En los tiempos acelerados que corren y, con el poco tiempo del que se dispone en ocasiones para preocuparse por la salud propia, se puede llegar a creer que determinados síntomas son señal de una enfermedad grave. Pero, tanto el estrés como los trastornos psicológico vinculados con la ansiedad pueden ser los verdaderos causantes de estos males.

Los ataques de ansiedad o pánico están relacionados con momentos de estrés o acontecimientos traumáticos. Constituyen una reacción emocional extrema de alarma, que puede provocar, incluso, miedo. Es importante conocer sus síntomas para reconocerlos, pero es igual de prioritario intentar minimizarlos para calmarnos.

En primer lugar, la recomendación de base es consultar la situación con el médico de confianza y él diagnosticará el caso en particular. De tratarse de estrés o ansiedad, son varios los consejos que los expertos brindan para llevar mejor el día a día.

De acuerdo con este psicólogo existen tres factores que disparan la ansiedad:

  • Los predisposicionales: en estos puede haber elementos factores biológicos, algunos de ellos genéticos, de personalidad o ambientales. Son personas que cuentan con un sistema de alerta más sensible y más complejo de desactivar una vez disparado. Se encuentran en una especie de pre-alerta que condiciona su disposición hacia el medio.
  • Los desencadenantes
  • Los de mantenimiento: están muy ligados a la gestión que se hace de la ansiedad

En cuanto a los activadores o desencadenantes, se trata de aquellas situaciones o acontecimientos que son vividos como “desbordantes”; acontecimientos vitales de consecuencias graves o que exigen importantes esfuerzos adaptativos; obstáculos para conseguir logros o que limitan nuestra capacidad para alcanzarlos o mantenerlos.

Si no se ha llegado a tener problemas de ansiedad de suficiente importancia, se pueden dar consejos generales para prevenirlo, pero si las alteraciones son de mayor gravedad requieren tratamiento profesional específico. Por un lado, hay que aprender a manejar la ansiedad y por otro aprender a gestionar las fuentes y las causas que originan la misma, y entre las principales pautas a seguir, el psicólogo cita las siguientes:

  • Evitar la respiración superficial, intensa y rápida, conocida como hiperventilación, porque agrava la sintomatología ansiosa, genera un aumento de la sensación de ahogo y facilita el camino hacia las crisis de pánico. En lugar de hiperventilar, el psicólogo recomienda practicar la respiración abdominal: inspirar con tranquilidad durante varios segundos, y luego expirar también de forma lenta.
  • Concentrarse en una lectura, un paisaje, una conversación, y no en los propios síntomas.
  • No tomar café o otros estimulantes porque no favorecen el cuadro, y tampoco alcohol, porque este último, aunque es un depresor del sistema nervioso, inicialmente reduce la ansiedad pero en un plazo posterior, aumentará las probabilidades de tener crisis de pánico.
  • Para los que sufren agorafobia, trastorno muy ligado a las crisis de ansiedad y pánico, se aconseja hacer una lista con las situaciones que la provocan.
  • Caminar al aire libre. El ejercicio pausado y tranquilo promueve el bienestar psicofísico.

Estas pautas repetidas favorecen que los ataques de ansiedad vayan disminuyendo, mientras que evitarlas lo que hace es incrementar el problema.

Frente a un ataque de ansiedad podemos sentir:

  • un incremento brusco de la sensación de ansiedad y miedo
  • taquicardia
  • palpitaciones fuertes
  • aumento de la temperatura corporal
  •  sudoración
  • temblores
  • sensación de irrealidad
  • despersonalización (sentirse fuera de uno mismo)
  • temor a morir, a perder el control o el conocimiento
  • sensación de ahogo, sofoco
  • opresión o malestar torácico
  • sensación de entumecimiento u hormigueo

Por supuesto, no es necesario que aparezcan todos los síntomas juntos para confirmar que estamos ante un ataque de ansiedad. Junto al primer ítem deben aparecer al menos cuatro síntomas más. Todo sucede de repente y, si no se controlan, alcanzan su pico máximo dentro de los primeros diez minutos. Sin embargo, no tiene una duración determinada. Todo dependerá, en gran medida, de lo que suceda una vez iniciado.

¿Cómo actuar ante un ataque de ansiedad?

Si nos ocurre a nosotros mismos, lo importante es intentar calmarnos y prestarle poca atención a los síntomas, porque de lo contrario, les damos entidad y entramos en un círculo. Por ejemplo: si repentinamente nos duele el pecho, pensaremos que tenemos un problema en el corazón, que podemos morirnos o desvanecernos. Esto aumentará nuestra ansiedad, nuestro miedo ante la situación, y podemos llegar a sofocarnos, comenzar a sudar, tener palpitaciones, etc. Para evitarlo, es fundamental calmarnos para entender qué sucede. Respirar profundo y tomar un vaso con agua pueden ayudarnos. Claro que, en caso de ser necesario, y si los ataques se dan con frecuencia, o vemos que nos cuesta mucho manejarlos, debemos realizar una consultar con un especialista.

Si el ataque de pánico le sucede a otra persona, podemos ayudarlo conversando para distraerlo y que olvide sus síntomas, colaborar para que no magnifique los síntomas, ya que por sí mismos no le causarán ningún daño, y serle útil para que se controle, intentando no llamar la atención de las personas a su alrededor. Se estima que un ataque de pánico puede llevar hasta 40 minutos para que finalice.

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