Psicología Clínica/Psiquiatría

Síntomas y tratamiento del estrés crónico

El estrés es un fenómeno muy extendido en la actualidad. Existen distintos tipos de estrés: estrés agudo, estrés crónico, estrés post-traumático, etc. Las causas que propician la aparición de sus síntomas son muchas. Sin embargo, el estilo de vida y la cultura de las sociedades occidentales contribuyen notablemente al surgimiento de esta afectación.

Es importante diferenciar entre el estrés agudo y el estrés crónico. El estrés agudo se produce en momentos puntuales y de forma temporal, como respuesta a la experimentación de uno o varios sucesos altamente estresantes, y como resultado la persona padece un cuadro de ansiedad. Aunque el estrés puede ser positivo en pequeñas dosis, en dosis elevadas puede afectar a nuestra salud tanto mental como física: dolores musculares, dolores de cabeza, agotamiento, problemas gástricos, taquicardia, etc.

El estrés crónico es una forma más dañina de experimentar esta condición. Cuando el estrés se prolonga en el tiempo, se produce un agotamiento físico, emocional o mental que tiene consecuencias en la autoestima y la salud de la persona afectada, provocando incluso una severa depresión. Ya sea porque la persona vive en un entorno hostil en tiempos de guerra, es incapaz de pagar una deuda hipotecaria, sufre el síndrome “burn out” en el trabajo o no es capaz de afrontar un divorcio o la muerte de un ser querido, el resultado es devastador y, tiene un fuerte impacto en su bienestar emocional y general.

El estrés crónico tiene una característica particular que le diferencia de otros tipos de estrés. Y es que el evento o factor estresante se manifiesta una y otra vez, es decir, que el estresor no es temporal y permanece inmodificable a lo largo del tiempo. Puede ocurrir que se sienta quemado en el trabajo porque el estilo de liderazgo de su superior le está provocando una situación angustiosa día tras día, porque su jefe le critica constantemente y, al no darle órdenes claras y concretas, le está provocando ambigüedad y conflicto de rol. También, puede ocurrir que ua persona se vea envuelta en una deuda que le obliga a pagar una cantidad a la que no puede hacer frente. Los meses pasan y cada vez está más endeudado, lo que le está provocando ansiedad, desesperación, insomnio, una depresión severa y, además, no le ve salida. Ambos casos son ejemplos de estrés crónico.

Las causas pueden ser variadas, pero la frecuencia de presentación del estresor es lo que provoca las consecuencias dañinas para la salud mental. En ocasiones, no es el evento estresante en sí lo que provoca el estrés, sino cómo interpretamos este evento y cómo lo afrontamos. Nuestras creencias y nuestros recursos tienen gran importancia. Por eso, lo que para una persona puede ser estresante, para otra no lo es.

La persona con estrés crónico, a diferencia de la que sufre estrés agudo, muchas veces no es consciente de lo que le está ocurriendo, pues se ha acostumbrado a esta situación pese a no haberla superado. Esto puede provocar un efecto muy perjudicial, lo que se conoce como indefensión aprendida. La indefensión aprendida dificulta seriamente la búsqueda de ayuda y el tratamiento. Por eso, es de suma importancia prestar atención a sus síntomas tanto físicos como psicológicos para poder salir de esta situación.

Generalmente, el estrés crónico se manifiesta de distintas maneras:

  • Enfermedades del aparato digestivo, enfermedades cutáneas y problemas cardíacos.
  • Sentimientos de inseguridad y el sentimiento de indefensión aprendida.
  • Insomnio
  • Ansiedad
  • Depresión
  • Fatiga emocional
  • Abuso de alcohol o sustancias

Estos síntomas y muchos otros no solo afectan a la persona, sino también a su entorno más cercano, dificultando, en muchas ocasiones, las relaciones interpersonales sanas con su familia o su pareja.

Uno de los tipos de estrés crónico más frecuentes es el burnout, que ocurre en el entorno laboral y que, en los últimos años, se ha agravado en muchos sectores profesionales debido a la crisis y los recortes de personal.  Las causas del burnout pueden ser diversas, y tienen su origen tanto en las expectativas de los empleados o su capacidad de hacer frente al problema, como en distintos factores que dependen pura y exclusivamente de las prácticas de la empresa o la organización. Por ejemplo: los estilos de liderazgo, el fracaso en los procesos de selección o la sobrecarga de rol. Los estudios en esta línea de investigación señalan que el burnout se manifiesta de la siguiente manera:

  • Desgaste y agotamiento emocional: fatiga y cansancio mental.
  • Despersonalización: actitudes negativas hacia la empresa y el trabajo, por ejemplo, irritabilidad o pérdida de motivación.
  • Falta de realización personal y profesional: efecto negativo en la autoestima personal, expectativas frustradas y manifestaciones de estrés a nivel fisiológico, cognitivo y conductual.

Desde las primeras investigaciones sobre el estrés, muchos expertos han ido aportando más y más conocimiento sobre qué es, cómo funciona y cuál es la mejor manera de tratar esta condición. Una de las teorías que más se ha empleado es el Modelo demanda-control-apoyo social de Karasek y Johnson (1986), que funciona especialmente bien para en lo que respecta al estrés laboral. Desde este modelo se entiende que la fuente de estrés se encuentra en el desajuste entre las demandas existentes y el control que tiene la persona para afrontar dichas demandas. En otras palabras, lo que determina la aparición del estrés es la interacción entre la persona y la situación estresante. Por tanto, el problema puede atacarse de dos maneras: cambiando o evitando el evento estresante o, por contra, cambiando la manera como la persona percibe y afronta esta situación.

La mejor manera de superar el estrés crónico, evidentemente, es erradicando el factor causante, aunque esto no siempre es posible. Muchos casos requieren de yuda psicológica profesional, porque la situación puede suponer graves problemas en el futuro si no se combate adecuadamente este fenómeno. Es necesario buscar tratamiento y aprender herramientas prácticas para afrontar esta situación negativa. La necesidad de acudir a un psicólogo clínico puede ser clave para aprender a gestionar las emociones y sensaciones negativas asociadas al estrés. En el mejor de los casos, bastará con un cambio radical del estilo de vida, como cuidar la alimentación, practicar ejercicio físico de manera regular, dedicar tiempo al ocio y buscar momentos para la relajación.

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