El poder destructor de las emociones negativas se debe principalmente a la influencia que éstas ejercieron en nuestra infancia. Aprendimos desde pequeños, durante el desarrollo de nuestra primera y segunda infancia, que si no nos sentíamos mal por algún error cometido o no nos preocupábamos lo suficiente por el futuro no seríamos capaces de corregir alguna actitud o solucionar algún problema. Desde pequeños nos enseñaron este tipo de emociones negativas con el fin de instruir nuestra conducta y corregir cierto tipo de comportamientos. Este problema se expresa principalmente en nuestra etapa de madurez, ya que tanto la culpa como la preocupación pueden ser emociones realmente dañinas para nuestro bienestar emocional, al exponernos a manipulaciones y al caer en conductas auto castigadoras.

La principal razón por la cual se nos enseñaron emociones negativas como la culpa o la preocupación se debe en gran medida a nuestros valores culturales, puesto que se considera como algo “inapropiado” no sentirse mal y no castigarse por nuestros problemas. Todo este legado cultural se relaciona con la importancia que le damos a nuestros problemas. En nuestra cultura se nos enseña que, si realmente nos importa una persona o algún asunto en concreto, debemos demostrar nuestro interés sintiéndonos culpables por una actitud “mala” que hayamos tenido, o exponiendo nuestra preocupación para demostrar nuestro cariño. Es como si nos enseñaran que el exponer nuestro dolor y malestar emocional fuera un requisito fundamental para mostrar afecto e importancia hacía demás.

Si pensamos que la culpa o la preocupación tienen alguna contribución positiva en nuestra vida, significa que tenemos una percepción distorsionada de la realidad. Emociones como las nombradas son cada vez más frecuentes en la sociedad actual. Cada vez es más común observar personas estresadas que se “hunden en un vaso de agua”, por situaciones que tal vez, en un contexto general, no son tan graves.

El problema de la culpabilidad y la preocupación reside principalmente en que desperdiciamos todos nuestros momentos presentes castigándonos por cosas que ya sucedieron o que queremos que sucedan en el futuro. A causa de este tipo de pensamiento negativo, nuestra capacidad de disfrute y conexión con la vida queda gravemente mermada. A pesar de que ambas emociones tienen como teórico fin ayudarnos a corregir comportamientos o a buscar posibles soluciones a problemas, ambas cumplen también con un propósito inútil en nuestra vida, puesto que solo logran mantenernos inmovilizados ante una adversidad. Este tipo de “inmovilización” se puede observar tanto en conductas culpabilizadoras como en sentimientos de ansiedad o miedo ante un posible suceso.

La sociedad actual se encuentra llena de personas que se sienten mal por algo que no deberían haber hecho, o se encuentran estresados por cosas que podrían llegar a suceder. Con la culpa a cuestas, se sienten abrumadas por alguna actitud del pasado. mientras que con la preocupación se sienten ansiosos por cosas que aún no han sucedido y que, para más inri, es probable que nunca lleguen a suceder. Si te sientís frecuentemente atrapado por alguna de estas emociones, es necesario trabajar con ellas para poder empezar a construir el futuro dejando estas emociones negativas y paralizantes al margen.

Empezar a ver el pasado como algo que no puede cambiarse, sin importar cómo te sientas al respecto de él, es algo fundamental para eliminar este tipo de emociones negativas. Ningún sentimiento que implique castigarnos podrá lograr algún cambio positivo en nuestra actitud o en nuestra vida.

¿Cómo hago para eliminar las emociones negativas de mi mente?

Establecer momentos adecuados para ocuparnos de nosotros

Hay que preguntarse qué es aquello que hemos estado evitando, reflexionar sobre si  nuestro sentimiento de culpa es producido por estar evitando alguna situación o alguna responsabilidad y, ocuparnos de ello.

Aceptarnos tal como somos aunque no le agrademos al resto

Es imposible satisfacer a todo el mundo. Nuestro comportamiento no tiene por qué ser catalogado como malo o bueno según la opinión del resto. Hay que fijar como prioridad tnuestro bienestar y nuestra felicidad y armonía antes que la aceptación externa.

Aceptar nuestro comportamiento sin castigarnos

Vivir plenamente el momento presente y luego buscar alguna solución constructiva. Optar por sentirnos culpables y auto castigarnos por lo sucedido no solucionará nada ni tampoco asegurará que nuestro comportamiento vaya a cambiar. En el mejor de los casos, obtendremos una solución “parche” que no tardará en esfumarse.

No auto-castigarse

Si alguna persona tiene alguna posición contraria a la nuestra e intenta manipularnos por medio de la culpa, hay que empezar por respetar nuestra posición de no optar por sentimientos inútiles que impliquen auto-castigarse y reflexionar de manera constructiva sobre si nuestra actitud tiene algún propósito o solo nos está perjudicando.

Tomar nota de las situaciones que nos generan culpa

Podemos anotar el porqué, el cuándo y el quién de la situación, para luego analizar y determinar si es que efectivamente debes de realizar algún cambio en tu actitud.

Para eliminar la preocupación, hay que comenzar por cambiar nuestra percepción sobre el futuro. Dejar de percibirlo como algo sobre lo que debamos estar pendiente todo el tiempo, así nos alejaremos de los pensamientos obsesivos que solo ocasionan miedo y ansiedad. Es absurdo preocuparse por cosas que aún no han sucedido, sobre todo si nos privan de vivir el momento presente.

Debemos permitirnos emplear las siguientes estrategias para liberarnos de los sentimientos de preocupación y comenzar a ocuparnos realmente de nuestras vidas:

  • Encargarnos del problema cuando sintamos la necesidad de preocuparnos por una situación: el mejor antídoto para sanar la preocupación es la acción.
  • Reconocer lo incoherente que resulta preocuparse por cosas que aún no han sucedido, Realizarnos preguntas como: ¿Cambiará algo el hecho de que esté preocupado? ¿A pesar de lo que pueda suceder, podré seguir haciendo cosas valiosas por mí y los demás?
  • Permitirnos periodos cada vez más cortos para sentirnos preocupados: podemos empezar por realizar tres sesiones de 10 minutos al día para sentirnos preocupados. Cabe recordar que debemos hacer lo posible por sentir preocupación solo en los momentos establecidos.
  • Realizar una lista de todas las preocupaciones de ayer, la semana pasada o el año anterior: podemos chequear esta lista para convencernos de que muchas veces nuestras preocupaciones no eran tan graves, ya que a pesar de todo hoy seguimos con VIDA. Observar cómo en cada situación fue la ocupación la que logró construir una solución, mientras que la preocupación no tuvo ningún efecto positivo.

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