Las relaciones se pueden clasificar de muchas maneras. Una de ellas es según el grado de simetría. Las relaciones simétricas son las que mantienen sus miembros en situación de igualdad (como una pareja). Las asimétricas son las que sitúan un miembro por encima del otro o los otros (como un maestro y sus alumnos).

Las relaciones simétricas son aquellas en las que sus miembros están en condiciones de igualdad. El ejemplo más claro es el de la pareja, pero también ocurre con los amigos. O con un grupo de ciudadanos cualesquiera, sin que ninguno de ellos tenga una posición de autoridad. Con dos personas que son amigas no tiene sentido decir que una es más amiga de la otra de lo que ésta lo es de la primera. En una pareja no hay -o no debería haber- un miembro que tenga autoridad sobre el otro. La autoridad tiene una contra-partida: libera el otro miembro de la responsabilidad. Que uno tome decisiones por los dos le hace responsable de ambos. Por lo tanto, una persona debe decidir si acepta limitar la libertad del otro a la hora de tomar decisiones, sabiendo que esto libera al otro de sus responsabilidades. Lo vemos a menudo en algunas parejas, que se supone que tienen relaciones simétricas. Un miembro permite o prohíbe a al otro hacer algo. Y cuando el otro rompe esta norma, recibe un castigo. Llevan a cabo un ejercicio de autoridad que no se corresponde con la naturaleza de una relación de pareja.

Hay que partir de la base de que las personas son libres de actuar como quieran y tomar las decisiones que quieran. Como decíamos, la responsabilidad recae en quien ha tomado la decisión. Las relaciones simétricas pueden convertirse parcialmente en asimétricas si hay aceptación por parte de los dos miembros, y capacidad de recuperar la simetría cuando uno de los dos lo quiera. Ejercer la autoridad sobre la otra persona es posible que constituya una situación de violencia.

Las relaciones asimétricas son aquellas en las que un miembro tiene autoridad sobre el otro o los otros. Es lo que pasa entre un maestro y un alumno, entre un padre/madre y un hijo, entre un policía y un ciudadano o entre un jefe y un empleado. Es decir, no son relaciones basadas en la igualdad. En estas relaciones, la asimetría es necesaria y se justifica por un motivo. El maestro debe tener autoridad sobre el alumno para facilitar que este alumno reciba unos conocimientos -no solo académicos- de manera ordenada. El padre y la madre deben tener autoridad sobre el hijo para enseñarle a moverse por el mundo. El policía necesita ejercer la autoridad para mantener el orden público. Y el jefe tiene autoridad sobre los empleados para hacer encajar los resultados del trabajo en una línea estratégica.

La asimetría va ligada a la limitación de la responsabilidad. A medida que la autoridad se disuelve, ésta responsabilidad queda cada vez más repartida. Cuando un hijo se hace mayor, la autoridad que ejercen sus padres hacia él disminuye, pero a la vez se espera que se vaya adquiriendo la capacidad de responder de sus cosas. Hacerse responsable de lo bueno y de lo malo es el precio que hay que pagar para tomar decisiones libres.

Las personas nos identificamos con nuestros roles. El rol es una serie de conductas que van ligadas a una posición, y que la sociedad espera que cumplamos. Por otra parte, una persona puede tener varios roles. Un hombre puede tener un rol de padre con su familia, un rol de pareja con su mujer, un rol de empleado en su trabajo, etc. Si las conductas no se adecuan al rol, éste hombre lo puede vivir como un conflicto. Y esto puede acabar afectando la autoimagen, que es la forma en que nos vemos a nosotros mismos. Es diferente de la autoestima: la valoración positiva o negativa de nuestra autoimagen. Verse en relaciones simétricas pero bajo una autoridad puede hacer que una persona se plantee hasta qué punto se puede valer por sí misma. Y como una autoridad que toma las decisiones por nosotros nos libera de la responsabilidad, puede dar lugar a una relación de dependencia emocional. El problema de las relaciones de dependencia llega al plantearse qué pasará cuando la persona de la que dependemos no esté.

Tener claro cómo nos queremos relacionar con los demás y estar decididos a ponerlo en práctica es fundamental. Podemos dejar claro a los demás qué relación queremos tener con ellos. No siempre hay que hacerlo explícito, como en una declaración de intenciones. Lo demostramos con la forma en que actuamos ante los demás, y con la forma en que reaccionamos ante lo que los demás nos dicen o nos hacen. La asertividad nos puede ayudar a hacer valer nuestro derecho a ser respetados. Encontraremos personas que tienen necesidad de ejercer la autoridad. Con quien sea. Si no lo logran con alguien lo prueban con otro. Está en nuestras manos decidir si nos queremos someter o no.

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