Muchas personas piensan que la felicidad dura toda la vida, que hay que vestirse con la sonrisa, el optimismo y desparramar buena onda y energías positivas todos los días. Está prácticamente prohibido enojarse, ponerse de mal humor y quejarse, porque si uno lo hace, es un perdedor y termina solo. Esta suele ser una máxima postmoderna sacada del auge de los libros de autoayuda y de la filosofía de los grandes emprendedores. En el mundo de estas personas no existen los despidos, sino que son “etapas de transición”y no hay reducción de sueldos sino “ajustes”. En el mundo actual, no está permitido sentir preocupación, miedo o rechazo, porque hay que andar con la cabeza en alto y la sonrisa de oreja a oreja de forma casi permanente.

Los problemas del falso optimismo

Respecto a este comportamiento tan común, muchos psicólogos advierten que el positivismo falso hace el mismo daño que el exceso de negatividad. Es el extremo opuesto, e impide que el individuo conecte con sus emociones y problemas, lo que evita el cambio y la superación. Por lo tanto, ponerle buena cara a todo NO es bueno, y ahora, además, un estudio ha confirmado que las personas malhumoradas, tristes, rebuscadas o con caractér difícil poseen una inteligencia más aguda. Parece ser que estar constantemente feliz permite vivir la vida de manera superficial sin examinar a fondo lo que sucede. Lo que en un principio puede parecer ideal, puede tener un efecto negativo en la inteligencia y en nuestras habilidades para analizar y comprender la realidad.

El estudio fue llevado a cabo por Joseph Forgas, profesor de psicología y experto en emociones, y éste consistió en una serie de experimentos en los que se manipulaba el estado de ánimo de los participantes por medio de películas y recuerdos positivos o negativos. El profesor Forgas encontró que estar de mal humor nos ayuda a pensar de manera más clara. Al contrario de lo que sucede con las personas con optimismo desmedido, la gente enojada toma mejores decisiones y son menos incrédulos. El mal humor mejora la capacidad de juzgar a los otros y también incrementa la memoria. El artículo explica que mientras que un estado de ánimo positivo facilita la creatividad, la flexibilidad y la cooperación, el mal humor mejora la atención y facilita un pensamiento más prudente. Hay una mejor capacidad para afrontar las situaciones complicadas porque el cerebro promueve estrategias de procesamiento de la información más adaptativas.

Las personas con un estado de ánimo más decaído poseen mayor capacidad de argumentar sus opiniones por escrito. Además, es en los estados de seriedad cuando nuestra mente procesa mejor el razonamiento y el sentido común. El mismo estudio concluye que un estado de ánimo moderadamente negativo tiene un efecto positivo en el estilo de comunicación.

Prejuicios y Mitos urbanos

Para este estudio, Forgas y su equipo llevaron a cabo varios experimentos que comenzaban por inducir a estados emocionales a los participantes a través del visionado de películas. En uno de los experimentos, se preguntó a una de las personas investigadas que juzgaran la verdad de los mitos urbanos y los rumores y encontraron que los participantes con estados de ánimo negativos creían menos en estas afirmaciones. Las personas con mal humor eran menos propensas a tomar decisiones basadas en prejuicios raciales o religiosos, y cometían menos errores cuando se les pedía que recordaran sucesos de los que habían sido testigos. Por último, las personas con estados emocionales negativos producen mensajes persuasivos más efectivos.

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