¿Cuándo fue la última vez en la que tu bienestar no fue una opción sino una prioridad?

En los tiempos que corren, donde el estrés es ya una forma de vida, vivimos tan preocupados por lo que ocurrirá en el futuro que dejamos de lado el disfrutar del presente y, en esta loca carrera no somos capaces de darnos cuenta de que el “hoy” es lo único que realmente tenemos, porque el futuro no ofrece “garantías” y, es más : aún no es algo real.

Hoy en día, los “me cuido” se han transformado en “si tengo tiempo me tomo un descanso”, los me siento en “no es nada, sólo estoy algo cansado/a” y, los me vivo en un “sobrevivo como puedo día tras día”. Esto hace que nuestra salud mental y física se vean afectadas por multitud de estresores perjudiciales que nos hacen mucho daño. Para sentirnos bien y ocuparnos de nosotros, tenemos que aprender a cuidarnos y, el ritmo de vida actual hace que esta tarea sea muy difícil.

Sin embargo, con la aparición del denominado “mindfulness para la vida cotidiana”, podemos aprender a ocuparnos de nosotros, a querernos, a vivirnos…. Para iniciarnos en el arte del mindfulness, sólo basta con realmente tener ganas de cuidarnos y comenzar a seguir una serie de pasos (primero en un lugar silencioso, y luego una vez dominados, utilizarlos en la vida cotidiana) para así ir mejorando nuestra salud.

  1. Concentrarnos en la respiración: cuando estamos ansiosos o enojados, nuestro ritmo respiratorio es acelerado, lo que hace que nuestro corazón lata más rápido señalándonos que no estamos bien. No tenemos que tratar de dominar o cambiar nuestra respiración, sólo con prestarle atención, con ser conscientes, su ritmo cambia.
  2. Explorar nuestro cuerpo: preguntarnos ¿cómo me siento? El hacertnos conscientes de nuestro propio cuerpo hace que esas sensaciones incómodas, que pueden aparecer durante la meditación, empiecen a formar parte de ese momento único. De esta forma ese dolor o incomodidad puede entrar en el campo de nuestra consciencia y ser aceptado sin juzgarlo como algo indeseado. Hay que recordar que esas sensaciones son enseñanzas sobre nosotros mismos.
  3. Sentir el mundo que nos rodea: observar y escuchar nuestro mundo: el movimiento de las hojas de los árboles, el ruido de los autos, los gestos y expresiones de personas desconocidas, el silencio o el ruido de la lluvia. Lo que buscamos con todo esto es simplemente no pasar de largo por la vida, sino formar parte de algo, vivirlo. Sentir el momento presente sin la necesidad de movernos, porque si la mente está inquieta, el cuerpo le sigue ya que ambos están intimamente conectados.
  4. No somos lo que pensamos: cuando comenzamos a meditar, miles de pensamientos suelen irrumpir en nuestra mente. Unos contienen mayor ansiedad que otros, pero todos son igualmente importantes y, no hay que tener en cuenta el contenido. En este caso, no se trata el prohibirnos pensar sino de concentrarnos de nuevo en la respiración. Observamos los pensamientos y los dejamos pasar centrándonos en nuestra forma de respirar.

Debemos aprender a sentirnos bien si buscamos tiempo para ser, no para hacer. Nos sentimos bien si nos cuidamos, si nos vivimos con intensidad, no si me limito a ver la vida pasar agobiada/o por las tareas que definen un futuro que aún está por llegar y que es totalmente incierto. Ser conscientes de nosotros mismos y de nuestro bienestar, hará que sepamos disfrutar de nosotros mismos, que nuestra salud mejore, que nuestro sistema inmunológico sea más fuerte, que nuestra mente esté más despejada, que descansemos mejor y que, por ende, nuestro rendimiento, sea superior.

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