Las relaciones personales no siempre son fáciles de gestionar, pero lo que está claro es que a través de ellas se va expresando y construyendo una parte de nuestra personalidad y manera de ser. Las personas emocionalmente distantes son parte de aquellas que llaman más la atención a la hora de interactuar con el resto, dado que su manera de aproximarse a las relaciones humanas suelen destacar desde los primeros minutos de conversación o de comunicación no verbal en general.

Prácticamente todos los rasgos y características diferenciales que presentamos los seres humanos en nuestra individualidad existen no en categorías herméticas y con unos límites muy claros, sino a través de intensidad de variables presentes en todas las personas. Eso significa que todas las personas emocionalmente distantes tienen una parte de sociales y abiertas con los demás, y quienes no destacan por distanciarse del resto, también tienen una porción de distanciamiento emocional.

Lo primero que hay que tener claro para comprender a este estilo de personalidad es que ser emocionalmente distante no implica odiar a la humanidad, ni ser incapaz, en cualquier situación y contexto, de disfrutar de la compañía o incluso de la intimidad con alguien.

¿Cómo son las personas emocionalmente distantes?

  • Son desconfiados: el hecho de que las personas emocionalmente distantes desconfíen del resto con relativa facilidad no significa que se muestren hostiles. Al contrario, lo más común es que sean correctas a la hora de tratar con los demás, entre otras cosas porque los antagonismos hacen que el contacto con el resto se mantenga, en la medida en la que crean enfrentamientos y ganas de revancha. Lo habitual es que las personas emocionalmente distantes faciliten situaciones en las que no tengan que depender de la buena voluntad de gente a la que no conocen bien, normalmente a través de la adopción de actitudes pasivas.
  • Evitan el contacto físico: en comparación al resto de las personas, quienes son emocionalmente distantes evitan el contacto físico. Esto es así porque tocarse es más que un acto físico: es un acto de intimidad. Y la intimidad es vista como una forma de exposición de las propias vulnerabilidades. Por eso, y en parte para no sentar precedente, estas personas dejan claro que esos gestos no son apreciados a no ser que surjan por parte de alguien muy especial o por iniciativa propia, si bien esto último es raro.
  • Les cuesta abrirse al amor: les cuesta exponer su lado más íntimo, dado que esto implica mostrar debilidades a partir de las que alguien podría llegar a herirlas emocionalmente, incluso sin darse cuenta, por el simple hecho de conocerlas. Este es uno de los aspectos de su personalidad que más problemas pueden generar, dado que el amor es por definición un vínculo basado en la confianza mutua. Afortunadamente, con el tiempo, normalmente son capaces de hacer una excepción con su pareja y mostrarse de una manera más abierta.
  • Ven la amistad como algo formal: casi no muestran grandes signos de afecto, o lo hacen con menor frecuencia que el resto. Eso significa que a la práctica, tienen las expectativas que la amistad sea un vínculo en el que explicar cosas, pasar el tiempo de ocio y explicar opiniones, pero se nota que son proclives a ver fuera de lugar ciertas acciones si estas no encajan con lo que típicamente es considerado amistad.
  • No les gusta salir de su zona de confort social: esta clase de personas no son muy amigas de comunicarse en exceso con aquellos a quienes conocen poco, a no ser que hacerlo tenga alguna ventaja desde el punto de vista instrumental. Por eso, normalmente tienen un grupo de amistades reducido.

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