Las cuestiones de madurez e inmadurez tienen mucho de mito. Cada uno de nosotros es un abanico en el que se entremezclan distintas formas de conciencia. Somos ignorantes y sabios, niños y ancianos, infantiles y concienzudos. Todo al mismo tiempo,aunque dependiendo del momento alguna característica destaque más que el resto.

La inmadurez emocional podría definirse como una condición en la que las personas no han renunciado a los deseos o fantasías de la infancia. Deseos y fantasías que tienen que ver con que el mundo gire en torno a sí mismos, o que la realidad se doblegue en función de lo que quieren. Además, la madurez emocional podría definirse como un estado de fortaleza y templanza que conduce a actuaciones realistas y equilibradas. Más que por una definición en abstracto, la madurez o inmadurez se muestra a través de rasgos de comportamiento.

Características de las personas emocionalmente inmaduras

1. Son egocéntricas: buena parte del proceso de maduración en las personas consiste en entender que el mundo no gira alrededor de ellas. El bebé no lo sabe. Por eso, pide comida a las 2 de la mañana y le tiene sin cuidado si esto afecta el sueño de sus padres. A medida que crece, aprende a reconocer que no siempre se obtiene todo lo que se desea, y que otras personas y sus necesidades también habitan el universo. Madurar implica salir de la cárcel del yo. Cuando poco a poco vamos renunciando a esa fantasía, también nos vamos haciendo conscientes de una hermosa posibilidad: la aventura de explorar el universo de los demás. Si todo sale bien, aprendemos a preservar el yo y a alcanzar el tú.

2. Dificultad para asumir compromisos: al niño le cuesta renunciar a lo que quiere en ese momento para conseguir un objetivo mayor a largo plazo. Con el proceso de maduración se va comprendiendo que los sacrificios y las restricciones son necesarios para alcanzar logros. Y que comprometerse con un objetivo, o con una persona, no es una limitación de la libertad, sino una condición para proyectarse mejor y a más largo plazo.

3. Irresponsabilidad en el manejo del dinero: la impulsividad es uno de los rasgos más salientes de las personas inmaduras. Ésta, muchas veces se expresa en la forma que tienen de administrar sus recursos, como el dinero. Así, con el fin de satisfacer sus deseos, y satisfacerlos ya, no tienen problema en comprar lo que no necesitan con el dinero que no tienen. A veces, se embarcan en aventuras financieras y no evalúan con objetividad las inversiones y les cuesta proyectarse a medio y largo plazo. Por eso, es frecuente que vivan endeudados, todo por satisfacer caprichos.

4. Establecer lazos de dependencia: para las personas inmaduras, los demás son un medio y no un fin en sí mismos. Así, como medios que son, en su óptica, los necesitan. No necesitan a los demás porque los quieren, sino que los quieren porque los necesitan. De ahí que suelan construir lazos en los que hay fuertes dependencias. Para poder establecer vínculos basados en la libertad, se requiere que haya autonomía. Sin embargo, las personas inmaduras no tienen claro el concepto de autonomía. A veces piensan que hacer su voluntad es un comportamiento autónomo pero al momento de asumir las consecuencias de los actos, necesitan de los demás para que amortigüen, oculten o aligeren la responsabilidad.

5. Tendencia a culpar a los demás: los niños no actúan a voluntad, están en un proceso de formación y de inserción en la cultura. Mientras son pequeños, creen que el error debe llevar a la culpa. No les importa tanto el daño que hicieron, sino el castigo o la sanción que puedan imponerles. Crecer es salir de ese estado de dulce irresponsabilidad. Madurar es ir entendiendo que somos los únicos responsables de lo que hacemos o dejamos de hacer. Aprender a reconocer los errores y sacar de ellos nuevos aprendizajes. Saber reparar los daños. Saber pedir perdón.

Estos rasgos de inmadurez no surgen o se mantienen por decisión consciente de las personas. Casi siempre obedecen a vacíos o grietas durante la crianza. También, pueden ser una consecuencia de experiencias desafortunadas que les han impedido evolucionar. Lo importante es tomar conciencia de que impulsar nuestro propio crecimiento puede conducirnos a una vida mejor.

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