El egoísta… ¿nace o se hace?  ¿Es algo deliberado o lo hacen de manera inconsciente y sin caer en ello? ¿Por qué algunas personas son egoístas? ¿Es un rasgo aprendido o hay quien viene al mundo con el ego ya «subido» de fábrica? Esta es una cuestión que nos planteamos muy a menudo, sobre todo, cuando estamos obligados a compartir tiempo y espacio con quien solo se preocupa por sus propios beneficios.

Algo que sabemos bien desde el campo de la psicología es que todos nosotros tenemos ciertas pinceladas de esta dimensión tan criticada como negativa. En nuestro interior se balancean de un lado a otro -como un péndulo- tanto el sentido de la cooperación como el del egoísmo. Y que esto sea así es perfectamente normal e incluso necesario. Nuestro sentido de supervivencia también recurre de vez en cuando a ese autoproteccionismo tan básico.

Al fin y al cabo, es saludable reservar una cantidad justa y adecuada de ese interés propio con el que priorizarnos cuando toca. No obstante, si caemos en el exceso, cuando se opta en cada situación y circunstancia por situarnos delante de los demás con deliberado orgullo, estaremos navegando en las aguas envenenadas del egoísmo más lesivo. Ese en el que se dificulta tanto la convivencia. Comprendamos por tanto qué hay detrás de esta conducta y estilo de vida.

Pero en realidad pocos perfiles de personalidad nos son tan incómodos e incluso conflictivos en la vida diaria como el egoísta. Es más, aunque tengamos claro que la mayoría de las personas estamos motivadas para perseguir y proteger nuestros intereses particulares, hay quien lleva este hecho al extremo. El ser humano puede manifestar por igual tanto conductas egoístas como altruistas. Sin embargo, como grupo social, el comportamiento egoísta va en contra de nuestra naturaleza y tiene un coste evidente. Si el ser humano se hubiera limitado desde el inicio a proteger sus intereses en exclusiva, no hubiéramos sobrevivido como especie.

Niño tirano / Adulto egoísta

Cuando un niño tiene 3 años ya comprende perfectamente las normas de equidad. Sabe que compartir es lo adecuado y lo que se espera de él. Mostrar y demostrar conductas cooperativas es algo decisivo dentro del desarrollo social de los más pequeños. Sin embargo, muchos eligen no hacerlo. Si los padres no promueven el altruismo y los comportamientos cooperativos, acabarán dando forma al clásico niño tirano o emperador. De este modo, si nos preguntamos por qué algunas personas son egoístas el origen de ello está muchas veces en la infancia.

  1. Algo que debemos tener claro es que el hecho de no educar en empatía, cooperación y respeto hará que el adulto de mañana presente más rasgos, además del egoísmo.
  2. El egoísmo se acompaña a menudo de poca resistencia a la frustración y mala gestión emocional.
  3. El egoísta presenta también una baja capacidad de autocontrol y derivan a menudo en el autoritarismo.

El egoísmo como mecanismo de defensa

Buena parte de la conducta egoísta más lesiva se explica por el factor educacional. En un % menor de casos, también puede tener como origen el factor personalidad y, en concreto, el hacer uso de esta dimensión como mecanismo de defensa.

  1. Hay personas que a raíz de diversas experiencias negativas pueden crear una especie de coraza de autoprotección.
  2. Su objetivo es no ser heridas, no experimentar desengaños ni decepciones nuevamente.
  3. Para ello, desarrollan una actitud desde la que se priorizan a toda costa, hasta el punto de asumir una conducta arrogante, ambiciosa y hasta agresiva.
  4. Poco a poco, construyen una autoestima excesiva y claramente dañina bajo la que no se esconde otra cosa más que la inseguridad. El egoísmo es también un mecanismo de defensa para ocultar un daño, una herida.

Si nos preguntamos por qué algunas personas son egoístas lo mejor es observar su comportamiento. Algo que percibiremos es su actitud. Nada en ellos es inconsciente, lo que hacen, como actúan y el modo en que responden ante las cosas no es casual ni inconsciente. Hay una voluntariedad de ser así, es un «yo antes que vos».

Richard Dawkins, biólogo evolutivo, enunció en los años 70 la llamada teoría del gen egoísta. Según este enfoque, esta dimensión forma parte del ser humano, al igual que la violencia, el racismo, la discriminación… Hay quien adopta esta tendencia de manera deliberada. Otros, en cambio (la gran mayoría), priorizan el altruismo, el respeto y la cooperación.

Queda claro que el día a día no es nada fácil cuando tenemos cerca a alguien con este perfil. El egoísta deliberado y reincidente rara vez puede crear lazos personales sólidos ni aún menos felices. Al fin y al cabo, muchas veces nos vemos obligados a poner distancia para salvaguardar nuestra integridad. Porque quien se ama solo a sí mismo corre el evidente peligro de tener como única compañía a la soledad…

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