La TRICOTILOMANÍA (además de tener un nombre complicado), es una patología que se caracteriza fundamentalmente por períodos en los que una persona siente el impulso casi irrefrenable de arrancarse los cabellos. Puede hacerlo uno por uno o por mechones, hasta manifestando que no sienten dolor cuando lo hacen. Se trata de un impulso irrefrenable de arrancarse los pelos del cuerpo, de la cabeza, cejas, pestañas, etc. Muchas veces este tipo de conductas se realiza como ritual acompañada de otras conductas (realizándola mientras miran una película, o leen un libro, por ejemplo).

En 1889, François Henri Hallopeau (1842-1919) comunicó el caso de un paciente que se arrancaba de una estirada mechones enteros de pelo. El médico francés bautizó tal fenómeno con el nombre de “tricotilomanía” (del griego thrix, «pelo»; tillein, «arrancar», y mania, «obsesión»).

Justo antes de comenzar a arrancarse los pelos, los afectados sienten una tensión interior. Estirárselos hasta quitárselos les alivia de tal malestar. Estadísticamente, se da en igual medida tanto en hombres como en mujeres. Puede suceder que el arrancamiento produce zonas en las que el cabello aparece debilitado y que pueden convertirse en áreas de calvicie. La patología puede encontrarse agravada a partir de que algunos pacientes se tragan los pelos que acaban de arrancarse, por lo que pueden crearse ovillos en su estómago o intestino (tricobezoar).

Los trastornos psíquicos, base de esta patología son las depresiones, las fobias y el alcoholismo.
No existe una única causa para la tricotilomanía. Factores psicológicos, sociológicos, neurobiológicos y genéticos intervienen en su desenlace. En la mayoría de los casos, el arrancamiento patológico del cabello comienza entre los 11 y los 15 años, es decir, durante la pubertad. Muchos pacientes manifiestan que inicio fue en la niñez a partir de problemáticas familiares, traumas, violencia. Estos problemas se terminan acrecentando cuando existe depresión o ira. En esas circunstancias, el arrancamiento de cabellos produce un efecto de distracción, consuelo o distensión y, de esa forma, el hábito se afianza cada vez más. En ese sentido, la tricotilomanía cumple una función reguladora de las sensaciones desagradables, si bien la mayoría de los pacientes no son conscientes de ello.

Miedos, inhibiciones sociales, dificultades en la percepción o la expresión de emociones, así como estados de ánimo depresivos, perpetúan en numerosos pacientes el impulso de quitarse los pelos.
Las técnicas de neuroimagen también han revelado ciertas alteraciones estructurales en el cerebro de los afectados. El grupo de Samuel Chamberlain, de la Universidad de Cambridge, encontró en 2008 que los sujetos tricotilomaniacos presentaban en determinadas áreas de la sustancia gris (zona donde se encuentran los somas de las neuronas) una densidad alta de células.
Ello ocurría en distintas partes de la corteza cerebral, así como en el núcleo estriado, la amígdala y el hipocampo del hemisferio cerebral izquierdo. Si bien el núcleo estriado participa en la creación de hábitos, la amígdala y el hipocampo se encuentran relacionados con el aprendizaje de la conducta emocional, dos aspectos en los que interviene la tricotilomanía. El acrecentar el hábito realizando la actividad en forma compulsiva es lo que produce cambios en nuestro cerebro.

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