Al profundizar en el significado que la naturaleza ofrece de las emociones, pareciese ocultarse su verdadera dimensión y tener al mismo tiempo, la capacidad de modular la actividad del resto de funciones cognitivas; pudiendo llegar a tener un papel dominante en la estructuración de los de procesos cognitivos.

En el sentido de que la bidireccionalidad entre lo estructural y lo funcional, entre lo orgánico y lo psicológico, les confiere cierta universalidad; no es menos cierto que los mecanismos neurobiológicos que sustentan las reacciones emocionales, determinan apenas una estructuración cerebral, compuesta por tres superestructuras o cerebros, eso sí, organizados jerárquicamente (comportamiento integrado).

No es cuestión de producir respuestas y experiencias emocionales coordinadas, del todo proyectadas como algo imprescindiblemente objetivas, ya que el sistema límbico con el sustrato cerebral posibilita la experimentación de los diferentes fenómenos emocionales. Es decir, que si quiero, puedo influir inconsciencia conscientemente o evocar en el peor de los casos, reverberaciones involuntarias.

La interpretación, expresión y modulación de las emociones implica sencillamente modelos comprensivos que integran motivación, emoción y cognición. También intervienen en el conocimiento los diferentes subsistemas neurofisiológicos y funcionales que intervienen en cada una de las reacciones emocionales con identidad propia, pues la reverberación afectiva implementa respuestas rápidas e inconscientes, poco precisas pero eficaces (amigdalitis).

El cerebro reptil recluta al emocional y permanece en la sombra de la filogenia de la especie sapiente. Ahora bien, habría que considerar las conexiones que existen en dirección inversa, esas jerarquías neuronales que se sustentan en la mayor proporción de conexiones nerviosas y que se proyectan desde los sistemas primigenios hacia los recientes. Observamos como las pasiones desde Platón han ido ganando terreno y virtud, y si no, que se lo digan a los espíritus ya beatificados.

El afecto no subordina la pasión, no es tangible, en todo caso la provoca en su manifestación orgánica de la búsqueda de la felicidad. Pero existen grados intermedios, así como formas visibles que las nuevas técnicas neurofisiológicas y de neuroimagen funcional, permiten ser proyectadas de una manera gráfica. Al fin y al cabo, ese es el estado natural de la persona, imaginar otros planos y evocar la discrepancia determinista.

Al resaltar el papel de las respuestas periféricas (autónomas y motoras) en la constitución de las experiencias emocionales, no sólo se advierte que estamos asistiendo a una revolución emocional; sugiere modelos teóricos sobre la percepción de los cambios somáticos, que dan lugar a referencias de activación inducida de los cambios viscerales correspondientes a una emoción concreta. Aunque esto sucediese a nivel fisiológico y no fuese una realidad psicológica, los mismos cambios viscerales se producen en estados de emoción muy distintos, e incluso en estados no emocionales.

Entonces si los cambios viscerales son demasiado lentos para constituir una fuente de sentimientos emocionales, por mucho que queramos exaltar un sentimiento o incluso una intuición, las emociones intensas no logran provocarlas. La emoción resulta de una activación fisiológica inespecífica, pero de una determinación cualitativa.

¿Las emociones no son propiedad privada del hemisferio derecho?

El hecho de analizar lesiones en aquella parte especialmente sensible y comprobar su alcance afectivo, no es tan ajeno a la insensibilidad que puede llegar a producirse objetivamente en plena actividad del hemisferio izquierdo. La robótica no acabará con la percepción, ni con la excitación y las evocaciones que el conjunto de imágenes provocan sobre ese alma cenestésica, que hasta todo mal cristiano también emociona. La asimetría puede darse sólo con respecto al procesamiento del afecto básico (agradable-desagradable), provoca la inhibición recíproca y se hacen la puñeta de manera equitativamente necesaria.

La ruta dorsal predomina cuando se requiere una reacción rápida, relativamente automática e independiente de la conciencia, la ventral lo hace en el caso de que sea necesaria una percepción explícita. De igual manera la reverberación viene a ser un estímulo de la escala sensorial que requiere una conducta adaptativa con valencia positiva y una acción de aproximación.

El cuerpo aparece antes que la mente, por lo que lo físico es sustrato obligado de lo pensante: “somos y después pensamos, y pensamos sólo en la medida que somos, porque las estructuras y operaciones del ser causan el pensamiento”(Damasio, 2000). La evidencia empírica demuestra que a menudo, los sentimientos nos encaminan en la dirección adecuada donde hacemos buen uso de la lógica. Razón de más para que la evocación afectiva sea la mejor medicina contra la incertidumbre y la hipocresía. Reverberar afectos junto a la interrelación neural, por extensión, permite la planificación, programación y control de nuestras acciones y nuestra creatividad.

Si mi sentimiento depende del estado del cuerpo y de los sistemas neurales que lo controlan, a cada estado corporal le corresponde una forma de pensar, que es rica en ideas cuando el estado corporal se encuentra en la parte positiva o lenta y repetitiva cuando se halla en la opuesta. La emoción se ha consolidado como una tradición evolucionista que enfatiza la función adaptativa de los fenómenos emocionales, además se define como la manifestación del potencial motivacional, siempre y cuando, éste es activado por un estímulo desencadenante adecuado. La experiencia emocional en lo que se refiere a la motivación consciente, se convierte en una cognición sincrética; pero si dicha motivación es inconsciente, el sentimiento es sincrético, no así su especulación facultativa.

La experiencia emocional difiere de un individuo a otro, según su historia de aprendizaje social y su cognición sincrética. El conocimiento en la experiencia interacciona con la cognición analítica y se convierte en puro aprendizaje. Las emociones en cambio, lejos de poder ser valorables y en contra de lo que piensan algunos cognitivistas, son expresivistas y metafóricamente interpretables.

Cada emoción se caracteriza por una tasa específica de disparo cortical: la sorpresa, por ejemplo, implica una alta tasa neural, que disminuye progresivamente en emociones como el miedo o el interés. Estaremos ante la expresión facial de una emoción cuando circunstancialmente intensifiquemos la atención sobre los detalles que trascienden a la mera percepción sensorial. Estaremos sumidos en un estado de embriaguez mental si no confundimos emoción con precognición; y a estas emociones, a veces esquivas y quizás por ello tan fascinantes, experiencias a las que llamamos emociones, les cabe el honor de inquietarnos hasta el punto, de que la exageración voluntaria de la expresión facial, en lo que deviene de una emoción, aumenta la intensidad del sentimiento vivido.