza apodos humillantes e hirientes. Además, puede incluso amenzarle o menospreciarle delante de todos.
  • En el trabajo. El jefe ordena utilizando comentarios groseros – incluso delante del resto de compañeros – para referirse a un trabajador o a su trabajo. Existe vejación en público o privado. Su crítica es constante, humillante y no constructiva.
  • Personas mayores. Por ejemplo, un cuidador insulta al anciano y le ordena hacer cosas sin respetar su persona, menospreciándole y humillándole.
  • En las relaciones paternofiliales. Se usan apodos denigrantes para el niño, se le insulta o se le desvalora diciéndole que no sabe hacer nada o que es un inútil. Especialmente en el caso de los niños, las marcas que deja el abuso pueden ser arrastradas hasta la edad adulta.

¿Qué debemos hacer?

El primer paso es reconocer que existe abuso verbal. En efecto, lo principal es identificar el problema porque, si no lo hacemos, no podremos tampoco hacer nada para evitarlo. En segundo lugar, hay que poner límites. De hecho, estos límites deberían existir desde antes incluso de que la relación se establezca, de forma que el abusador comprenda que no tiene el privilegio o el derecho de humillar. Por otra parte, si poniendo límites el abuso no cesa, es el momento de buscar ayuda, la cual dependerá del ámbito en que se de el abuso. Así, por ejemplo, si el abuso verbal se da en la pareja, un terapeuta o persona de confianza podría intervenir. Si hay maltrato, debe siempre denunciarse.

Si el abuso verbal se da entre menores en el colegio, la víctima debe ponerlo en conocimiento en la escuela y hablar con sus padres, de forma que se ponga en marcha el protocolo contra el acoso escolar.

En cualquier caso, pedir ayuda o denunciar son seguramente el paso más importante. No es fácil, en efecto, y muchas veces la víctima, debido a su baja autoestima, ha creado una relación de dependencia con el maltratador. Otras veces, el miedo a las consecuencias evita que las personas que sufren abuso lo denuncien o soliciten ayuda. De hecho, el abusador puede amenazar si se hace algo así (por ejemplo, el jefe amenaza con el despido). De este modo, el paso más importante y fundamental es perder el miedo y denunciar este tipo de abuso. Sólo así parará y la víctima podrá, al fin, recuperar su autoestima y dignidad.

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