Cuando hablamos de adictos y adicciones, seguramente se nos venga a la cabeza el consumo de drogas como la heroína, el alcohol, los fármacos o el tabaco. Pero, el “ser adicto” indica algo más. Al hablar de adicción nos estamos refiriendo a una dependencia hacia cualquier sustancia, actividad o relación que causa placer. Existe la dependencia al juego, a las redes sociales, a la comida, a las compras, incluso a nuestra pareja.

Se podría afirmar, y así lo hace la Organización Mundial de la Salud (OMS), que es una enfermedad que provoca que el enfermo o adicto sienta unos deseos irrefrenables de estar cerca de esa fuente de placer o satisfacción. No solo es que sienta deseos, es que su cerebro necesita esa fuente de placer. Al necesitarla, la persona adicta carece de control sobre su adicción. Es más, aunque la persona adicta conozca las consecuencias negativas que se pueden derivar de esa dependencia, no puede evitar seguir enganchado a ella.

Podemos definir 2 tipos de dependencias

Adictos por dependencia física

Es un estado en el que el cerebro se ha acostumbrado a recibir ciertas dosis diarias de una sustancia y ya no puede prescindir de ella. Además, cuanto más se consume, más sustancia se necesita. Vamos desarrollando una tolerancia a esa sustancia y si no aumentamos la dosis, no obtendremos el placer esperado. Por lo tanto, cada vez necesitaremos más. El cerebro ya no puede prescindir de esa sustancia, ya que esto generaría ciertas reacciones fisiológicas muy desagradables. El conjunto de estas sensaciones se conoce como síndrome de abstinencia. El síndrome de abstinencia es percibido por los adictos como algo tan aversivo que enseguida necesitan suprimirlo, volviendo a consumir. Es un círculo vicioso.

Adictos por dependencia psicológica

Se produce cuando la sustancia se asocia con el placer o el refuerzo positivo, o bien cuando nos libra de algo desagradable o negativo, constituyendo también un refuerzo. En este sentido, nuestro organismo no necesita la sustancia, pero sí disfruta mucho con ella o en las situaciones en las que esta presente. El mecanismo es bastante curioso.

Existe en el cerebro una región llamada comúnmente “el centro del placer”. Aquí se libera un neurotransmisor denominado dopamina. ¿Cómo funciona? Cuando consumimos alguna droga, hacemos el amor o comemos chocolate nuestro núcleo accumbens genera dopamina, lo que hace que tengamos esas sensaciones tan placenteras. Al sentir ese bienestar, tendremos la necesidad de repetir, lo que podría convertirse en un hábito y más tarde en adicción. En ese momento, ya estaremos atrapados.

La adicción se producirá en función de la cantidad de dopamina liberada y de su constancia de liberación. En el caso de las drogas adictivas, estas producen más cantidad de dopamina en la región del placer de lo normal y de una forma mucho más rápida. Una vez liberada la cantidad de dopamina, una región del cerebro que tiene una función muy importante en la memoria, el hipocampo, memoriza y asocia el placer con la sustancia. Posteriormente, es la amígdala, centro de las emociones, la que crea la respuesta emocional hacia la droga. Por ejemplo, el simple hecho de ver a un amigo con el que suelo fumar, ya provoca que me den ganas de fumar. Tras muchas repeticiones de consumo de la sustancia, el cerebro se acostumbra y adapta a ella, desarrollando la tolerancia.

Interviene entonces otra estructura cerebral, mucho más desarrollada. Se trata de la corteza prefrontal. La corteza prefrontal está implicada en la planificación y ejecución de tareas y provocará que necesitemos la droga y además que salgamos a buscarla. Es decir, esta estructura es responsable de que llevemos a cabo ciertas conductas para conseguir lo que deseamos.

La adicción nos puede llegar a envolver en un círculo muy peligroso. De él es muy difícil escapar, pero se puede. Los adictos deben reconocer su adicción y estar motivados para salir de ella. Ese es el primer paso. La terapia, el tratamiento psicológico y psiquiátrico, el uso de algún psicofármaco y el apoyo familiar o del entorno, resulta fundamental para que el resultado sea exitoso y se puedan llegar a evitar recaídas.

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