Las emociones pueden afectar la memoria
El los últimos tiempos ha habido un incremento de personas que llegan a consultar con terapeutas debido a problemáticas semejantes a trastornos o déficit cognitivos, distractiviliad, disminución de la memoria, afectación de la atención, en las actividades cotidianas y laborales. El eje en común que se destaca en todos ellos es las incapacidades para enfrentar situaciones emocionales que alteran el desarrollo en diversas áreas de su vida cotidiana. El estrés los abruma, las emociones y la capacidad de resolutiva de enfrentar situaciones vivenciales es un denominador común.
Las emociones pueden afectar la neurogénesis en el hipocampo (estructura neuronal de la memoria).
Las emociones afectan a la memoria. En una situación de miedo, la amígdala induce en el hipocampo la generación de nuevas neuronas. La formación de estas nuevas neuronas podría estar relacionada con el hecho de que los eventos emocionales se recuerdan de manera mucho más potente que las experiencias diarias y, además, durante más tiempo. Para comprobar cómo las emociones pueden afectar a la neurogénesis en el hipocampo, investigadores se han centrado en la amígdala basolateral, la región que se encarga de las emociones negativas, como el estrés, la ansiedad y el miedo. Los resultados muestran que la entrada de la amígdala produce en el hipocampo la formación de nuevas neuronas a partir de una población única de células madre neurales. El hallazgo tiene importantes implicaciones para el trastorno de estrés postraumático (TEPT) y otros problemas causados por la regulación defectuosa de la memoria emocional.
El cerebro es el órgano clave en la respuesta al estrés, reaccionando en su conjunto y en forma sincronizada para la activación e inhibición de las estructuras neurales que participan en los procesos sensoriales, motores, autonómicos, cognitivos y emocionales. Es el cerebro el que determina finalmente qué aspectos del mundo que nos rodea nos resultan amenazantes (pudiendo crear estrés) y el que regula las respuestas al estrés, las cuales pueden ser adaptativas o maladaptativas.
El estrés crónico puede producir afectación cerebral que desencadene depresión. Entre los factores más poderosos que conducen a la depresión se encuentran los de estrés ambiental (ej. las situaciones laborales y familiares, las relaciones con los vecinos) y, muy especialmente, los acontecimientos estresantes en la vida de la persona, como el trauma o el abuso. La depresión afecta a más de 130 millones de personas de todo el mundo y todo indica que irá en aumento para convertirse, en el año 2019, en una de las principales causas de discapacidad, únicamente por detrás de la enfermedad cardiovascular.
Las zonas cerebrales más afectadas por las alteraciones asociadas a la depresión son la corteza prefrontal, la amígdala y el hipocampo, zonas que juegan un papel crucial en las emociones, la memoria y el aprendizaje. Los cambios estructurales y funcionales que tienen lugar como consecuencia del estrés y/o una depresión grave son la reducción en volumen, tamaño neuronal y densidad, junto con alteraciones en el flujo sanguíneo cerebral y el metabolismo de la glucosa.
El descubrimiento de que el sistema nervioso adulto es capaz de reemplazar sus células ha suscitado un considerable interés en la comunidad científica. Hasta ahora se pensaba que las redes neuronales en adultos eran fijas e inmutables y que carecían de la capacidad de regenerarse. La investigación actual ha superado esta visión, al demostrar que la formación de nuevas células nerviosas (=neurogénesis) también se produce en el cerebro adulto. La neurogénesis puede verse modificada por la influencia de moduladores positivos tales como el aprendizaje, el ejercicio físico y la influencia hormonal y también de moduladores negativos como el estrés agudo y crónico. Mientras, se ha demostrado que el estrés inhibe la neurogénesis adulta en el hipocampo – zona cerebral vital en las emociones, la memoria y el aprendizaje.
Es más, los pacientes con trastornos afectivos (de cambios de estado de ánimo) a menudo presentan volúmenes reducidos del hipocampo. Numerosos estudios en las dos últimas décadas apoyan la idea de que el estrés y las hormonas del estrés deterioran las formas de memoria dependientes del hipocampo, tanto en humanos como en animales. Así por ejemplo, los pacientes con trastorno por estrés postraumático (TEP) presentan atrofia del hipocampo y déficits marcados en las tareas de recuerdo dependientes del hipocampo. Más aún, la administración de cortisol a niveles similares a los del estrés en sujetos normales, deteriora de forma selectiva la memoria verbal declarativa, sin afectar a la no-verbal (procedimental). Hay datos concordantes en pacientes con depresión e hipercortisolemia, o en pacientes con enfermedad de Cushing (secreción excesiva de corticosteroides).