Hay quienes parecen vivir en un eterno malhumor. Todo le pica, todo le molesta y todo lo enoja. Son esas personas que necesitan buscar culpables de todo, porque ante sus ojos nada parece ir bien, el universo entero se ha conspirado para ir en su contra y se han acostumbrado a hablar el idioma del reproche y la acusación constante. Ahora bien, ¿Qué es lo que hay detrás de este comportamiento? ¿Por qué lo hacen? ¿Es solo ganas de generar sufrimiento o hay quizá alguna teoría psicológica que explique este tipo de conducta?

Como bien sabemos, en ocasiones, es más fácil limitarnos a criticar una conducta sin conocer o investigar sus motivaciones. Todos tenemos claro que agotan, sabemos que la queja y la acusación constante desgasta y que la salida más fácil en estos casos es poner distancia, y cuanta más sea ésta, mejor para nosotros. Sin embargo, no siempre nos es posible. Porque puede que esa persona irritante sea parte de tu familia. Es posible que tengas un compañero de trabajo que se ha perfeccionado en el arte de general un mal ambiente a fuerza de críticas o que cuentes con una amiga que todo lo ve mal. Más aún… uno mismo puede haste llegar a identificarse con esta tendencia, la de sentir que nada a nuestro alrededor funciona como debería.

Usualmente, suele decirse que una persona optimista ve el vaso medio lleno, el pesimista lo ve vacío y, quien se queja de todo, nos culpará de haberle dado un vaso sucio a propósito. Como podemos imaginar, adoptar este tipo de costumbre no es usual. No es normal que una persona se limite a ver el lado oscuro de la vida, y además, busque responsables a cada una de sus desafortunadas circunstancias. Lo primero que nos revela este comportamiento es la falta de responsabilidad. Siempre es más fácil poner sobre hombros ajenos la culpa de lo sucedido en lugar de asumirlo como propio, en lugar de “hacerse cargo” de determinada situación.

El arte de “patear la pelota hacia afuera”, de buscar culpables donde no los hay, es algo muy humano. Tanto, que lo vemos desde en niños hasta en adultos hechos y derechos que siguen buscando al culpable ante cada cosa que les sucede o les molesta. Estamos básicamente, ante un mecanismo defensivo que despliega el propio cerebro. Las personas que necesitan buscar culpables de todo y que no se responsabilizan de nada hacen uso de sofisticados sesgos cognitivos y enfoques claramente inmaduros.

Fue el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) quien relacionó esa tendencia con lo que denominaron como simulación contrafáctica. Consiste en que, cuando nos sucede algo, nuestra mente, lejos de ver qué ha podido pasar y qué responsabilidad tenemos nosotros sobre lo acaecido, buscar otras posibilidades. La mente, en lugar de asumir la propia responsabilidad, empieza a evaluar posibles escenarios y a simular posibilidades que terminan integrando como parte de los hechos, aunque suenen hasta irracionales. Hacerlo genera menos sufrimiento que asumir nuestro papel en dichos hechos.

Las personas tenemos una singular tendencia: esa en la que pensamos que todo sucede por algo, que hay una linealidad en cada acontecimiento. Ahora bien, en esa ecuación no siempre está la variable «yo». Por ejemplo, si mi pareja está cada vez más apática se debe a que tiene un problema en el trabajo o a que sus padres la/lo están agobiando. En esa causa efecto, el buscador de culpables jamás baraja la posibilidad de que él o ella esté dentro de esa regla de tres.

Quienes caminan por el mundo eludiendo responsabilidades y desconfiando además de las acciones ajenas, no solo envenena ambientes y los contaminan de malestar y sufrimiento, sino que también ellos lo pasan mal; al fin y al cabo, con sus conductas lo único que consiguen es elevar la incomodidad y la contradicción.

Si nos preguntamos por qué hay personas que necesitan buscar culpables de todo, la base de todo se halla en esos sesgos cognitivos que nos convierten a menudo, en seres ciegos. En criaturas que se niegan a admitir con todas sus fuerzas lo que es evidente. Pensemos, por ejemplo, en ese directivo que califica de vagos a sus trabajadores porque no producen lo suficiente. No duda en culparles de los malos números sin tener en cuenta las condiciones en que realizan la labor esos empleados.

Detrás de la necesidad de buscar culpables a casi todo se encuentra muy a menudo el victimismo crónico. Son perfiles que hacen uso de una actitud defensiva y desconfiada, de los que piensan que todos actúan de mala fe, que quienes les rodean solo buscan dañarles. Esto hace que desarrollen un carácter hipersensible, malhumorado y receloso que buscan un culpable ante cada problema cuando se encuentran en desventaja.

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