Los trastornos psicofisiológicos son aquellas enfermedades físicas que tienen su origen en factores psicológicos o que, en su curso ve influenciado por los mismos.

Las emociones se manifiestan mediante un triple sistema de respuesta: cognitivo, fisiológico y motor. El sistema cognitivo se refiere a los pensamientos que tenemos cuando experimentamos las distintas emociones. Por ejemplo, cuando la ira nace en nosotros, nuestros pensamientos son del tipo “lo hace para fastidiarme”, “no me puedo creer que me haga esto”, etc.

Sin embargo, este discurso interno es completamente distinto cuando estamos tristes. Ahora bien, el sistema motor es el conjunto de conductas que llevamos a cabo según las emociones que sintamos. Así, cuando aparece el miedo, tratamos de protegernos o huir, conductas que no se darán si sentimos alegría. Por último, el sistema fisiológico serían las sensaciones corporales que se dan. En este sentido, hay emociones que nos activan más o menos, igual que hay otras que nos desactivan en distintos grados. La ansiedad, para que nos entendamos, es una emoción que nos activa mucho a nivel fisiológico, de forma que nuestra frecuencia cardíaca o nuestra respiración se aceleran.

Los trastornos psicofisiológicos son numerosos:

  • Cardiovasculares (hipertensión arterial)
  • Respiratorios (asma bronquial)
  • Eendocrinos (diabetes)
  • Gastrointestinales (úlcera péptica)
  • Dermatológicos (urticaria)
  • Inmunológicos
  • Dolor crónico

En ellos, va a influir la manifestación fisiológica de las emociones. Sobre todo de la ansiedad y la ira. Ambas emociones conllevan una alta activación fisiológica cuando las experimentamos. Aparecen la tensión muscular, la hiperventilación o la aceleración del ritmo cardíaco, entre otros síntomas fisiológicos.

En un primer momento, nuestro cuerpo se energiza de esta manera para hacerle frente al peligro que ha hecho que aparezcan estas emociones. Por lo tanto, no es una activación mala por sí sola. El problema es cuando sentimos estas emociones de forma muy intensa, muy a menudo o de manera muy prolongada en el tiempo. Entonces nuestro cuerpo se mantiene en tensión por encima de nuestras posibilidades, ya que esta activación debería desaparecer una vez que superamos aquello que ha hecho nos sintamos así. Pero como no es así, nuestros órganos se van sobrecargando y se producen en ellos cambios morfológicos y funcionales.

El modo en que nosotros percibamos e interpretemos las distintas situaciones nos va a ayudar a manejar mejor nuestras emociones negativas. Lo mismo pasa si conseguimos encontrar soluciones adaptativas a lo que nos pase. De esta forma, conseguiremos que nuestra activación no se dispare y tendremos menos papeletas de desarrollar trastornos psicofisiológicos. También, cuando existe una enfermedad somática. Así, el paciente puede: estar convencido de que no es grave, saber que es grave pero querer luchar porque está convencido de que hay esperanzas o saber que es grave pero decidir vivir lo mejor posible y no autolimitarse más allá de lo necesario.

Si se opta por seguir alguna de estas tres vías, lograremos que esa ansiedad y esa ira, que suelen aparecer cuando hay algún problema físico, no se disparen. De esta forma, la probabilidad de que se den trastornos psicofisiológicos también va a ser menor. En ocasiones, es difícil lograr esto, pero con la ayuda de un psicólogo y llevando adelante una terapia adecuada, se puede conseguir.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *