Las familias tóxicas son como pequeñas islas que contienen un hogar cargado de conflictos, de mandatos, de dinámicas disfuncionales que afectan a todos sus miembros. En la mayoría de los casos, en esta clase de familias los que salen perdiendo suelen ser los hijos, ya que no desempeñan el papel de tales.

El término “toxicidad” está de moda. Todos hemos oído y usado expresiones como “mi relación es tóxica” o “en mi trabajo estoy rodeado de gente tóxica”. Cabe señalar que esta etiqueta no responde a ninguna descripción clínica. No hay ningún manual psicológico que lo defina ni patología o trastorno asociado a dicha palabra. Sin embargo, su uso popular recoge a la perfección todo un conjunto de procesos que encajan muy bien con la palabra toxicidad. La razón es simple: existen personas que por su estilo de personalidad, por sus actitudes y su conducta, por su estilo de  comunicación o incluso la falta dela misma, terminan ocasionando daños, roban el equilibrio, interfieren en la motivación y, también en la autoestima de otra gente.

Un fenómeno del que no se habla demasiado es aquel que sucede dentro de un hogar, entre esas cuatro paredes donde las familias, esos pequeños grupos sociales, se relacionan y se vinculan entre ellos para, supuestamente, cuidarse, amarse, educar hijos y construir un futuro en felicidad. A pesar de ello, esto no siempre sigue una regla perfecta.

La familia es una institución muy hermética donde se suceden hechos que no siempre son positivos. Tanto es así que, resulta necesario profundizar en los tipos de familias tóxicas y sus dinámicas y que, más que centrarnos en el concepto de “familia”, se debe hablar de “padres tóxicos”. Tanto el padre como la madre ostentan esa posición de poder en una familia, donde su estilo de personalidad impactará de un modo u otro en el resto de habitantes de ese hogar, ya sean los hijos e incluso parientes a cargo como pueden ser los abuelos. Asimismo, el foco de la “toxicidad” tampoco se reduce a un solo miembro. A veces, la propia relación entre la pareja impacta de modo negativo en el entorno. Se construye así una atmósfera cargada de tensiones, emociones a flor de piel y un alto nivel de ansiedad.

Conocer el origen del problema de esa familia tóxica o disfuncional puede servirnos sin duda como punto de partida. Desde el cual poder propiciar cambios y estrategias de afrontamiento para recobrar la armonía, las buenas dinámicas. Sin embargo, cabe decir que no siempre es fácil ya que el costo emocional suele ser elevado. Además, los cambios no aparecen de un día para otro. Sobretodo si, por ejemplo, nos hemos acostumbrado a comunicarnos de un modo determinado o incluso a no comunicarnos con los nuestros. A pesar de esto, todo esfuerzo es poco por favorecer una mejor convivencia, un respeto y la felicidad de padres e hijos.

Procesos que suelen estar detrás de las familias tóxicas:

  • Posible desorden psicológico, trastorno o problema de adicción de alguno de los miembros de la familia.
  • Abuso del poder y un estilo autoritario.
  • Padres o madres ausentes, que desatienden sus responsabilidades.
  • Falta de afectuosidad, escaso apego, falta de demostración de cariño.
  • Posibles abusos o maltrato físico o psicológico.
  • Estilo de comunicación pobre, bien por falta de habilidad, por estilo de personalidad o desinterés.
  • Falta de coherencia, baja confiabilidad por parte de alguno de los padres.
  • Baja autoestima en el padre o en la madre.
  • Alto nivel de exigencia y necesidad de que tanto la pareja como los hijos estén a la altura de las expectativas del padre o la madre.

¿Cuáles son los tipos de familias tóxicas?

Padres que proyectan en los demás sus frustraciones

No hay peor arma psicológica que la frustración buscando víctimas. De hecho, el padre o la madre frustrada que proyecta su culpa, sus miedos o fracasos en los hijos o en la pareja es algo bastante habitual y desgastante. Todas estas dinámicas dejan huella. Así, pocas cosas pueden resultar tan agotadoras como las de esos hijos obligados a cumplir los sueños de sus padres o que sean esa especie de “depósito” en donde el adulto del hogar termina desahogando su propia insatisfacción.

Familias manipuladoras, narcisistas y de baja tolerancia

Hay entornos familiares donde el foco disfuncional se centra en un miembro con un perfil narcisista y manipulador. Es común que este tipo de personalidad cree situaciones donde se ejerce el control, se coartan libertades y el respeto y, además, hay muy poca tolerancia. Vivir de este modo tiene un alto costo. Los hijos no se sentirán ni atendidos ni respetados, y desarrollarán así una baja autoestima o incluso comportamientos desafiantes al querer reaccionar ante esa figura de poder tóxica y negativa.

Padres inmaduros e hijos que cuidan de sus padres

Otro tipo de familias tóxicas son aquellas donde los padres, ya sea uno o ambos, son muy inmaduros a todos los niveles. La baja responsabilidad, el desinterés, la dejadez o el escaso control de los impulsos hacen de ellos personas poco fiables. Es común que, en estos casos, los hijos asuman responsabilidades de adulto de forma muy temprana, algo que no es ni adecuado, ni saludable. Los niños tienen sus tiempos, y no es acertado el que deban crecer de forma rápida.

Padres que utilizan a los hijos para ir en contra de sus parejas

Hay veces en que un padre o una madre puede “instrumentar” a los hijos para atacar a la pareja. Son situaciones que se dan a menudo en procesos de divorcio. Sin embargo, también se suceden en el día a día, ahí donde llamar la atención de los hijos para que se sumen a uno u otro “bando”, resulta moneda corriente, y esto se hace con el fin de obtener algo. Son dinámicas dominadas por el chantaje muy destructivas en la mente infantil.

Para concluir, es muy posible que algunos nos veamos identificados con muchos de estos datos. Por lo tanto, siempre que nos sea posible, intentaremos poner de nuestra parte para crear un mejor ambiente, unas mejores relaciones. Sin embargo, si somos conscientes de que el impacto de dicha relación sobre nosotros es muy elevada y negativa, deberemos tomar otro tipo de decisiones para salvaguardar nuestro equilibrio emocional y dignidad.

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