Lo vemos de manera seguida y a diario y, puede que hasta nosotros mismos hayamos pasado por esa vivencia:  tener que dejar a quien se ama, decir adiós para siempre a quien lo pudo ser todo y al final, se quedó en nada. Rupturas que esconden algo más que la simple incompatibilidad, el peso de la rutina o los problemas de comunicación.

Por término medio, quienes aún se profesan afecto suelen pasar por numerosas idas y venidas antes de proceder a la ruptura final. Hay distanciamientos y reinicios, abundan los «esto no funciona, mejor nos damos un tiempo» y los «intentémoslo de nuevo, pero hagámoslo bien esta vez». A pesar de ello, nada parece servir, porque el amor en esa etapa final ya duele, ya hiere y las medidas que se toman solo agrandan la herida.

Amar no es solo querer, en realidad va de comprender, de ser capaz de conectar con la realidad del otro. Tal vez sea esa una de las principales razones por las que dejamos ir a personas que quisimos, para ser nosotros mismos y no diluirnos en un sufrimiento perpetuo.

Durante una buena parte de nuestra vida (en especial, siendo más jóvenes) damos por sentado que el amor es el pegamento que todo lo une. Nos sentimos afortunados por dar con alguien a quien amar y, sobre todo, por ser amados. Sin embargo, a medida que avanzamos en años y experiencias descubrimos con cierta decepción que el amor no todo lo puede, ni es la fórmula mágica en las relaciones felices.

Para comprender el porqué de la estabilidad o las causas más comunes de las rupturas entre las parejas es común revisar los ya clásicos estudios de John Gottman. En los últimos 40 años, tanto él como el profesor de psicobiología de la Universidad de Berkeley, Robert Levenson, han estudiado esas dinámicas relacionales a través de seguimientos, terapias, entrevistas y autoinformes. Así, a pesar de que lograr una relación feliz y duradera nos parezca casi tan complejo como resolver un cubo de rubik, en realidad no lo es tanto. No si conocemos cuáles son básicamente, esos factores que nos permiten entender, por ejemplo, por qué se separa una pareja que se quiere. Esa circunstancia es quizá la más llamativa y delicada.

Proyectos vitales diferentes

Podemos estar unidos a una persona por muchos puntos. Pasión, atracción, amistad, complicidad y hasta esa magia capaz de lograr que cualquier situación sea trascendente. Sin embargo, existe un precipicio que no se cierra, un sufrimiento que no se va. Ese algo son a menudo los proyectos de vida de cada uno. Puede que, para una, el trabajo sea decisivo, esa meta en la cual sitúas tus planes de futuro. Sin embargo, nuestra pareja no ve esa aspiración con buenos ojos. También, puede darse la circunstancia de que uno quiera tener familia y el otro no se vea preparado para tal dimensión. La falta de armonía en esas metas personales configura un factor decisivo en la estabilidad de una pareja.

Te quiero, pero no te comprendo

Comprender requiere básicamente ponerse en la piel del otro sin dejar de ser uno mismo para conectar con una realidad ajena. Algo que a simple vista nos parece básico y esencial, no es un hecho que se logre tan a menudo en una relación de pareja. En ocasiones, el amor no sabe ni quiere entender.

Falta de valoración

Una de las razones del por qué se separa una pareja que se quiere suele estar en la falta de valoración. Hay veces en que el tiempo suele pasarnos factura y lo hace de un modo muy concreto. Es muy común empezar a dar muchas cosas por sentadas: las acciones del otro, los esfuerzos, los detalles, las voluntades, las virtudes… Bien es cierto que no es preciso que nos glorifiquen por lo que somos o hacemos, pero a nivel de pareja se necesita de ese reconocimiento y validación hacia el otro.

Problemas de comunicación

La calidad en la comunicación es uno de los elementos más decisivos para que una relación tenga futuro. Saber escuchar, hablar de manera asertiva, saber discutir sin que las emociones nos dominen y poder llegar acuerdos, es la piedra rossetta en todo vínculo afectivo. Por lo tanto, otra explicación del por qué se separa una pareja que se quiere suele estar en muchos casos en este detonante.

La vida nos pone a prueba y nos damos por vencidos

La pareja no es una entidad aislada, no está protegida por una esfera que la separa de los eventos y circunstancias vitales. Está la familia, los padres, ese lazo que en ocasiones, puede aferrar a uno de los miembros hasta el punto de coartar la relación, de poner impedimentos ante los cuales, no se hace nada. Está el ámbito laboral e incluso el social, dimensiones que pueden poner a prueba a una pareja de muchas maneras. Pueden existir infidelidades o incluso tentativas, hechos que hacen germinar la desconfianza en una relación. También, pueden darse hechos ante los que vemos de pronto cómo es nuestra pareja: una enfermedad, un problema legal… Ver cómo reaccionan puede suponer el descubrir que tal vez, no era como pensábamos.

En resúmen: una relación no surge y se sustenta solo con el amor. Una relación se construye, se trabaja como una delicada artesanía que necesita de muchos elementos para mantenerse firme, bella, perdurable.

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