En este tipo de trastornos, es usual tener diálogos internos que refuerzan ideas de tipo negativo y que nos devuelven al episodio doloroso que aún no hemos podido superar. Lo peor de esta condición es que frente a cada nueva experiencia que nos recuerda lo sucedido, comenzamos a reaccionar negativamente, por considerarla potencialmente peligrosa.

Todos, en algún momento de nuestras vidas, atravesamos por momentos dolorosos o situaciones inesperadas de carácter negativo que debemos superar. Sin embargo, este tipo de experiencias marcan de tal manera a algunas personas que desarrollan un diálogo interno de carácter negativo. Este diálogo en sí no es de por sí nada recomendable, pero es aún más peligroso cuando amenaza en quedarse y convertirse en costumbre.

Nadie está exento de encontrarse frente a un problema del cual no sea capaz de solucionar. Ya sea por la complejidad del mismo, o porque no contamos con las herramientas suficientes para resolverlo. Bajo estas circunstancias y si valoramos el problema como importante, lo normal es que aparezca la ansiedad: el reto se ha trasformado en amenaza.

La ansiedad anticipatoria es el componente principal de este tipo de dinámicas de pensamiento, cuando se han establecido en nosotros. A partir de aquí, la persona desarrolla enunciados distorsionados que se repiten constantemente y van aumentando la angustia inicial, hasta que se vuelve intolerable. Cuando las personas padecen estados de angustia y ansiedad, suelen desarrollar un diálogo interno de carácter fatalista y catastrófico. Por supuesto, esta visión de la vida es producto de un estado emocional alterado y, por tanto, distorsionado.

El peligro que esta situación reviste en que, si no se corrige a tiempo, puede convertirse en un círculo vicioso que empeorara con el tiempo, pudiendo ocasionar una crisis de pánico.

Los síntomas típicos de un ataque de pánico incluyen:

  1. Presión a la altura del pecho
  2. Taquicardia
  3. Mareos,
  4. Sudoración
  5. Palpitaciones

En términos biológicos, esta es la reacción normal de un mamífero frente a la amenaza. La persona presa del pánico percibe como amenazante una situación que puede controlarse. Sin darse cuenta, su diálogo interno refuerza sus ideas negativas y catastróficas. Por eso pierde el control y entra en crisis.

La crisis de pánico puede escalar y volverse severa.Sin embargo, cuando actuamos de manera efectiva ante los primeros síntomas, dicha crisis queda bloqueda y la persona se sale del círculo de pensamientos negativistas. Esto es posible porque las crisis entrañan dinámicas mentales negativas aprendidas y, por tanto, admiten modificaciones si este es nuestro propósito.

Los especialistas, han clasificado estos diálogos internos que operan como detonantes de angustia o ansiedad.

  • EL AUTO-CRITICO: los rasgos que lo distinguen involucran un estado permanente de juzgamiento y evaluación negativa de su comportamiento. Enfatiza sus limitaciones y sus defectos. Esto lo lleva a volver ingobernable su vida. Tiende a ser dependiente de los demás y se compara con los demás para sentirse en desventaja. Se frustra fácilmente porque se siente incapaz de alcanzar sus propias metas en la vida. Las frases preferidas en este tipo de diálogo interno son: “no puedo”, “soy incapaz”,  “por algo no me lo merezco”.
  • EL AUTO-EXIGENTE: en esta condición se promueve el agotamiento y el estrés crónico en función de la perfección. Es intolerante frente a los errores e intenta convencerse de que sus faltas obedecen a errores externos y no a él. Se desgasta pensando en que no alcanzó sus objetivos por falta de dinero, estatus, etc., a pesar de ser complaciente con todos. El autoexigente realiza un diálogo interno por medio de frases como: “no es suficiente”, “no está perfecto”, “no es el ideal” , “el asunto no salió como me hubiera gustado”.
  • EL FATALISTA: la ansiedad surge al imaginar el escenario más catastrófico posible. Se anticipa a los hechos (que seguramente no sucederán) y los magnifica. Esto da como resultado una percepción errónea, que puede llegar a desencadenar una crisis de pánico. La frase esencial de este tipo de diálogo interno es: “Todo puede convertirse en una tragedia cuando menos lo espero.”
  • EL VICTIMISTA : esta modalidad se caracteriza por sentirse desprotegido y desesperanzado, lo que lo lleva a afirmar que su estado no tiene cura, que no hace avances en su progreso. Cree que todo va a seguir igual y atraviesa obstáculos insalvables entre lo que desea y él. Se lamenta de lo que son las cosas, pero no intenta cambiarlas. En el diálogo interno aparecen afirmaciones como: “nadie me entiende”, “nadie me valora”, “sufro y a nadie le importa”.

Si logramos ser CONSCIENTES de este TIPO DE DIÁLOGOS INTERNOS, ya hemos logrando un PRIMER GRAN PASO para recobrar el control y evitar una percepción negativa de nosotros mismos o de nuestro contexto, que finalmente solo consigue disparar nuestro estado de ansiedad. El verdadero cambio ocurre cuando empezamos a detectar estos pensamientos negativos y los reemplazamos por afirmaciones positivas. Es importante controlar nuestra respiración, relajarnos y afrontar las situaciones con calma. De lo contrario, las actitudes pesimistas y autodestructivas se perpetuarán.

No es fácil modificar este tipo de reacciones frente a lo que consideramos amenazante, pero sucede lo mismo cuando queremos cambiar un mal hábito. Por supuesto, se requiere de tener ganas, determinación y esfuerzo, pero al final se consigue si ponemos suficiente empeño en ello.

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