Las obsesiones mentales son trastornos que motivan acciones indeseables. Obligan al paciente a repetir algo una y otra vez, aun en contra de su voluntad. Estos rituales obsesivos le proporcionan alivio a corto plazo y su falta de ejecución causa ansiedad y sufrimiento. Los pensamientos, ideas, sentimientos y comportamientos se tornan repetitivos e incontrolables. Lo saludable es saber frenar las actuaciones indeseadas que impulsan al afectado a hacer algo una y otra vez.

Las obsesiones mentales se definen como enfermedades neurológicas con un alto índice de discapacidad. Son las más comunes y disminuyen la calidad de vida del paciente, pues son física y emocionalmente agotadoras. Estos pacientes se aíslan y su relación con los familiares puede ser conflictiva. En algunos casos se generan molestias por el ritual y la incapacidad de controlarlo; en otros, los familiares tienden a ignorarlos o a colaborar en los rituales, lo cual es también contraproducente.

Entre las causas de las obsesiones mentales o trastornos obsesivos compulsivos podemos encontrar: Infecciones, lesiones en la cabeza, funcionamiento irregular de algunas zonas del cerebro (si las sustancias químicas del cerebro superan ciertos niveles, pueden inducir los trastornos). Asimismo, la disposición genética o contar con antecedentes de abuso sexual o físico aumentan el riesgo de padecer esta especie de trastorno de ansiedad. Aunque no se sabe con precisión qué los origina, las obsesiones mentales pueden ser hereditarias. También se atribuyen a una educación demasiado rígida o a padres sobreprotectores y controladores, que incrementaron la ansiedad en el niño.

Podemos encontrar el miedo a los gérmenes, a herir a alguien, pensamientos religiosos o sexuales perturbadores o una higiene excesiva. Las compulsiones, o conductas repetitivas, tienen que ver con asearse, contar o limpiar cosas, ordenarlas de un modo particular aun si es innecesario. Pueden llegar a ocasionar absentismo laboral y escolar.

La mayoría de las personas, recibe el diagnóstico a une edad que suele ir desde los 8 a los 22 años, pero otros muestran síntomas después de los 30 años. Incluso los niños pueden sufrir este tipo de patologías. Los trastornos de ansiedad ocasionan temor e inseguridad durante largos períodos. A causa del miedo, los afectados no desarrollan actividades cotidianas.

En personas con obsesiones mentales, algunos rituales como lavarse las manos o repetir los mismos pasos una y otra vez son incontrolables. También con frecuencia guardan artículos que son innecesarios, abren y cierran puertas, cuentan cosas de manera permanente. Tampoco pueden controlar sus pensamientos y aunque no sienten placer con los rituales, consiguen un alivio de la ansiedad. Al menos una hora al día mantienen esa rutina, que los angustia e interfiere con sus tareas habituales. Los síntomas pueden mejorar o empeorar. Incluso en algunos momentos desaparecen para volver a aparecer.

Ante la sospecha, lo primero es acudir a un médico para una evaluación. De ser necesario, será remitido a un especialista para que profundice en el tratamiento. Todo pasa por una adecuada supervisión médica para detectar y atacar la raíz el trastorno. Se busca disminuir el estrés que ocasionan las actuaciones compulsivas y ayudar al paciente a socializar, como medio para su reinserción en la sociedad.

Algunas terapias psicológicas pueden ayudarnos a mejorar nuestra forma de enfrentarnos a las obsesiones mentales. En caso de optar por la medicación deberemos siempre hacerlo bajo supervisión de un especialista.

Lo siguiente puede ser la psicoterapia con un psicólogo, psiquiatra o trabajador social. La terapia del comportamiento enseña a pensar, actuar y reaccionar a situaciones de estrés como los rituales. Estos tratamientos logran disminuir la ansiedad y el temor, así como los pensamientos obsesivos y, con ello, las actuaciones compulsivas. Los antidepresivos y ansiolíticos (siempre recetados por un especialista) son los medicamentos recomendados para evitar las obsesiones mentales. Estos mantienen las sustancias químicas que los originan en los niveles adecuados. Se inician con dosis bajas, que van aumentando progresivamente a medida que avanza el tiempo.

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