En esencia, todo aquel que es conocido por su carácter reservado, por hablar lo justo y necesario, no esconde necesariamente un trastorno psicológico o una conducta asocial. Es un rasgo más de la personalidad humana. Es más, por término medio, suelen caer mucho mejor y construir unos vínculos sociales más fuertes y saludables.

Hay personas que hablan poco, a las que se les da bien escuchar y ofrecer complicidad a través de su mirada. Algunos dirán que son aburridas, que su problema es la timidez y que pasar tiempo con ellas es una pérdida de tiempo. Sin embargo, la gente de pocas palabras puede encerrar tras de sí mundos increíbles y ser, además, esos perfiles en los que se puede confiar.

Los llamamos «callados», «reservados», «silenciosos»… Quien habla poco es un rara avis en un mundo en el que, por lo general, quien habla mucho triunfa, resulta carismático y atrae más la atención. Podríamos decir que, por término medio, nos agradan las personas conversadoras que hablan por los codos y que en poco tiempo nos pueden contar su vida entera y mil anécdotas increíbles. Sin embargo, el charlatán en ocasiones agota, mientras que las personas que callan nos intrigan por su silencio, por su sutileza comunicativa. De algún modo, nos han acostumbrado a creer que la extroversión y la verborragia es sinónimo de éxito, que quien domina esta competencia tiene habilidades de liderazgo y hasta de seguridad personal.

La verdad es que este tema es tan interesante como actual. La Universidad de Georgia, por ejemplo, llevó a cabo un estudio en el 2017 con el fin de comprender el estilo de liderazgo de los extrovertidos y los introvertidos. Algo que pudo descubrirse es que las personas más reservadas disponen de otras herramientas, competencias y estilos de comunicación que son muy útiles en toda organización. Es un estilo de liderazgo diferente en el que vale la pena profundizar.

La gran mayoría de las personas que hablan poco son introvertidas. Los rasgos que los definen son los siguientes:

  • Piensan antes de hablar.
  • Saben escuchar, reflexionan sobre lo que se les dice y tardan más en responder.
  • Son observadores, imaginativos y grandes analistas de la realidad.
  • No rehúyen el contacto social, no son tímidos pero sí selectivos a la hora de construir amistades.
  • Les agrada la soledad.
  • Son minuciosos, les gusta cuidar al máximo de sus relaciones. Son personas en las que confiar y que valoran a su vez, tener figuras firmes con las cuales compartir confidencias.

Hay personas que hablan poco por problemas de inseguridad. En este caso, estaríamos ante un tipo de personalidad marcado por la timidez. Ahora bien, el hecho de no desenvolverse con soltura en diferentes escenarios sociales no significa que acaben fracasando en el ámbito afectivo o laboral. La timidez personal limita y duele, es cierto, pero a menudo, se contrarresta con grandes virtudes.

La calma interna en un mundo apresurado

En un mundo donde las personas intercambian ideas, opiniones y pensamientos casi sin filtro, las personas que hablan poco llevan otro ritmo. Hay por tanto otro factor que es necesario tener en cuenta y que se relaciona ni más ni menos, que con el enfoque reflexivo. Hay quien madura mucho lo que va a decir en cada momento. Están los que escuchan con todos los sentidos antes de responder, quienes se toman su tiempo porque se comunican desde la autenticidad, con creencias y valores en la mano y la verdad en el corazón. Observan lo que les rodea, son empáticos, intuitivos y hábiles para percibir cómo son los demás y qué necesitan.

Todo eso requiere ser más pausado, dejar que otros hablen, atender, mirar, estudiar… Solo entonces se atreven a hablar en voz alta, esperando ser siempre útil con lo que se dice, respetuoso con lo que se expresa. Su modo de actuar, procesar y desenvolverse requiere de más tiempo y ello hace que restrinjan un poco más la fluidez comunicativa. Para muchos, este rasgo puede parecer inusual, pero es al fin y al cabo un matiz más de la personalidad. Asumir que cada persona es única y que no todos disponen de esa capacidad para hablar de forma ágil o como suele decirse, «por los codos» nos permitirá comprender mejor el comportamiento de otras personas.

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